Por doquier leemos notas, información, opiniones, denuncias, lamentos, pronósticos augurios, retórica y demás en torno a la iniciativa de reforma energética, pero uno de los puntos cruciales transita entre lo público y lo privado, es decir, que los críticos de la tal reforma aseguran que se trata de un ejercicio en el cual el Estado se apoderará del monopolio energético y dejaran fuera a la iniciativa privada.
En este punto específico cabe señalar lo siguiente. En sus orígenes de la generación de energía, esta actividad estaba completamente en manos de los privados, posteriormente se llegó a la nacionalización de la energía y al control total por parte del Estado mexicano, para después situarnos en un modelo mixto, o sea, con la participación privada y el gobierno. Incluso, antes, durante y después de la criticada reforma energética de Peña Nieto, esto no cambio, sólo la proporción de intervención.
Ahora con la nueva propuesta de la iniciativa de reforma energética, si leemos bien, nos daremos cuenta de que se propone mantener el modelo mixto, en ninguna de las partes o párrafos de la iniciativa de reforma se advierte que sólo será el Gobierno quien detente la generación de la energía. La tal reforma sólo apunta un porcentaje mayoritario en manos del Estado y el restante para la iniciativa privada en una proporción casi del 50%.
Entonces, porque se aduce que se trata de eliminar la participación privada en la generación de energía. En muchos países, incluidos los de Europa, como Alemania, es un esquema mixto, incluso, ahí donde se construyó el concepto de democracia energética debido a la participación de un tercer actor como lo es el sector social principalmente las cooperativas, se cuenta con un esquema mixto o veamos también el caso de Estados Unidos, en donde algunos estados de dicho país son los gobiernos locales que invierten en la generación de energía.
Mayoritariamente en el mundo, la generación de energía se basa en un modelo mixto y son una minoría de países que detentan un monopolio estatal.
Cuando hablamos de la participación pública y privada, de fondo estamos hablando del interés privado y el interés público pero la perspectiva se ajusta cuando se trata de cuestiones estratégicas como el caso de la energía o también del agua. En este sentido, no es posible dejar por completo en las manos privadas la generación de energía, por el contrario, debe prevalecer el interés público, representado por el Estado como garante, pues imaginemos que si lo dejamos en manos de las empresas privadas, ellas podrán tomar decisiones claves, pero muy seguramente basadas en su razón de ser, la generación de la ganancia, más no en el beneficio, pues si sus costos exceden el margen de ganancia, y por tanto exhiben perdidas, no harán lo necesario para garantizar la energía a todos los usuarios.
La prevalencia del interés público por encima del interés privado, ya quedo superado en la propia constitución mexicana, ahora sólo se trata de establecer las reglas del juego mediante la iniciativa de reforma energética.
Así las cosas, no se trata de blanco o negro, de publico o privado, es y los reafirmo, un modelo mixto, con la participación de ambos y con límites para el uno y para el otro.
México, no ha sido, ni es, a pesar de todas las reformas neoliberales, un país gobernado por la iniciativa privada, ni caminamos hacia allá. Y cabe señalar, que la discusión argumentativa de hace años, de que era mejor dejar en manos de las empresas ciertos sectores de la economía, por el simple hecho de que eran y serían más eficientes, ya no es ahora el punto de discusión central, pues también existen no uno sino muchos ejemplos donde no se cumplió con dicha condición de eficiencia.
La discusión ya se abrió y falta todavía tiempo para ponerle fin. Mientras es muy saludable que todos nos involucremos, participemos y debatamos para llegar a una buena solución, conveniente para la mayoría de los mexicanos, y digo mayoría de los mexicanos, para descartar que sólo beneficie al gobierno o a los privados.