Ofrezco al lector una disculpa por una travesura del ordenador que cambió la palabra ‘caída’ por ‘ciudad’. Aclarado el asunto, paso a ocuparme de la palabra ‘conquista’ que hemos tomado de la antigüedad romana. Viene a la mente la conquista de las Galias y, claro está, las memorias de Julio César bajo el título de “De bello Gallico”. Lo preocupante del tema de la Caída de Tenochtitlan y toda esa alharaca sobre lo ocurrido un 13 de agosto de 500 años atrás. Un acontecimiento militar, nada más. Pero al que se despoja de su complejidad. Pues la toma de Tenochtitlan fue también, dada la incorporación a las huestes de Cortés de los tlaxcaltecas, un gesto de rebeldía frente al dominio opresivo de los mexicas. Conquista y rebeldía, sí, pero a la vez el encuentro a la postre, de civilizaciones que se entrelazan en vínculos lingüísticos, gastronómicos, espirituales. Poco sería México sin España; poca España sin México. Riquezas culturales que se funden; mestizajes étnicos, sincretismos religiosos; impronta barroca en alimentos y templos. Lo demás son prejuicios, reclamos fuera de lugar, maquetas de tablaroca, regodeos en un pasado mirado con ojos iracundos, del nieto de un cántabro.
Otro síntoma más de una transformación que solo es un slogan; todo de mentiritas, contaminante como un empaque de unicel.