Mario Arturo Ramos
En algunas partes de la ciudad llovía, la mañana del jueves 4 de noviembre; fue el día que falleció Mario Lavista Camacho, a la edad de 78 años, en la ciudad que lo vio nacer- una primavera de 1943-, la Ciudad de México. El final de Mario Lavista, compositor, autor, académico; hombre de pensamiento musical, causo gran impacto en la cultura mexicana. Otoño de 2021, se cerró la partitura de un artista comprometido con la estética, la pedagogía, la creación; pleno en el rigor de la libertad.
Sobre su obra, faltan páginas y páginas de críticos y melómanos sobre el universo del sonido, producto del oficio y talento de Lavista, que ocupa uno de los lugares principales en La Música de Salas de Concierto Mexicana. Su catálogo generoso de creador deja: “Seis pequeñas pieza” para orquesta de cuerdas; “Homenaje a Beckett” para tres coros mixtos; “Diafonía” para dos pianos y percusión; “Tango del adulterio” para piano;” Lamento a la muerte de Raúl Lavista” para flauta baja; “Reflejos de la noche” para cuarteto de cuerdas; “Ofrenda” para flauta dulce; “Aura” ópera en un acto, “Sinfonías” para cuarteto de cuerdas; “Gargantua el Pantagruel”; “ Cuadernos de viaje I y II“; Elegía la muerte de Nacho” para flauta y piano; “Adagio religioso” dedicado a Eugenio Toussaint; “ Tropo para Sor Juana” para orquesta; “Tres danzas seculares” para violoncello y piano ; “Divertimento para una bruja”; “Danza de las bailarinas de Degas” para flauta y piano , entre otras composiciones.
En su faceta de compositor de música de cine, musicalizó los filmes:” El niño Fidencio”; “Cabeza de Vaca”; “Semana Santa entre los coras”; “Vivir mata” “Sor Juana Inés de la Cruz”. Dejó huella de su labor de maestro, en las cátedras de Composición; Análisis, Lenguaje musical, en el Conservatorio Nacional de Música, institución donde compartió conocimientos con jóvenes compositores y ejecutantes que encontraron en él a un guía para vivir a plenitud la música.
En su discurso de ingreso al Colegio de México, el 14 de octubre de 1998, como representante de la música expresó: (La música) “Una verdad de tiempos y de sonidos que encierra una verdad que no puede ser dicha, sólo escuchada”. Mi tocayo Lavista, fue un ser de pensamientos nítidos, con el que la experiencia de compartir vivencias convertía ese momento es un hecho imborrable. Lo conocí en 1982, en la casa del compositor Raúl Lavista- su tío- de Coyoacán en una reunión convocada por Helen de Lavista; la charla tenía como tema el gremio de compositores, que en aquella época tenía de líder eterno al quintanarroense, Carlos Gómez Barrera; la necesidad de regresarle a la Sociedad de Autores y Compositores su sentido social perdido entre tareas de cobranza con sus respectivas comisiones y obras suntuosas; cines, restaurantes, plaza comercial con el dinero de la sociedad; la urgente exigencia de la promoción y difusión de las obras de los socios, poniendo énfasis en la Música de Salas de Concierto que tantos logros ha dado a la cultura nacional.
Fue el inicio de una relación amistosa, basada en el respeto mutuo por el compromiso de los creadores con el arte y con sus iguales; en la siguiente lucha societaria (diez años después), con los mismos objetivos, me tocó compartir con el uno de los momentos de represión por la administración societaria y sus corifeos que impidieron violentamente la entrada a la Asamblea de la entidad autoral, a los socios que opinaban distinto al derrotero que imponían los directivos. Mi respeto y admiración por Mario Lavista, el fino compositor de música, que estaba presente, creció, al verlo como uno más de los autores y compositores que no solo crean arte, sino que asumen su responsabilidad social al lado de las voces de la democracia gremial.
Alumno de Carlos Chávez; Rodolfo Halffter, Héctor Quintanar, Jean-Ettiene Marie, Karlheinlen Stockahausen, Lavista experimentó, innovo, navegó con certeza en el universo sonoro: la música. En su trabajo de promotor y difusor editó la revista “Pauta”, medio impreso de difusión esencial en el devenir de la música contemporánea.
El final de Mario Lavista Camacho, deja un hueco sensible en la música nuestra; su legado en obras y su ejemplo, es muestra de que en México la creatividad artística es el otro lado de la barbarie y la violencia. La última nota en la hoja pautada del valioso compositor se escribió un jueves, como dijo Cesar Vallejo: “Me moriré en Paris con aguacero, / un día del cual tengo ya el recuerdo. / Me moriré en Paris – y no me corro- tal vez un jueves, como es hoy de otoño”
Descanse en paz un músico de excelencia.