Tierra de nadie. Antigua expresión militar en cuya definición se describe el terreno entre dos frentes de batalla.
Leamos una definición de Antonio Campillo:
“…En sus inicios, y hasta la aparición de los tanques acorazados, la Gran Guerra fue sobre todo una guerra de trincheras y dio lugar a frentes de combate más o menos estabilizados, separados por una franja de tierra que comenzó a ser conocida como tierra de nadie (en inglés, No man’s land)…”
“…Por cierto, este es el único significado que el Diccionario de la Real Academia Española (DRAE) atribuye a la expresión tierra de nadie: “Territorio no ocupado que, en el frente de combate, separa las primeras líneas de los ejércitos enemigos”.
Aquí las trinceras son de los grupos criminales en disputa, con una diferencia: ellos han desplazado al Estado. Lo han converetido en el dueño del vacío.
Parece mentira el silencio oficial en torno a este fenomeno, presente en cada vez más territorios del país. La ausencia de las autoridades legítimas y la falta de cumplimiento de sus deberes protectores; la ridiculez de garantizar el paso carretero por sólo unas cuantas horas porque el resto del tiempo es peligroso, coloca a las fuerzas de seguridad en el campo de lo ridículo.
Y si a eso se agregan las pedreas de ciudadanos armados y las humillaciones por omisos, porque el comandante supremo les ha ordenado repartir besos y abrazos, el panorama deja de ser de nadie: es de alguien. De los delincuentes.
Por eso, más allá de este concepto bélico, la tierra de nadie en nuestros días es una expresión política para definir la ausencia institucional, la marginación jurídica y admnistrativa de una región donde el Estado se ha replegado,como si no existiera.
Un ejemplo de eso es, claramente, Aguililla, Michoacán.
Tierra de nadie a la cual no puede —o no quiere–, entrar el presidente de la República porque no desea darles oportunidades a sus adversarios.
¿Oportunidades de qué? ¿De criticarlo y señalarlo?
Pues ya lo hacen a causa de su reticencia…
Al no presentarse ahí, le está dando la espalda a los ciudadanos, entre los cuales debe haber algunos decepcionados votantes suyos, por no abundar en cómo le muestra los dorsales a su responsabilidad.
Esa zona ya es tierra de los narcotraficantes quienes se la han apropiado y escriturado, de facto y para ellos, ante la oquedad originada por el Estado nacional. Y ya ni hablar del gobierno estatal o la miseria del municipio.
El único Estado presente en Aguililla en los últimos meses, ha sido el Vaticano, a través de su nuncio, el Monseñor Coppola quien lo dijo claramente mientras caminaba por las calles del pueblo en disputa mafiosa:
“La mafia florece cuando el Estado se ausenta.”
Una de las más patrióticas actitudes de nuestro querido gobierno fue cuando se desmintió al jefe del Comando Norte del gobierno de los Estados Unidos, El general Glen VanHerk quien dijo: del 30 al 35 por ciento del territorio mexicano es controlado por organizaciones criminales.
Y cuando emigran –le faltó decir–, terminan siendo un respaldo económico insustituible para el raquítico país atenido a sus remesas.
“…Diré (opinó el general), que es un síntoma de un problema más amplio (refiriéndose al tema de los migrantes)… no voy a involucrarme en política ni en llamar crisis o no a la situación, lo cierto es que necesitamos un frontera segura y saber quiénes vienen… todos estos son indicadores y razones de por qué la gente deja Centroamérica, Sudamérica y México para venir a nuestra nación.
“Cuando digo síntoma -agregó- narcotráfico, migración, tráfico humano, todos son manifestaciones de las organizaciones criminales trasnacionales, que operan con regularidad en áreas sin gobierno, del 30 a 35% de México, y es lo que está creando alguna de las cosas que enfrentamos en la frontera…”.