Pocos saben que el poeta, ensayista, actor, difusor cultural y diplomático dedicó sus energías, desvelos y juventud a perseguir un ideal: la lucha por la democracia, militando en las filas del que fue el primero y principal partido de la oposición: Acción Nacional
Cristina Renaud
“Ya no reconozco al PAN que conocí: el de Efraín González Luna, el de Manuel Gómez Morin, de Manuel Herrera y Lazo, de Miguel S. Iturbide, porque después del 2000, cuando Acción Nacional llegó al poder limpiamente, vino la enorme decepción por la forma de gobernar, la frivolidad imperdonable, la irresponsabilidad y tontería de Fox. Y ahora con Calderón hay una incapacidad y falta de imaginación enormes. Del PAN de hace 60 años no queda nada”, afirma contundente, no sin un dejo de nostalgia, Hugo Gutiérrez Vega.
Pocos saben que el poeta, ensayista, actor, difusor cultural y diplomático, quien ha publicado más de dieciocho libros, muchos de ellos traducidos al inglés, francés, italiano, rumano, portugués, griego y turco, y que ha sido merecedor de la Medalla de Oro que otorga el INBA, entre otros muchos premios y homenajes, dedicó sus energías, desvelos y juventud a perseguir un ideal: la lucha por la democracia, militando en las filas del que fue el primero y principal partido de la oposición: Acción Nacional.
Los primeros pasos
Nacido en Guadalajara el 20 de febrero de 1934 en el seno de una familia alteña, católica, “medio cristerona”, a decir de Gutiérrez Vega, sus inquietudes políticas sólo podían encauzarse por un camino: “Acción Nacional, un partido que en aquella época era de centro-derecha y que tenía entre sus dos principales ideólogos a Manuel Gómez Morin y a Efraín González Luna”.
En 1949 ingresa al PAN, “muy jovencito, de 16 años”, y a partir de entonces cultiva una amistad muy estrecha con Gómez Morin y González Luna, a quienes “quise mucho y considero mis maestros”. Ellos guiaron su formación ideológica, sobre todo, don Efraín, padre de González Luna, quien era amigo de la familia, y el acercamiento a la literatura política que empezó, según enlista, con “los partidos populares europeos, Luigi Sturzo, su fundador; el personalismo de Jacques Mounier, así como del neotomismo de Jacques Maritain, quien tiene una manera muy especial de abordar los temas sociales y analizar el pensamiento de León XIII y de otros papas y escritores católicos como Chesterton, entre los ingleses, por ejemplo”.
“En la historia política de México –expone–, el PAN constituye un parteaguas por haber dado cauces más firmes a la lucha en favor de la democracia, y esto es su mayor mérito. Gómez Morín insistió mucho a José Vasconcelos en la necesidad de crear un partido político para que la lucha democrática encontrara el cauce dentro de la Constitución y pudiera desarrollarse, pero nunca le hizo caso. Era un señor muy descontrolado, ni siquiera mandó a hacer los boletos para su campaña que la autoridad exigía en 1929. Dos semanas antes, a galope tendido, se imprimieron.
“Finalmente don Manuel Gómez Morín fundó Acción Nacional en 1939, partido que tiene largos y muy meritorios años de lucha a favor de la democracia, a favor del sufragio efectivo, a favor de la noble elección, de la división de poderes, la lucha contra la corrupción y otros valores propios del sistema democrático, por eso me resulta ahora tan triste ver que del año 2000 a la fecha hayan gobernado tan mal y que en poco más de sexenio y medio nos haya hecho olvidar gran parte de sus méritos, y no sólo eso sino que el PRI, que es un partido perfectamente estructurado, que conserva su CTM y su CNC, va recuperando fuerzas y se prepare para regresar, cosa que me daría mucha pena.”
