- Hoy, es último día del sexenio de Domínguez
- Juan Guevara coordina a diputados del PRI
- 13 candidatas para ser magistrada del TEEQ
- Hace ya 27 años ejecutaron a Ruiz Massieu
Del libro.
Uno de los personajes centrales en los hechos de las represiones estudiantiles de Tlatelolco y del Jueves de Corpus es el jefe de Estado Mayor del presidente Gustavo Díaz Ordaz en el sexenio de 1964-1970, general Luis Gutiérrez Oropeza, a quien se le atribuye el haber apostado francotiradores en la Plaza de las Tres Culturas el 2 de octubre de 1968 y ser el creador del grupo paramilitar denominado Los Halcones, participantes en la masacre del 10 de junio de 1971.
Para hablar de esos hechos, compareció en diciembre de 2002 ante la Fiscalía Especializada para Movimientos Sociales y Políticos del Pasado de la Procuraduría General de la República y según testigos reconoció la presencia de francotiradores la Noche de Tlatelolco.
En esa causa el casi centenario ex presidente Luis Echeverría Álvarez fue arraigado en su casa de Coyoacán, de donde salió recientemente para recibir la vacuna contra el Covid.
Pero vuelvo al general Gutiérrez Oropeza, a quien conocí el 15 de julio de 1999, en una discreta ceremonia efectuada en el Panteón Jardín de la Ciudad de México para recordar al ex presidente Gustavo Díaz Ordaz en el 20 aniversario de su muerte. Estaban presentes sus familiares, algunos excolaboradores y militares, además de dos ex gobernadores queretanos: el general Octavio S. Mondragón y Mariano Palacios Alcocer, entonces secretario del Trabajo y representante del presidente Ernesto Zedillo. El acto, como es fácil imaginar, fue de gran formalidad y sobriedad. Uno de los hijos del ex mandatario pronunció las palabras en su homenaje.
El general Oropeza murió el 19 de marzo de 2007 sin haber sentencia en su contra por los hechos de los que se le acusó.
Hoy lo he recordado a partir de una interesantísima anécdota, hasta donde sé inédita, contada por el militar a un alto funcionario del gobierno, amigo común que me la compartió y cuyo nombre me reservo por ahora. Ocurrió el 1 de diciembre de 1970, día de la toma de posesión del presidente Luis Echeverría Álvarez, a quien Gustavo Díaz Ordaz escogió como su sucesor por su lealtad a toda prueba y por su participación en los hechos que marcaron el sexenio y los unieron hasta la muerte.
Don Gustavo tejió a mano la candidatura de don Luis desde que lo nombró secretario de Gobernación, cargo que él había desempeñado antes de llegar a la presidencia y confiaba ciegamente en él, pero ese 1 de diciembre de 1970 las cosas cambiaron.
Al término de la protesta salieron ambos presidentes del Palacio de Donceles, sede entonces del Congreso de la Unión, a bordo de un enorme convertible negro, acompañados de sus jefes del Estado Mayor, el entrante Jesús Castañeda Gutiérrez y el saliente Luis Gutiérrez Oropeza, en medio de la algarabía, los aplausos, los vivas el confeti.
Fue entonces que Echeverría, ya con la banda presidencial cruzándole el pecho y el tiempo a su favor, agarró del brazo a Díaz Ordaz y le dijo: Tú ya siéntate.
Gutiérrez Oropeza, el generalote, no pudo hacer nada.
Y es que, sin ignorar el valor de los compromisos, a muchos hombres del poder les cuesta trabajo dejarlo y no se quieren sentar.
Olvidan que deben estar preparados para ser, no ser y dejar de ser.
Por eso tienen que oír ese…
“Tú, ya siéntate”.
-BLANCAS Y NEGRAS-
Hoy, hoy, hoy.
Este es el último día de la administración de Francisco Domínguez Servién, un tipo ambicioso y sin escrúpulos, pero con mucha fortuna -en el más amplio sentido de la palabra- que deja un estado con elevados índices de inseguridad, pésimo manejo de la pandemia con más de 93 mil contagiados y cerca de seis mil defunciones.
Al amparo de este gobierno, que gastó millonadas en publicidad e imagen, florecieron empresas y se premió a los aliados, en contraste con las graves persecuciones ordenadas en contra de activistas, defensores de los derechos humanos y periodistas no alineados contra los que aplicó toda la fuerza del Estado, sin ningún pudor. Hoy a las 12 de la noche se le acaba su tiempo y termina con lumbre contra el Palacio de Gobierno, algo nunca visto aquí. Ahora a ver si se sienta o lo sientan, porque no debe haber gobiernos bicéfalos.
Por cierto, se va el mandatario estatal sin haber publicado en el periódico oficial la reforma al Código Civil aprobada por la LIX Legislatura local para legalizar los matrimonios igualitarios en Querétaro. Me cuentan que su tirada es que el tema regrese a los diputados, que son nuevos en su mayoría, para atorarla y revertirla.
