WASHINGTON, DC. La región latinoamericana va en franco retroceso. En primer lugar, por la creciente inseguridad, en segundo por la contracción de las economías y en tercero por las crisis migratorias cada vez más frecuentes. Un nuevo foco rojo debería alertarnos a todos.
La crisis política en Nicaragua del 2018 a la fecha ha empeorado significativamente. Ese pequeño país en Centroamérica está atravesando una de las peores crisis políticas y económicas de su historia y dentro de las más graves que se han visto en los últimos 50 años en la región. Los nicaragüenses enfrentan a una familia enquistada en la presidencia que impone su cuarto período de mandato y en menos de quince días ha sometido a innumerables personalidades del país a la cárcel por la mínima protesta o por postularse a ser candidatos a la presidencia para las elecciones en noviembre de este año. Todo esto después de un saldo de cientos de miles de desplazados en Costa Rica y más de 400 personas (en su mayoría jóvenes e inclusive niños) asesinados en el marco de protestas del 2018. Hay un centenar y medio de presos políticos. La propia Comisión Interamericana de Derechos Humanos calificó las acciones cometidas por las autoridades como crímenes de lesa humanidad. La crisis política y la pandemia ha llevado a este pequeño país – que ya era uno de los más pobres del continente y del mundo – a una fuerte contracción de su economía.
Las alarmas son lo suficientemente graves para poner atención. Sin embargo, algunos políticos de la región han optado por el silencio. Hablan de la autodeterminación de los pueblos, pero olvidamos que después de los horrores de la segunda guerra mundial, también se acordó el principio de la solidaridad entre naciones, derechos humanos y derechos civiles y políticos de la humanidad. ¿Es lógico el silencio en este contexto? Cuántos años tuvieron que pasar de la crisis en Venezuela para que todos tomáramos conciencia de la dimensión y escala de la situación, hoy un problema humanitario y migratorio a gran escala.
No es comprensible el silencio de México. El único país junto con Argentina que se abstiene de pronunciarse de una situación tan crítica en el marco de una denuncia regional en la OEA. Algunas de las explicaciones que se dieron en los medios de comunicación es justamente este tema de la autodeterminación de los pueblos. Me pregunto si cuando protestamos oficialmente por una medida que toma Estados Unidos en contra de migrantes, ¿no estamos contrariando una norma o posición que hace una figura política norteamericana, elegida democráticamente por su pueblo? ¿Eso significa que no tenemos derecho a protestar o denunciar? Algunos conocidos acá en Washington, DC. me comentan: ¿por qué en otros temas que afecta a los derechos humanos no hay la misma beligerancia de parte de las autoridades mexicanas?
El principio de la autodeterminación surgió en el marco de legitimar la solicitud de muchos países para ser independientes y descolonizarse de potencias extranjeras. Esto es claramente un contexto muy distinto a la situación que se vive hoy en Venezuela y Nicaragua.
Las crisis en los países del norte de Centroamérica son ahora también una crisis de seguridad y migración en México y Estados Unidos. La situación política en Nicaragua es hoy un problema migratorio de gran escala para Costa Rica y no es remoto que venga a empeorar la situación de los migrantes que cruzan por México. Con rarísimas excepciones en el mundo, las dictaduras se traducen en atraso económico, pobreza, migraciones masivas y exclusión. ¿Por qué guardamos silencio entonces con lo que sucede en Venezuela y Nicaragua?
*La siguiente columna saldrá el día 16 de Agosto de 2021.