Un partido “para mover las almas”
En 1952 se mete de lleno en la campaña de Efraín González Luna, quien se inscribe como candidato de Acción Nacional para competir por la Presidencia de la República. Hugo Gutiérrez, quien era el propagandista de campaña, recuerda con claridad esos años: “González Luna visitó muchas ciudades del país y por primera vez se dio a conocer el PAN como un posible partido, no triunfador desde luego, porque en aquella época quién iba a ser triunfador, pero sí para estar en la ‘brega de la eternidad’, como decía Manuel Gómez Morín”. En el conteo final se le reconocieron 285 mil 555 votos, equivalentes a 7.82 por ciento de la votación. “Para esos años –valora–, el PAN mucho tenía ya de movimiento social y, por supuesto, de partido político, para ‘mover las almas’, como decía González Luna.”
Ahonda en sus recuerdos: “Yo anunciaba las reuniones y los mítines mientras recorría las calles en camioneta, hablando con la gente antes de que llegara el candidato con su comitiva. Durante la espera repartía volantes y pegaba propaganda en los muros”.
Concluida la campaña, su entrega fue recompensada con un nombramiento: jefe Juvenil del PAN en Jalisco, tras lo cual prosiguió su actividad partidista, concretamente apoyando la candidatura de Luis H. Álvarez, quien en 1956 iba por la gubernatura de Chihuahua.
Un grupo de muchachos integrado por Hugo Gutiérrez Vega, Manuel de la Fuente, Ignacio y Alfonso Arreola, Rafael Kuri, Jorge Gutiérrez Álvarez, Horacio Gutiérrez Velasco y Javier Blanco constituían el sector juvenil que acompañó a Álvarez en su recorrido por toda la República, lo que incluyó encarcelamientos.
La toma de la cárcel y la radiodifusora
“Yo estaba hablando en un mitin con la virulencia que ya había adquirido la campaña de Luis; éramos vitriólicos, éramos… ciertamente… ¡muy hocicones! Y seguro que a Leobardo Reynoso, el cacique de Zacatecas, no le gustó el tono por lo que se hizo presente en Jalpa. Yo estaba arriba, en la tribuna; Ignacio González Portillo, hijo de Efraín González Luna, y Luis H. Álvarez estaban abajo, así que los agarraron y se los llevaron a la cárcel, por lo que me quedé solo ante unas 500 o 600 personas. ¿Y ahora qué hago?, me dije. Pues hice un discurso todavía más entusiasta, invitando a toda la gente a sacar de la cárcel a Luis, mientras yo tenía la esperanza de que se me adelantaran, pero no se me adelantó nadie, todos se quedaron parados como diciendo: bájate tú y encabeza la toma de la prisión. Pues me bajé y la emprendimos rumbo a la cárcel, y como el cacique seguramente se dio cuenta de que sus fuerzas eran menores, abrió las puertas y salieron Luis y Nacho. Eso nos pasó en muchos lugares. Debo haber estado en la cárcel unas 30 o 40 veces en esa época: entraba y salía como delincuente profesional.”
Animado por los recuerdos, prosigue: “Un miembro del PAN, de apellido Monreal, pegaba propaganda cuando le dispararon en la cabeza desde una camioneta del PRI. Al día siguiente murió, así que nos reunimos muy temprano. Gómez Morín nos llamó a mí y a Carlos Chavira, que en aquella época era propagandista, para decirnos que había que informar a la ciudadanía de lo sucedido por lo que tomaríamos una radiodifusora, decisión rarísima en Gómez Morín, que era un hombre esencialmente pacífico, así que la orden sólo se explicaba por la situación tan urgente”.
“Uno de los cooperativistas me pasó una pistola, cosa para mí bastante inútil, porque si se hubiera disparado, me hubiera volado el dedo gordo del pie”, platica riendo, y continúa: “Yo no sé nada de armas, pero pistola en mano tomamos la radiodifusora, informamos al pueblo sobre el asesinato cometido por el priísmo y convocamos a la gente a asistir por la noche al mitin de Luis que resultó verdaderamente tumultuoso”.