Tampoco es para sorprender. El aún mandatario -con todo y su publicitado sistema cosmos de justicia, nunca se distinguió por su apego a la ley o el respeto a la división de poderes. Ejerció el suyo, el Ejecutivo, más allá de sus facultades y frecuentemente a través del policía que estaba en la Secretaría de Gobierno y que también ya se va, por lo menos oficialmente porque está dejando sus herencias.
Este miércoles les dimos a conocer en nuestra página web la designación del diputado Juan Guevara Moreno como coordinador de la bancada del Partido Revolucionario Institucional durante el primer año de la 60 Legislatura. El y la legisladora Chela Juárez se la aplicaron al dirigente saliente del PRI, Paul Ospital Carrera, que sentía la coordinación en la bolsa.
Era suya y la dejó ir. Las cosas se le empezaron a descomponer a Paul cuando vino la decisión a favor de Abigail Arredondo para la dirigencia estatal que supuestamente le tocaba al dirigente cenecista Chucho Ramírez por acuerdo del líder nacional Ismael Hernández Deras con Alejandro Moreno “Alito”. Y ahí cambiaron las señales. “Ya se quedaron con el partido, no les vamos a dejar también la coordinación” dijeron y lo cumplieron. Quedó el cenecista Juan Guevara.
Ya inició en el Senado de la República el procedimiento para la renovación de una de los integrantes del Tribunal Electoral del Estado de Querétaro. Hay 13 candidatas al cargo, entre ellas María Nieto Castillo, María Pérez Cepeda y Esperanza Vega. ¿Les suenan? A mí también.
-EL HISTORIETARIO-
El asesinato.
El 28 de septiembre de 1994, hace 27 años, fue asesinado José Francisco Ruiz Massieu, secretario general del PRI, al salir de un desayuno con diputados electos del sector popular, convocados por el líder cenopista Mariano Palacios Alcocer.
Sin saber que la muerte lo esperaba afuera, en las calles de Lafragua cerca del Monumento a la Revolución, el también ex gobernador de Guerrero quiso retirarse antes de concluir el encuentro para asistir a la reunión de la Comisión Federal Electoral, donde debatirían su maestro Jorge Carpizo, entonces secretario de Gobernación y Porfirio Muñoz Ledo, representante del ingeniero Cuauhtémoc Cárdenas.
“Me pidió abreviar el acto para llegar a tiempo -recuerda Mariano- y nos dispusimos a bajar por los arcaicos elevadores”.
Los espacios eran insuficientes para dar cabida a los que se querían hacer visibles ante el ya ungido dirigente parlamentario. Natividad González Parás y Heriberto Galindo ven cerrarse las puertas y con ellas sus deseos de incorporación a la burbuja. Por las escaleras alcanzaron a José Francisco. Natividad se despidió ahí. Heriberto se adelantó al coche y tomó el lugar del copiloto.
Lo demás ocurrió en segundos.
Fuimos testigos El Armero y el que esto escribe.
El sicario, que luego se sabría era Daniel Aguilar Treviño, lo esperaba enfrente, afuera del Palacio de las Ferias. Cruzó la calle, tiró el “Ovaciones” en el que escondía el arma y se dirigió hacia él, que ya había encendido el coche.
El disparó retumbó en Lafragua y se hizo eco en los edificios de Reforma. Hacia el norte corrió el criminal.
En su carrera, frente al Hotel Casa Blanca, tiró la subametralladora Intratec que cayó a los pies de la secretaria Isabel Plancarte, de prensa del FNOC, quien momentos antes había dejado su coche en el estacionamiento de al lado. El boleto marcaba las 9:28, hora de la muerte de Ruiz Massieu.
Mariano Palacios quiso auxiliar al secretario general del PRI que yacía a bordo del Buick Century plateado. Ya era tarde.
A su lado, el diputado sinaloense Heriberto Galindo, en el espanto, no daba crédito, como tampoco Roberto Ortega Lomelí, en el asiento trasero, mientras Aguilar Treviño se rendía a los pies del policía bancario José Rodríguez Moreno, con su viejo rifle M-1, frente a la sucursal de Banca Cremi.
Hasta entonces reaccionaron los guardaespaldas de los diputados que a golpes lo trajeron hasta donde se encontraba Mariano. Déjenlo, protéjanlo, pedían algunos y eso se hizo. Lo cubrieron hasta que llegó –minutos después- el subprocurador Mario Ruiz Massieu, su hermano, a quien se lo entregaron.
Los demonios andaban sueltos. Después supimos que Mario era uno de ellos.
En rigor, México ya no era el mismo. El 94, el de la desestabilización, de los asesinatos de Colosio y Ruiz Massieu lo cambió. “Nos supimos del todo vulnerables” remató Mariano.
Y todavía.
-LA FRASE DE HOY-
A Josecho no le hace falta ver más box.
-JUGADA FINAL-
Las golondrinas.
Al que todavía no se quiere sentar, un definitivo ¡JAQUE MATE AL PASTOR!