En meses recientes ha sido una constante el reporte de la presencia de menores y jóvenes migrantes en diversas fronteras del mundo, entre ellas, la del norte de México, con la intención de ingresar a Estados Unidos; la línea fronteriza de España y Marruecos, en Ceuta, en donde la migración africana busca llegar a la Unión Europea; en los Pequeños Estados Insulares en Desarrollo del Caribe, desplazándose por el impacto de los fenómenos meteorológicos, y recientemente en Afganistán, por los devastadores y lamentables acontecimientos actuales.
A nivel mundial, la generación de jóvenes es la más numerosa de la historia, con cerca de 1,800 millones de personas, de las cuales el 90 por ciento se encuentran en países en desarrollo. Por otra parte, la Organización Internacional del Trabajo estima que, de los 232 millones de migrantes internacionales, las y los jóvenes representan más del 10 por ciento, mientras que el nuevo informe del Fondo de las Naciones Unidas para la Infancia (UNICEF) considera que más de 60 millones de menores han emigrado a otro país o se han visto en la necesidad de desplazarse dentro de sus propias naciones.
La UNICEF informó que tan sólo en 2020 nueve de cada diez menores no acompañados que buscan asilo en Europa son niñas y niños, y que dos de cada tres son de Afganistán, enfatizando que este país “es uno de los peores lugares del mundo para la niñez”. A las razones para decidir migrar: la violencia, la pobreza, el impacto del cambio climático, entre otras, se suman las consecuencias socioeconómicas derivadas de la pandemia de COVID-19, es decir, lo que vivimos es el incremento de la enorme falta de oportunidades para una nueva generación.
Esta generación de menores y jóvenes es considerada por la ONU como la más afectada por la dificultad de acceso a la justicia y a los derechos humanos, y como la que se encuentra en la primera línea de todos los desastres, pero también la que se coloca en pie de lucha de una infinidad de causas: combate al cambio climático, tolerancia hacia las minorías, equidad de género, etc.
A este grupo social migrar le representa esa oportunidad de vivir mejor, de tener acceso a la educación y a una mejor perspectiva profesional y de salud; sin embargo, el contexto migratorio de la juventud se da en un escenario de incremento del desempleo en general, así como de falta de puestos de trabajo dignos. Lo anterior conlleva a la pérdida de capital humano e intelectual y del bono demográfico de los países expulsores.
La ONU estima que del total de la población afgana (38 millones de personas) una cuarta parte necesitará ayuda humanitaria. Lo apremiante es que dos tercios son menores de 25 años, que no conocen cómo es vivir bajo el régimen talibán y que han crecido con la esperanza de una vida mejor. La sombría realidad con la toma de Kabul por parte de los talibanes ha puesto pausa a esta esperanza. Aisha Khurram, quien representa a la juventud afgana ante la ONU, hace eco de su sentir al declarar que “Para toda la nación, ver cómo todo se hundía en un instante fue el fin del mundo”. Para ese grupo etario del país centroasiático, el Afganistán en donde crecieron ya no existe, y la situación para las mujeres se deteriora al minuto, representan el 80 por ciento de las nuevas personas desplazadas, y en las estrategias de evacuación desde Kabul es prioritaria su salida.
La realidad de las y los jóvenes migrantes, algunos ya madres y padres de familia, requiere no sólo de acción inmediata, sino también de previsión a mediano y largo plazos. La migración irregular no es un fenómeno nuevo, y seguirá en aumento mientras la precariedad en los países de origen no mejore. Los resultados tienen ya un impacto regional, primero solidario, con el ofrecimiento por parte de diversos países de acoger a población afgana, pero asimismo con la problemática para compartir la carga y responsabilidad que implicará para los países de tránsito, reasentamiento y acogida. Entre lo urgente por atender, igualmente se debe dar atención a lo importante, es decir, a las vías necesarias hacia una política migratoria legal, sostenible, promigrante, que responda con la rapidez que se requiere.
Cuando la juventud —personas adultas del mañana— tiene la posibilidad de emigrar con libertad, dignidad, equidad y bajo esquemas seguros y de protección a los derechos humanos, el impulso al desarrollo económico y social, tanto de los países de origen como de destino, se vuelve exponencial.
ricardomonreala@yahoo.com.mx
Twitter y Facebook: @RicardoMonrealA