A la distancia de los hechos aquilata que la campaña de Luis H. Álvarez fue muy importante porque “marcó el fin de dos cacicazgos: el de Gonzalo N. Santos, en San Luis Potosí, y el de Leobardo Reynoso, en Zacatecas, quien entregó el cacicazgo a Francisco Espartaco García, padre de Amalia García, la actual gobernadora perredista de Zacatecas”, acota.
“Después de lo que nos pasó –recapitula–, Adolfo López Mateos, quien era un hombre especialmente inteligente, se dio cuenta de que los caciques ya no tenían sentido en el seno del sistema y dijo una frase con la que enterró los cacicazgos: ‘los caciques duran mientras el pueblo los aguante’. Y cayeron Gonzalo y Leobardo. A este último lo mandaron de embajador a Dinamarca, donde debe haber sido un embajador pintoresquísimo”, añade con ironía y buen humor.
De la campaña por la presidencia, reconoce en Luis H. Álvarez “un candidato admirable por el trabajo tan fuerte que desempeñó en su recorrido por todo el país con el grupo de jóvenes y su esposa Blanca, una gran mujer y su compañera”.
La amnistía
Los comités municipales, creados poco antes de la campaña, ya habían dado al partido una estructura sólida, pues hasta ese momento la participación había sido estrictamente voluntarista. “El sector juvenil era muy grande y fue muy importante para la campaña. Sus primeras inquietudes políticas se orientaron hacia la izquierda cristiana; se mantenía fiel a la directiva del partido, pero tenía ideas y estrategias propias, que no siempre coincidían con la estrategia general del partido por lo que hubo una buena cantidad de conflictos que derivaron en nuestra renuncia obligada al PAN”.
Con Adolfo Christlieb en la dirigencia de Acción Nacional, quien era, “además de un buen doctrinario que conocía a fondo el pensamiento político del PAN, un hombre con olfato político, el partido ve que no sólo podía acercarse al poder, sino compartirlo. Creo que fue el primer político pragmático”, afirma, no sin acotar: “aunque use un término peyorativo”.
Gutiérrez Vega no olvida el conflicto que se suscitó entre ambos:
Yo era líder del sector juvenil cuando se dio la huelga que encabezó Demetrio Vallejo en 1959. Entonces, saltándome las trancas, involucré al movimiento juvenil del PAN y participamos en una buena cantidad de concentraciones y reuniones. En un mitin que hubo en el Zócalo, donde había 20 o 30 mil ferrocarrileros, la tribuna se colocó cerca de la puerta de Palacio Nacional, en cuya banqueta había una fila de ametralladoras. Mi discurso fue como de costumbre, muy violento, por lo que en cuanto terminé me sacaron como cantante de rock: en hombros. En la esquina me estaban esperando dos ferrocarrileros para llevarme a la terminal, me metieron en un tren y no sé después de cuántas horas y horas llegué a Mérida”.
En la estación lo esperaban dos policías para llevarlo directamente a la “horrenda cárcel de Mérida” –dice-, de donde lo sacó Eduardo José Molina Castillo, que había sido expulsado junto con otros diputados panistas por contravenir la decisión del partido de no entrar al Congreso, y de quien guarda un recuerdo afectuoso.
En cuanto salió de prisión, dos desconocidos le comunicaron que tendría refugio en Belice, “que en ese entonces todavía pertenecía a la corona británica y era gobernado por el primer ministro George Price, hombre ligado a la izquierda cristiana y a las ideas del sector juvenil del PAN, que en esa época buscaba inclinar al partido hacia la izquierda cristiana mediante un programa social con un sindicalismo libre en el que el Estado fuera el coordinador. En fin, que era un programa muy utópico, parecido al de la izquierda cristiana chilena y, en algunos aspectos, al del Partido Demócrata Cristiano de Venezuela”, explica.
