Las acres e injustas palabras del presidente de la República en contra de la Universidad Nacional, reflejan además de una imperdonable ligereza, un desconocimiento del análisis, una escasa capacidad de interpretación de los fenómenos sociales y una errónea percepción del significado de la más grande universidad del país, cuyas dimensiones y aportación a la vida mexicana, en el área del conocimiento, le ha permitido la mejor de sus virtudes, hacer pensar a un país, reflexionar en la pluralidad, llegar a la universalidad de las presencias y sobre todo, estimular la capilaridad social mediante la educación superior.
Pero esa capilaridad es interpretada erróneamente (por alguien cuya trayectoria académica en una de sus facultades, demoró más de una década, gracias al crónico incumplimiento de los deberes académicos), es vista ahora como muestra de individualismo, recurrente pecado en el catecismo de la hipocresía.
No hay nada tan individual como el ejercicio del Poder Ejecutivo unipersonal en este país. Pero dejemos eso de lado por ahora.
Centrémonos mejor en la miopía analítica de quien en la UNAM obtuvo educación superior gratuita y ahora condena esa misma educación no, por insuficiente, mal orientada o ajena a los principios de la pedagogía o la ciencia; sino por un deliberado desajuste entre sus dogmas y la realidad del mundo.
La generosidad universitaria le permitió al crítico de hoy, además, desarrollar una de sus pasiones: el béisbol, porque jugaba la segunda base en su novena.
Pero sus palabras de ayer, confirman algo sabido desde hace siglos: “lo que natura no da, Salamanca no lo presta.” Tampoco la UNAM lo presta.
La embestida presidencial en contra de la UNAM, cuya raíz parece estar en la negativa de la ceñir su calendario de regreso a las aulas a los dictados de una administración sanitaria equivocada en los tiempos de la epidemia, lo cual convierte estas críticas no en un diagnóstico. social, sino en una rabieta altanera e injuriosa de quien no permite discrepancia, ni en lo político ni en ningún otro terreno.
El peor abono para la soberbia es el poder. Y estamos viendo como crece esa planta en el interior rencoroso del presidente de la República.
Su arranque insensato no merece demasiado análisis. Pero si obliga al registro y la memoria.
Hace muchos años (era presidente Ernesto Zedillo y rector Francisco Barnés), cuando la larguísima huelga de la UNAM fue aplaudida y orquestada por una buena parte de las izquierdas ahora incrustadas. en Morena, Carlos Abascal, un hombre de extrema derecha quien llegó a la Secretaría de Gobernación con Vicente Fox, dijo desde su cago en la Confederación. Patronal de la República Mexicana: mejor deberían cerrarla y repartir ese dinero entre los estudiantes de buen promedio. Palabras mas, palabras menos.
Hoy el presidente no pide cerrar la UNAM, pero ataca e injuria sin sentido con vagos conceptos: el individualismo el pensamiento neoliberal, el beneficio del pueblo. Toda esa colección de mendacidades cuya proliferación puebla su discurso
¿Será neoliberal el actual embajador de México en las Naciones Unidas quien fue escogido para la secretaría de Gobernación cuando se practicaba la zarzuela de la Presidencia Legítima? ¿O cuando se hablaba de él como secretario de Educación o ahora en Nueva York en el Consejo de Seguridad?
Porque no podemos olvidar el papel de Juan Ramón de la Fuente en la ideología (si la tiene) de la Cuarta Transformación, aun con el delgado barniz de civilidad política de Morena. Hoy De la Fuente tiene una gran oportunidad para definir su pensamiento entre la lealtad de hogaño y la historia de antaño cuyas raíces tocan hasta su árbol genealógico.
Alguna vez le dije a De la Fuente algo realmente sincero: la UNAM es la única universidad en la cual todos henos sido educados hayamos estado inscritos en ella o no. Los frutos de esta universidad, en todos os campos, han sido para México, no nada más para su alumnado. Y si he hablado del doctor De la Fuente, es porque se trata del único ex rector de la UNAM en un cargo de alta jerarquía en Morena, apuntado hasta como posible sucesor o simple corcholata decorativa.
Pero dejemos eso y reproduzcamos las expresiones presidenciales, no por ejemplares, sino por todo lo contrario:
“…Yo quisiera avanzar más, no puedo porque fue mucho tiempo de atraso, de saqueo, pero además de manipulación, muchísimo tiempo. Afectaron dos generaciones, en las universidades públicas, hasta la UNAM se volvió individualista, defensora de estos proyectos neoliberales, perdió su esencia de formación de cuadros, de profesionales para servir al pueblo.
“Ya no hay los economistas de antes, los sociólogos, los politólogos, los abogados, ya no hay derecho constitucional, ya el derecho agrario es historia, el derecho laboral, todo es mercantil, civil, penal, todo es esto.
“Entonces, sí fue un proceso de decadencia, afortunadamente se tiene esta oportunidad de sentar las bases para la transformación y, si es posible, consumar la Cuarta Transformación, pero es un proceso.
“Tiene uno que remar contra la corriente. Pues esto que estamos hablando de los medios, los que antes callaban, que jugaban un papel para mediatizar, para tener desinformada a la gente, ahora los tenemos en contra…”