¿Onde va la fila?, preguntó un cuarentón despistado que recién había llegado en busca de la preciada segunda dosis contra el Covid-19. ¡Hasta el culo del estacionamiento! ¡Ahí donde se miran los camiones amarillos!, le respondió de bote pronto el ya no tan joven Anselmo quien ha tolerado por 90 minutos el sofocante sol y polvo en los linderos del autódromo queretano.
Es el segundo día de la convocatoria para completar el esquema de vacunación dentro del grupo de 40 a 49 años y mujeres embarazadas mayores de 18 años en la capital queretana y desde temprana hora, se ha formado una interminable espiral humana que latiguea conforme avanza la fila. Y es que aún cuando el personal de la Secretaría de Bienestar, Seguro Social, ISSSTE y la Secretaría de Salud del Estado trabajan a tambor batiente, la demanda de las y los queretanos es aplastante.
En torno a la horrenda escultura del Ecocentro, se ha instalado la vendimia para quienes no le temen a la tifoidea, amibas y agudos cuadros de deshidratación; Tamales ahogados en aceite caliente, sopes, flautas, tortas, quesadillas, frutas, esquites, foodtrucks y casi cualquier fritanga conocida que algunos temerarios las acompañaban con aguas de exóticas frutas que sacaban a cucharadas de enormes vitroleros. También se venden los cigarritos “Made in China” por aquello de la ansiedad.
Como si fuera la luz al final del túnel, luego de dos horas de caminar en círculos por el estacionamiento, se alcanza a ver el acceso a las naves industriales. Algunos entrarán sin problema y aquellos que no pusieron atención a la convocatoria y que olvidaron re imprimir su formato de vacunación, llevar copia del original y el comprobante de domicilio, deberán acudir a una pequeña carpa instalada a las afueras del complejo en donde cuentan con internet, scanner e impresora para reproducir el formato y salvar así el tiempo que pasaron en la fila.
No será necesario que se vuelvan a formar. Únicamente deberán pagar los 65 pesos ¡Por copia! que cobran para bajar e imprimir el talón de vacunación. Pero no es la única opción. Un poco más atrás, fuera de la vista de los impresores, hay algunos taxis ejecutivos que por la módica suma de 30 pesos, llevarán a los apurados cuarentones a una papelería cercana que por 5 pesos más, dará la preciada impresión.
Adentro, en las llamadas células, el incansable personal de la Secretaría de Bienestar va a paso veloz con las hieleras que guardan miles de dosis de la vacuna Astra Zeneca que se aplicará a los cuarentones. Tienen una mano educada que hace casi imperceptible el momento en que la delgada aguja penetra los músculos para finalmente, inmunizar al organismo frente a la pandemia. Todo, bajo la mirada fija de los miembros de nuestras Fuerzas Armadas que cuidan a las heroínas contra la pandemia y las vacunas.
Luego de 15 minutos de haber recibido la última dosis, la enfermera pregunta ¿Algún síntoma?, ¿Dolor? ¿Todos se encuentran bien? y la respuesta de uno no se hizo esperar: ¡Yo! Señorita.. ¡Tengo hambre y me duelen las rodillas!… ¡Eso no es por la vacuna “jovencito”!, las y los presentes soltaron espontánea carcajada y a todos en orden, se nos invitó a abandonar el lugar y casi en paralelo, otros miles entraban para ser inmunizados.