Su estancia en Belice duró un mes, lapso en que el Ejército Mexicano ocupó durante la madrugada todos los locales ferrocarrileros, “decapitando el movimiento y metiendo en la cárcel a Vallejo y a Campa”. Al regresar a México y recibir las tristes noticias por boca de Manuel Fuente se dirigió a Mexicali, donde se entrevistó con una de las pocas células del movimiento ferrocarrilero que quedaban en actividad.
“Tenía unos días de haber llegado a Mexicali, cuando fui detenido y encarcelado un mes, acusado de disolución social. Con verdadero terror pensé que serían 90 años. A pesar de mi desobediencia y con una generosidad notable, Manuel Gómez Morín habló con López Mateos, quien me amnistió a mí y a otros tres o cuatro que estaban en las mismas condiciones”.
Al regresar a México se dio el enfrentamiento en el partido. “Creo que González Luna y Christlieb –explica– tenían razón en oponerse a que se diera un nombre o una denominación religiosa al partido: Democracia Cristiana o Izquierda Cristiana, porque, para empezar, se perdía el registro… La Constitución prohíbe a los partidos tener una denominación religiosa. Pero nosotros teníamos la razón en nuestra idea de inclinar el partido más hacia la izquierda, inclusive fuimos a Cuba y tuvimos una reunión con el Che Guevara y Fidel Castro planteando esto. Como se comprenderá, en su ala juvenil el PAN era bastante estrambótico”.
El encuentro con el Che
De Ernesto Guevara, con quien sostuvo “una larga plática de toda la tarde”, dice, “tengo un recuerdo entrañable. Hablamos de México, conocía bien la situación de México, sabía a qué partidos pertenecíamos. Era un hombre sumamente enterado e informado de todo. Le interesó mucho nuestro proyecto de izquierda cristiana, que de alguna manera se emparentaba con el caso chileno. Tal vez ése sea el camino, nos dijo, buscamos lo mismo pero por diferentes caminos. En una dedicatoria a Salvador Allende le dijo esto mismo en un libro. El camino de Allende era el democrático y el del Che el levantamiento popular.
“A nuestro regreso tuvimos una entrevista con Christlieb, quien, obviamente, nos dijo ‘ustedes no pueden seguir aquí’, por lo que Manuel de la Fuente, y yo entregamos la renuncia”.
Hugo Gutiérrez Vega se sintió invadido por la tristeza, ya que el proyecto de la izquierda cristiana le parecía determinante para la marcha del partido. “Yo había actuado, con la mejor buena fe del mundo, hasta con candidez, o candor, si se prefiere la palabra. Fueron 18 años de lucha por la democracia en el seno del PAN”, expone.
En 1961 fue candidato a una diputación. “Fue una campaña con unos cuantos centavos, pero muchos gritos, mucha participación de jóvenes y una buena cantidad de obreros de Tacuba. Estoy seguro de haberle ganado a Joaquín Gamboa, mi contrincante, pero como en aquella época no se sabía quién ganaba… Además él era el líder de la CTM, así es que yo la tenía perdida. Como sea fui al Congreso a defender mi caso, con el discurso más incendiario que se había escuchado en muchos años, según me dijo después Jesús Reyes Heroles.
El encontronazo con el jefe Diego
En los años en que Hugo Gutiérrez Vega tenía a su cargo Difusión Cultural de la UNAM se suscitó una polémica con José Fernández de Cevallos, “un señor tremendamente conservador de quien me burlé en un artículo. Su hijo, Diego, no me lo perdonó. Él había sigo muy amigo mío, inclusive fue mi alumno en la clase de oratoria en el colegio de los jesuitas de Guadalajara.
“Yo dirigía un grupo de teatro, Los Cómicos de la Legua, en el templo de San Juan del Río, y una vez, al salir de la función, me encuentro cinco cañones de escopeta apuntándome: eran los cinco hermanos de Diego y él que sostenía en la mano un látigo para mulas con el que me empezó a azotar. Me dio tres o cuatro feroces latigazos. Yo le di una patada, y la patada hizo que reculara, mientras los miembros del grupo de teatro con lanzas y espadas de utilería salieron a defenderme, y con eso Diego se dio por satisfecho después de haberme golpeado y mandarme derecho al hospital con golpes bastante fuertes.”
