- Mauricio Kuri inició el sexenio con el agua al cuello
- Crear un Banco de Agua propone Ricardo Astudillo
- Reforzado equipo capitalino del presidente Luis Nava
- Hoy publicamos una colaboración de Santiago Nieto
La Habana, 1998.
De pronto apareció Fidel Castro vestido de Fidel Castro, todo de verde, de quepí, en el emblemático uniforme de batalla -como recién estrenado- con las estrellas, los olivos y la historia sobre sus hom bros. El último guerrillero del Siglo XX cenaría con un grupo de mexicanos, encabezados por el dirigente nacional del PRI, el queretano Mariano Palacios Alcocer y el entonces embajador Pedro Joaquín Coldwell.
Leyenda viva, el comandante y Presidente de Cuba, del Consejo de Estado y del Consejo de Ministros, fundador y primer secretario del Partido Comunista, estaba aún en plenitud física y política. Pontificó, bromeó, cenó y bebió a lo largo de unas cinco horas en el comedor de la sede del partido, mostrando un gran conocimiento sobre México, sus personajes y hechos recientes como los daños meteorológicos en Chiapas o un grupo de golpeados en el Zócalo del De Efe. Amigo de los presidentes Lázaro Cárdenas, Adolfo López Mateos, Luis Echeverría y José López Portillo, el viejo dictador recibió, desde que eran secretarios a Miguel de la Madrid, Carlos Salinas y Ernesto Zedillo. “No vino Colosio; no tuvo tiempo”, dijo el hombre que hizo triunfar a la Revolución Cubana el 1 de enero de 1959, derrocando a Fulgencio Batista.
Fidel Castro, en persona.
Historia viva por más de medio siglo, al lado de Ernesto “Ché” Guevara y en memorables alianzas o disputas con Nikita Kruschev, Charles De Gaulle y John F. Kennedy.
Fue entre la noche del jueves 1 de octubre de 1998 y el amanecer del día siguiente cuando tuvimos la oportunidad de cenar con él, convocados por Mariano, que era también presidente de la Conferencia Permanente de Partidos Políticos de América Latina y el Caribe (COPPPAL), junto con su esposa Anita González y el ex presidente del PRI Gustavo Carvajal, viejo amigo del comandante Castro.
Llegamos al Aeropuerto “José Martí” desde el miércoles, con las atenciones del vicejefe de Relaciones Internacionales, José Arbesu; el jefe de los departamentos Ideológico y de Relaciones Internacionales, José R. Balaguer Cabrera y el historiador Eusebio Leal. Con ellos visitamos al ministro de Economía y Finanzas, José Luis Rodríguez, y al de Cultura, Abel Prieto, así como al presidente de la Asamblea Nacional del Poder Popular, Ricardo Alarcón de Quesada, que contaron ufanos los logros de la Revolución, pero lo más destacado sería el encuentro con el mítico Fidel. Lo esperábamos en un salón de recepciones, en amena charla con el vicepresidente Carlos Lage Dávila y el secretario particular y posterior canciller, Felipe Pérez Roque, sus hombres de mayor confianza, defenestrados años después.
“Ya viene”, avisó un militar.
Sobreviviente de docenas de atentados (decían que vivía de noche y que nunca dormía en el mismo lugar), el jefe de las Fuerzas Armadas Revolucionarias llegó “con toda la mar detrás”. Antes de pasar a la mesa saludó de uno por uno a los políticos y colaboradores, entre los que estaban El Armero Sergio Arturo Venegas Ramírez y el que esto escribe.
El hombre de verde olivo se sentó frente a Palacios y el vicepresidente Lage, flanqueado por el embajador Pedro Joaquín Coldwell y Anita González. Ofreció y degustó un vino de Rivera del Duero y un Monte Xanic. “Vamos a ver qué tal está el de México. La canciller Rosario Green me envió dos botellas”. ¿Dos cajas? Preguntó Mariano. “Dos botellas” reiteró. “Abriremos una y si está bueno me guardaré la otra” bromeó. Se consumieron esas y más a lo largo de las cinco horas.
Que había tenido problemas gastrointestinales, confiaron los suyos, pero no dio trazas de ello. Comió de todo: lo mismo melón, que ensalada, cordero, queso y pan. Indagador frenético, quiso saber más de los mexicanos y lanzó preguntas impensables, como aquella de “¿Cuál es el consumo per cápita de maíz en México?” Cinco kilos, respondió Palacios. Fidel Castro entrecerró los ojos, se mesó la barba aún negra, hizo cuentas sobre el último censo y la producción nacional e importación de granos, antes de soltar un “No me da”. Mariano, de reflejos rápidos, volteó a la derecha, en donde ya dormitaba Gustavo Carvajal con sus 140 kilos, y reviró: “Bueno, algunos comen más”. El comandante se carcajeó.
Y luego los temas políticos. Fidel Castro sabía de Vicente Fox, de Diego Fernández de Cevallos y de Carlos Medina Plascencia que lo había visitado en La Habana. Se interesaba en Cuauhtémoc Cárdenas, jefe de la capital y aspirante a la Presidencia. “Está muy bien en las encuestas. Es muy conocido” dice. También Lucha Villa y no ganaría, revira el entonces dirigente priísta. Pregunta el jefe cubano sobre “las primarias” de los partidos y advierte que “la obligación de los partidos es conservar el poder”.
