Dedicarse a la función pública necesariamente requiere de la interlocución, de exponer, acordar, coincidir o disentir siempre a través del diálogo que permita mediar entre las partes y canalizar una comunicación impecable que resulte en un fin superior. En este sentido, en mi experiencia de más de cuarenta y cinco años como servidor público, el diálogo sobre Venezuela, con sede en México, materializa justo eso: la trascendencia del intercambio respetuoso de ideas para la resolución de conflictos y de la importancia de los actores que lo acompañan.
México fue propuesto por el Reino de Noruega como sede de este nuevo acercamiento venezolano, y del 13 al 15 de agosto atestiguó el inédito proceso de diálogo político entre representantes del gobierno de Nicolás Maduro y la Plataforma Unitaria de Venezuela, integrada por la oposición.
Lo califico como “inédito” porque en esta ocasión el amplio compromiso de la comunidad internacional, la postura de Estados Unidos y el uso del diálogo como única vía hacia un proceso de negociación que coadyuve a salir de la crisis que enfrenta Venezuela inyectan esperanza hacia un resultado alentador, que desafortunadamente no se ha podido concretar en los encuentros anteriores.
La puerta se ha abierto para la negociación y, según el comunicado noruego, el pasado domingo concluyó esta primera fase de “reuniones constructivas”, en las que se abordaron, entre otros, temas trascendentales como los “derechos políticos para todos, las garantías electorales y un cronograma para elecciones observables”.
Las partes informaron de un segundo encuentro a principios de septiembre, lo cual confirma que las expectativas en torno al diálogo venezolano son altas y positivas, en un contexto de confianza y comprensión entre las partes, y de exhorto de la comunidad internacional.
Destaca la postura de México, que se ha visto siempre impulsada hacia la comunicación pacífica, con el objetivo -como lo ha acotado la Cancillería mexicana- de “contribuir a una salida política con base en el diálogo y la diplomacia”. Nuestros principios constitucionales de no intervención y autodeterminación de los pueblos tienen como motivo que en el ejercicio de su soberanía encuentren una solución pacífica por medio del diálogo incluyente.
De igual forma, hay que destacar que nuestro país asumiera el rol de anfitrión de esta mesa de diálogo, lo cual es también muestra de la confianza en la región latinoamericana. De manera paralela, se reconoce a México como garante neutral del diálogo de reconciliación entre grupos distintos y, a la vez, se siembra la semilla de posibles futuros diálogos que aborden otros desafíos regionales y que nos den la oportunidad de unir esfuerzos entre nuestros pueblos.
La ayuda externa debe ser eso, un apoyo para solucionar las controversias, no una intervención para imponer a una de las partes, es decir, sostener el diálogo, siempre en busca de un fin mayor.
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