El siete de mayo del año 2020, el subsecretario de Gobernación, Alejandro Encinas, produjo con su interminable sentido de la delegación de responsabilidades (no de funciones), la siguiente noticia:
“El Grupo Interdisciplinario de Expertos y Expertas Independientes (GIEI) volverá a ser parte de las investigaciones sobre la desaparición de los 43 normalistas de Ayotzinapa, cometida en septiembre de 2014.
“Esto luego a que el gobierno mexicano y la Comisión Interamericana de Derechos Humanos (CIDH) -de la que se desprende el GIEI- firmaran este jueves el acuerdo por el que se confirma su reinstalación en el caso”.
Esto en buen castilla significa nada más: el gobierno de México prefirió seguirle dando vueltas al ya resuelto caso Iguala (no Ayotzinapa porque allá no ocurrieron los hechos investigados hasta la saciedad) y con la habilidad de un hamster en rueda le compró al pelón más frasquitos de tónico contra la calvicie.
El GIEI ha sido un costoso y enorme fraude. Sus integrantes son una manga de vividores, cuyo talento no estriba en investigar, sino en censurar otras investigaciones. Son como la suegra fruncida, con el dedo sobre la sobre la mesa del comedor.
“Esto tiene polvo”.
Pero lo más hilarante es la ambigüedad. El gobierno mexicano, tanto por la boca del canciller Marcelo Ebrard, como del propio presidente de la República ha arrojado pestes a la OEA.
Bueno, el presidente (como si se tratara del INE) , ya habló de desaparecerla.
No sabemos si cuando la OEA desaparezca la Comisión Interamericana de Derechos Humanos (apéndice de ella), seguirá existiendo, porque ahora sobrevive con el seis por ciento de las aportaciones de los Estados miembros del organismo continental.
Obviamente cuando se ofrecen los servicios del GIEI, se cobran aparte. Un equivalente casi de la quinta parte del presupuesto mexicano para la OEA se dejaron pedir. Y lo peor, el gobierno de Peña se los pagó en dos ocasiones. Cerca de un millón de dólares.
La subsecretaría de Derechos Humanos en la secretaría de Gobernación –cuya existencia misma es un sin sentido, pues el único posible violador de los Derechos Humanos es el Estado a través de acciones del Gobierno, no puede accionar en contra del régimen y por eso existe (o existía) una Comisión Nacional autónoma en esta materia– simplemente no ha hecho nada significativo en estos tres años.
Puro bla, bla, bla.
Tampoco en el caso de los de milles de desaparecidos (encontrar huesos no significa resolver desapariciones), mucho menos en la deficiente atención de la pandemia y ni asomarsse en el caso de la falta de medicamentos oncológicos para niños o adultos, con cuya escsez crónica y autogenerada, el gobierno viola un día sí y otro también, el derecho a la salud de miles de personas.
Y ya no hablemos de las múltiples violaciones en los penales del país o las innumerables quejas por la pésima atención hospitalaria en el Instituto Mexicano del Seguro Social y los sanatorios públicos.
En todo eso ha callado como momia.
Pwro ahora, envuelto en la bandera de la infancia ultrajada y el lerdo desafuero del pederasta diputado Huerta, Encinas se sumó a la guerra contra el coordinador senatorial, Ricardo Monreal, y le ocurrió como al perro de la tía Cleta.
–Encinas: “Se lo digo con todo respeto, senador Monreal, lamentamos mucho el que se haya excluido del periodo extraordinario de sesiones el asunto del desafuero del diputado Saúl Huerta Corona, acusado de violación y abuso sexual, lo cual envía una señal contradictoria muy negativa…”.
–Monreal: “…sobre el caso que le indigna y le reclama al Congreso, no le acepto su reclamo, licenciado Alejandro Encinas, son tiempos del Congreso y le pediría simplemente su respeto… no va haber impunidad en el Congreso y en el Senado no vamos a proteger a nadie, absolutamente a nadie…”
Nunca mejor dicho: ¡tómala, barbón!