Tiene profundas memorias de México, en donde alimentó sus sueños libertarios. Recuerda especialmente la Ciudad de México: “Por ahí pasaron todos los revolucionarios”. Conserva grandes afectos, como el de Gabriel García Márquez, pero se queja de Carlos Fuentes, de Elena Poniatowska y Jorge Castañeda, que firmaron un desplegado en su contra por un problema de balseros regresados de las costas de Tamaulipas a Cuba.
“¡Qué amigos tiene Gabo! Se lo voy a decir. Podrían mejor defender a los mexicanos, que son expulsados y maltratados en Estados Unidos”. Revela que García Márquez le envía a leer algunos borradores y que le ha corregido datos sobre las armas y su alcance.
Los colaboradores de Castro hablan solamente cuando él se los pide.
Ni falta hace. El vicepresidente Lage cabeceaba a la media noche. Llegó hace unas horas de Roma.
Fidel, entero. Se regodea en su leyenda –“Fidel, qué tiene Fidel que los americanos no pueden con él” corean sus fanáticos- y dice que en un reciente encuentro de países el vicepresidente estadounidense Al Gore rodeó para no saludarlo. Cuenta el líder cubano que en su juventud cruzó de mojado para llegar a los Estados Unidos. “El Río Bravo estaba bajito”. Evoca con cariño la ayuda económica de una cubana casada con un rico que vivía “cerca de Insurgentes, por el Monumento a la Revolución”.
De eso y más habló Fidel Castro aquella larga noche en la que, ya de despedida, obsequió un ron elaborado especialmente para él: “La Isla del Tesoro”, envasado en botellas redondas, de cerámica, con su respectivo recetario de cocteles.
-A ti no te doy, tú ya tienes, le advirtió a su amigo Gustavo Carvajal, que dicen apoyó a Cuba en tiempos de López Portillo y alentó la insurgencia sandinista en Nicaragua, pero esa es otra historia. La de este texto y otros muchos se llama Fidel Alejandro Castro Ruz, que heredó formalmente la Presidencia a su hermano Raúl en 2008 y recibió en su casa al Papa Francisco en 2015.
El comandante –nacido en Birán, Mayari el 13 de agosto de 1926- murió en La Habana el 25 de noviembre de 2016, a pesar de que muchos cubanos pensaban que era inmortal.
Los armeros conservamos ese encuentro, a 23 años de distancia, como una de las experiencias profesionales más importantes en más de medio siglo de andanzas, independientemente de los juicios históricos a la revolución cubana y a su líder.
Y aquí seguimos, al pie del cañón.
-BLANCAS Y NEGRAS-
Reforzado.
Tantos meses de preparación para el arranque del nuevo gobierno estatal y todo se modificó por las tormentas, desbordamientos y e inundaciones que iniciaron la víspera y se han mantenido con mayor o menor intensidad, ocupando los primeros días del sexenio de Mauricio Kuri González y sus colaboradores.
Será hasta pasada la contingencia que el mandatario estatal y su secretaria de Gobierno Lupita Murguía Gutiérrez puedan iniciar los planes y actividades originales, porque por ahora -literalmente- han estado con el agua al cuello, atendiendo a los damnificados de San Juan del Río, Tequisquiapan, Querétaro, Corregidora y otros municipios. Y es que ni Kuri ni Lupita han podido todavía despachar en sus oficinas.
Y con la lamentable experiencia de nuestros municipios inundados, el diputado Ricardo Astudillo, está proponiendo la creación del Primer Banco de Agua de Querétaro, para retener el líquido privilegiando la conservación de zonas de recarga, arroyos, bordos, presas y la retención de las aguas superficiales.
Para ello, el también dirigente estatal del Partido Verde Ecologista plantea integrar recursos financieros de infraestructura hidráulica para tener agua disponible y evitar que las lluvias sigan dañando a nuestras colonias y comunidades. Todo un tema que vale la pena explorar con el cristal de las nuevas administraciones.
Tiene Luis Nava Guerrero un equipo renovado para su segundo trienio al frente del Municipio de Querétaro con la incorporación de Arturo Molina Zamora en la secretaría de Gobierno, María Teresa Besné en la de Cultura, Tania Palacios Kuri en Desarrollo Sostenible, como se lo adelantamos aquí. Además se han integrado Alejandra Iturbide Rosa en la Secretaría de Turismo y Jessica Moncada Herrera en la Secretaría de la Mujer.
Importante que el presidente municipal Nava conserve a colaboradores muy probados como el secretario de Finanzas, Francisco Martínez Domínguez y el de Seguridad Pública, Juan Luis Ferrusca. Lo mismo puede decirse del ex secretario de Gobierno Tonatiuh Cervantes, ahora coordinador del gabinete.
Hoy en PLAZA DE ARMAS publicamos un texto de Santiago Nieto Castillo -titular de la Unidad de Inteligencia Financiera de Hacienda- sobre los Pandora Papers, el nuevo escándalo internacional en el que aparecen más de tres mil mexicanos y que el queretano está revisando con lupa. Ahí aparecen apellidos muy conocidos.
-JUGADA FINAL-
Lavadero.
A quienes no quieren figurar en la lista de Santiago Nieto Castillo, un fiscalizado ¡JAQUE MATE!