Muchos años después -comenta entre risas- Diego iría a casa de Gutiérrez Vega: “no precisamente a pedir disculpas, sino a verme y a que nos diéramos la mano. Nos vimos y nos dimos la mano”,
Poner tierra de por medio
Más adelante el presidente López Mateos, quien no ocultaba su simpatía hacia Gutiérrez Vega, viendo “mi carácter tan alebrestado y el entusiasmo que ponía yo en la lucha” lo llamó para sugerirle “poner tierra de por medio. Presente usted su examen para ingresar al cuerpo diplomático, me dijo, así lo hice y lo pasé por lo que me fui a Roma como tercer secretario”. Antes de irme Gómez Morín y yo platicamos con mucho afecto, los dos estábamos tristes, pero nos dimos un abrazo muy fuerte, y me deseo que me fuera bien en el servicio exterior. Después seguí la amistad con sus hijos, y ahora inclusive con sus nietos. Mientras yo me hice periplo diplomático.
Como miembro del servicio exterior mexicano, representó a México a lo largo de 33 años como agregado cultural y cónsul general en países como Estados Unidos, España, Italia, Brasil, Rumania, Líbano, Chipre, Moldova y Puerto Rico, también ha sido embajador de México ante Grecia (1987–1994).
Hoy Hugo Gutiérrez Vega no pertenece a ningún partido, “pero mi pensamiento es de izquierda, y considero que el movimiento social más importante que hay en este país, en el que debemos poner gran parte de nuestras esperanzas, es en el de Andrés López Obrador”.
Del PAN de ayer no queda nada
“Siento que del PAN de hace 60 años no queda nada; Gómez Morin era partidario del Estado laico, con el que se favorecía el Estado mismo, pero a la Iglesia también. Era un hombre con un pensamiento de avanzada y laico de auténtica convicción”.
Asegura que el PAN “ha sido colonizado por grupos de extrema derecha, entre otros El Yunque. Hay aspectos de la forma de gobernar que afortunadamente el Congreso ha detenido, como ha sido el ataque al Estado laico; sin embargo, en muchos estados de la República se ha prohibido la despenalización del aborto, el matrimonio entre personas del mismo sexo, entre otras cosas que la modernidad exige y que en muchos países del mundo, incluyendo España y otros países católicos, son ya hechos consumados mientras en México todavía hay grupos conservadores panistas que se oponen a que estos aspectos de la modernidad se cumplan en la vida social”.
A pesar de que el PAN luchó a favor de la democracia y en contra de la corrupción –indica-, “ahora que gobierna ha caído en acciones antidemocráticas y corruptelas muy graves. En la pasada elección presidencial hubo mucho desaseo y yo estoy absolutamente seguro de que López Obrador ganó la elección”.
De su balance sobre Acción Nacional insiste: “No lo reconozco. Estoy muy triste. No es el PAN que yo conocí, el de Efraín González Luna, de Manuel Gómez Morin, de Manuel Herrera y Lazo, de Miguel S. Iturbide, del partido de centro derecha con influencia francesa y del pensamiento cristiano. Lógicamente los partidos están hechos para llegar al poder y el PAN llegó al poder limpiamente en el año 2000, por elecciones legítimas, pero después vino la enorme decepción por la forma de gobernar, la frivolidad imperdonable, la irresponsabilidad y tontería de Vicente Fox. Y en la actualidad con Felipe Calderón hay una incapacidad y falta de imaginación, sobre todo al haber entregado el poder a la empresa privada” No obstante, dice convencido: “no me arrepiento en lo absoluto de haber pertenecido a aquel PAN, y no sólo no me arrepiento, sino que considero un orgullo haber luchado por la democracia en México, como luché en el seno de ese partido, así como de haber intentado inclinarlo hacia la izquierda cristiana”.
*Entrevista inédita. Realizada en 2010.