En la parte superior del confesionario –bella obra de ebanistería situada en la parte oriental de la nave catedralicia, bajo la luz oblicua de la linternilla– hay una placa breve con letras severas. “Canónigo Penitenciario”.
Para quien ignore esta categoría sacerdotal, el canónigo es quien se encarga de atender a los pecadores cuya conducta los ha puesto en predicamento de extrema gravedad. Los pecados son tan serios y ofensivos de las leyes humanas y divinas, como para superar por su dimensión, la capacidad indulgente de un cura cualquiera.
Entonces se recurre al canónigo.
–Dime hijo, se escuchó tras la débil celosía cuyo entramado guarda la identidad del penitente.
–He pecado, padre, gravemente. De pensamiento, palabra, obra y omisión. Por mi culpa, por mi culpa…
–Bueno, bueno, ya deja eso y relata tus faltas, Dios sabrá escucharte si logras sincero arrepentimiento y propósito de enmienda.
–Padre, mis pecados son tan grandes como para ni siquiera aspirar al perdón divino. No se imagina usted.
Intrigado, a pesar de su larga experiencia en crímenes de toda dimensión, en robos mayores, en cenas en el Hunan, el canónigo inquirió:
–Dime, ¿de cuánta gravedad estamos hablando?
–Padre, me he “hamburguesado”.
–¿Cómo, te inscribiste en la universidad Mc Donalds de Chicago?
–No padre, peor. Con mi neoliberal influencia derechista he contagiado a la Universidad Nacional Autónoma de México y la he llevado al extremo pecaminoso de “hamburguesarse”.
–¿Y?
–¿Cómo, padre? ¿No percibe usted la gravedad de mi falta?
–Bueno, hijo, esto no se acostumbra en la confesión, pero todo lo relatado me obligan a preguntarte quién eres.
–Soy, dijo el hombre cuya frase se detuvo en el aire: el espíritu de la derechización, del periodo neoliberal, de la derecha clasista, racista y gastronómicamente colonizada.
–¿Cómo, hijo, tu prefieres una hamburguesa con tocino y queso por encima de la guajolota?
–Si padre. Hemos dejado los usos y costumbres, hasta en la gastronomía por mi culpa, por culpa de la “derechización”. Ya ni vender niñas…
–Eso no importa, hijo A la Iglesia le da lo mismo la izquierda o la derecha; de un lado y del otro Cristo tenía un ladrón, así pues, ni para dónde hacerse, ¿verdad?
–Se lo juro por la Santísima Trinidad, padre….
–Ni lo digas, hijo, ahora ya se promueve en el Vaticano la cuarta persona, para llegar a una transformación trinitaria. La “tetranidad”, como la Cuarta Transformación terrenal. Pero sigue…
–Bueno padre, este es un problema causado por mi conducta porque si la Universidad nacional, cuya línea de pensamiento se remota a hasta la fundación pontificia, se ha “hamburguesado”, eso significa la derrota absoluta del nacionalismo.
–¿Cómo?
–Pues padre, ¿le parece poco la conspiración de La Profesa? Ahora tenemos a Iturbide en los billetes de veinte pesos, ¿cuándo se había visto tal derechización?
Y además, preferir una hamburguesa por encima. de un tamalito de chipilín, es tan claudicante y racista como poner una aburrida leche malteada de fresa, por encima del agua de matalí.
–Vete, vade retro…
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Coincidente con la visita del presidente de la República a Nueva York, la embajada mexicana en Estados Unidos, en coordinación con el gobierno estatal, ayer se inició la semana oaxaqueña en Washington.
“Nuestra presencia aquí responde a una agenda estratégica de mi gobierno, dijo Alejandro Murat: hacer de Oaxaca una marca reconocible en todo el mundo, que dé respaldo a las creaciones y el esfuerzo de miles de oaxaqueñas y oaxaqueños que cuidan y preservan la grandeza de nuestro estado para que eso se traduzca en una mejor economía, en más empleos y bienestar para nuestra gente”.
El “Mes de Oaxaca en Estados Unidos”, significa un espacio de promoción económica y cultural cuyos beneficios irán a proyectos productivos en el estado.