Luego de 20 años de permanecer en Afganistán, en abril pasado el presidente de Estados Unidos, Joe Biden, informó que el ejército de su país se retiraría. A escasas semanas del anuncio, los talibanes iniciaron una campaña militar para tomar territorio bajo su control. Finalmente, el domingo 15 de agosto, el grupo extremista llegó a la capital, el presidente Ashraf Ghani salió del país e integrantes del grupo ocuparon el Palacio de Gobierno.
El inminente arribo al poder de los talibanes ha aumentado las preocupaciones entre la comunidad internacional por los posibles efectos negativos que éste tendrá principalmente en la población local más vulnerable. Entre otras inquietudes, se esperan retrocesos en materia de derechos humanos de las mujeres, niñas y minorías étnicas y religiosas en todo el territorio afgano.
De 1996 a 2001, los talibanes gobernaron Afganistán bajo una interpretación conservadora de la ley islámica. Durante este tiempo, mantuvieron vigentes distintas medidas violatorias de los derechos humanos, entre ellas, pena capital y castigos físicos, como latigazos e incluso la amputación de miembros por delitos menores. Asimismo, eliminaron cualquier derecho para mujeres y niñas, por ejemplo, a la educación y al trabajo. Las niñas dejaban de asistir a sus colegios a partir de los diez años y las mujeres debían cubrir íntegramente su cuerpo.
Se piensa que en los próximos meses esa situación regresará paulatinamente. Las dos décadas de progreso (aunque modesto) en materia de derechos humanos para las mujeres, niñas y sociedad civil en general podrían desaparecer de un momento a otro. Tan sólo un día después de la toma de Kabul, las calles de la capital se vaciaron de mujeres, que tenían miedo de ser golpeadas al no llevar completamente cubierto su cuerpo o encontrarse fuera de sus hogares sin un tutor masculino.
Por ahora, los integrantes del grupo fundamentalista han argumentado que están comprometidos con el respeto a los derechos que ya disfrutaban las mujeres y niñas en el país. Incluso han afirmado que desean mantener relaciones de paz con el resto del mundo. Estas declaraciones muestran una visión mucho más pragmática y menos ideológica que la conocida anteriormente. Sin embargo, se mantienen las dudas sobre su veracidad. La población ya intenta huir del país por el entendible temor de vivir nuevamente bajo ese régimen.
Dada la importancia y urgencia del desafío humanitario, la Secretaría de Relaciones Exteriores de México anunció en días recientes que la Embajada de nuestro país en Irán, concurrente con Afganistán, ya se encuentra procesando las primeras solicitudes de refugio, con especial atención a mujeres y niñas afganas.
De esta manera, México honra su histórica vocación diplomática como un país que recibe en los momentos más apremiantes a niñas, niños, mujeres y hombres que huyen de la violencia en sus lugares de origen. A la par, nuestro Gobierno se mantiene pendiente de las iniciativas internacionales que intentan promover una solución pacífica del conflicto, con atención prioritaria a los grupos en situación de mayor vulnerabilidad.
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