En los últimos años, ha habido una negación generalizada sobre la relación que hay entre cultura y corrupción en México. La gran mayoría de académicos políticos y periodistas niegan la influencia de la cultura y atribuyen todo el problema de la corrupción a la impunidad imperante en México.
También el presidente López Obrador, ha mencionado que es falso que la corrupción en México tenga un elemento cultural. Repite que el pueblo es honesto. Sin embargo, en varias ocasiones ha afirmado que las mujeres son más honradas que los hombres. “Ya ven que las mujeres, entre otras cosas y virtudes, son más honradas que los hombres”, dijo en la mañanera del 9 de agosto 2021. Que, por esa razón, en varios de los programas de la 4T cuando hay dinero de por medio, prefiere dárselo a los comités conformados por mujeres. “Que en los comités el tesorero sea una mujer, porque es más honrada que el hombre, y al que no le guste que se vaya a volar en el avión presidencial”, comentó en su mensaje en el Zócalo por la celebración de su primer año de Gobierno. ¿Entonces esto es cultural o genético?
Si fuera por incentivos negativos y no por cultura, hace rato que habría disminuido el consumo de drogas en EU, pero aun con récords históricos de convictos, el consumo de estupefacientes incrementó. En cambio, el consumo de tabaco redujo: el fumador es considerado un criminal social, mientras que, como predije en mi libro Mitos y Mentadas de la Economía Mexicana (2012), la producción, comercialización y el consumo de mariguana ya son legales en muchos estados de la unión norteamericana. Las leyes son el reflejo de los cambios culturales. La cultura sí influye.
La corrupción mexicana reconoce diversas raíces, pero destaca una: la deshonestidad generalizada de la población entendida esta como la violación sistemática de las normas, sean públicas o privadas, se esté o no en función de poder, sean o no legales. Ejemplos de esta raíz abundan: bebidas alcohólicas adulteradas, litros que no son de litro, garantías que no se respetan, sobornos para eludir sanciones, moches entre privados. Hasta el famoso “dígale que no estoy” y la muy alabada “casa chica”.
El hábito de la mentira está impregnado en nuestras interacciones diarias. Alterar los medidores de luz, alterar las básculas en los mercados, fingir una discapacidad para pedir limosna, copiarse en un examen, presentar justificantes médicos falsos, usar sin autorización la red inalámbrica del vecino, tomar el periódico del vecino, decir a otra persona que no se encuentra cuando lo buscan, impresión de documentos no laborales en la oficina, entre otros. La lista es extensa.
El secretario de Marina dio sus puntos de vista sobre este tema en el curso de una conferencia de prensa. Ojeda Durán resaltó la labor formativa de jóvenes en el Heroico Colegio Naval y en el Heroico Colegio Militar: “creamos hombres y mujeres con valores, con principios, personal que tiene una ética profesional, que sabe que debe tomar un rumbo, un camino por las conductas que les van a producir a ellos una vida profesional plena, no meterse en problemas”. Explicó: “…La gran diferencia entre nosotros y muchas otras instituciones es que nosotros no podemos darnos el lujo de tener malos elementos (…) Y déjenme decirles, porque es algo muy cierto: México carece de servidores públicos honestos. Por eso tenemos este problema de una alta corrupción.”
O sea, dicho en otras palabras, lo que el secretario de Marina está diciendo es que tanto en el Heroico Colegio Naval, como en el Heroico Colegio Militar se inculca desde el primer día de clases una cultura de honestidad a diferencia de los demás colegios civiles. Se cambia la cultura con la que llegan la mayoría de los alumnos. La cultura influye en la corrupción y se puede cambiar. Como se dice en inglés, I rest my case.