Juan Antonio de Urrutia aún tiene en su memoria —cuando niño— de aquellos consejos que el presbítero Jacinto Garay le aleccionaba en los pocos ocho meses que estuvo en el colegio, aunque su padre no sabía leer ni escribir, ese tiempo le permitió hacerse de lo que tuviera para poder defenderse en la vida. Un real al mes para los que quisieran aprender a leer y dos reales a quienes también desearan escribir, si ya también querías aprender a cantar ¡serían tres! En aquella desvencijada escuela del Valle de Gordejuela.
La voz del presbítero resonaba:
—¡Que de jumento jamás deberás ser tildado Juan Antonio! Lo poco que has sacado de provecho te servirá para toda tu vida, sin embargo, los tiempos que se viven son más para esperar hacer de comercio en ultramar, en la Nueva España, a donde raudo deberás de partir ¡no esperéis!
—¿Cómo comenzaré los negocios? No tengo un real por la mitad.
—¡Con la divina providencia Juan Antonio! ¡la divina providencia!
La sala de espera del arquitecto Pedro de Arrieta era de por sí sencilla —a pesar de que el barroco era la antesala de toda construcción de esos tiempos— un título pende sobre la entrada principal:
“Maestro Mayor de las obras de este Santo Oficio” “Maestro Mayor de este Reino y de la obra y fábrica material de esta Santa Iglesia Catedral Metropolitana, de esta Corte y de estas Casas Reales” y “Maestro del arte de la arquitectura” a su Excelentísima Don Señor y Atento Maestro Pedro de Arrieta vecino y colindante Mestizo de la ciudad de Pachuca”
En espera el Marqués se he de sus tiempos observando pequeñas muestras de retablos de talla, seguramente pertenecientes a algún cuerpo de Templo, le llamaba la atención tan excelsa obra en tan singular tamaño, pareciera fueran a salir pequeñas personas a hacerse del servicio, pero con una exactitud privilegiada.
En tareas de ocio estaba cuando apareció el Maestro Mayor —que a tenor de decir la verdad, era más bien bajo y de talla morena como el cobre— haciendo el saludo de reverencia —por estar ante un Marqués— se dispusieron a la lectura de la petición que hiciera el último a los aconteceres de lograr que tan noble Maestro estuviera al tanto de la construcción de un proyecto hidráulico para la zona de la llamada Vieja Cañada, en aquella ciudad a la que los españoles le llaman Puerta de Tierra Adentro —aún decir Querétaro era de hacer notar que continuaba siendo tierra de indios—.
El escriba del Maestro Mayor leía el antecedente de Juan Antonio de Urrutia —que había sido prescrito por el archivo de Indias de naturales Peninsulares—:
…Que Don Alfonso Ramírez de Prado …le conoce hace más de 15 años. A través de personas sabe que casó con persona de calidad, a quien conoce y conoció también a sus padres, y que usa también de otro apellido por cierto mayorazgo que por la mujer posee. Se como siempre con estimación, lustre y decencia, y que sirvió a su majestad con préstamos de dinero muy considerable y sin intereses…”
—¿Es de verdad señor Marqués?
—¡Sí mi Señor escribano! —aburrido a que en cada cortesía tenían que leer su estirpe, era la segunda visita de la semana y le aún faltaban seis.
…por casamiento que hizo en México con doña María de Pujadas, y por ella posee un mayorazgo con cláusula de usar del apellido de Gerónimo López de Peralta; y por eso lo firma después que se casó …”
—¿Es de verdad señor Marqués?
—¡Sí mi Señor escribano!
…en 8 de julio de 1681, a su madre, firmando con el nombre completo: Juan Gerónimo López de Peralta Urrutia. Su padre había muerto en 1679, y fue enterrado en lugar destacado de la parroquia de Llanteno.
—¿Es de verdad señor Marqués?
—¡Sí mi Señor escribano!
…En este ayuntamiento pareció Domingo de Urrutia, vecino del Valle de Llanteno, y exhibió una carta del Capitán Juan Gerónimo de Peralta Urrutia, su hermano, vecino de la ciudad de México, en que da a su señoría las debidas gracias por haberle nombrado por uno de los señores alcaldes de esta tierra, y ofrece favorecer a los hijos de ella. Su señoría mando se ponga en el rollo de autos, y que el Sr secretario responda en nombre de su señoría…
—¿Es de verdad señor Marqués?
—¡Sí mi Señor escribano!
…Consta que el Conde de Paredes, Marqués de la Laguna, del Consejo y Cámara de Yndías, siendo Virrey y Capitán general de las provincias de Nueva España, escribió a su majestad en 15 de agosto de 1684, en que se refiere que Usted pretendiente, residente en la ciudad de México, había hecho a su Majestad por su mano los servicios de dos préstamos tan considerables como de 200.000 pesos en el despacho de la flota de 1683, y de 100.000 pesos para el de Filipinas de 1684 sin intereses, sobre haber bajado personalmente en la ocasión de la invasión de Veracruz con una compañía de 100 caballos a su costa. Cuando esto escribe, el Sr pretendiente le sirve en el oficio de Alcalde ordinario en la ciudad de México, por merced hecha en interim de alguacil mayor de la Inquisición de Nueva España…”
—¿Es de verdad señor Marqués?
—¡Sí mi Señor escribano!
El Maestro Mayor interrumpió al escribano —¡Sí ya Sr Escribano! ¡todo nos consta!… ande ¡a cumplir su razón del día!… ande— ¡Cerrando la puerta de un solo empujón!
El Marqués desdobló los planos que guardaba en su maletilla, dejando a un lado los pesos y los andamios, le mostró el estudio de la línea de tiro desde la fuente del socavón principal, la pendiente que elevaba y un tiro de más de distancia.
—¡Es una obra majestuosa Sr Marqués! llevar a gua a la antigua ciudad de Yndios por la llegada de los peninsulares y acercarles a la justa equidad de las ciudades españolas de este reino, requerirá de un insumable cuerpo de trabajadores.
—¡Tengo cuadrilla de naturales!
—¡A cuantas pajas de fuerza para con el agua Sr Marqués le cuenta el cálculo?
—¡He planeado que a unas cuatro mil en su mejor día!
—¡Observo con atención que son demasiadas!
Le mostró la lista de los materiales —tal cual habían quedado en anterior misiva— juntos establecieron las cantidades estimadas, aunque ya comenzada la obra, serían mayores lo que se requeriría.
120 planchas, 2 345 maderas y vigas al valle para formar las cimbras necesarias para la fabricación de tan pesada y elevada máquina; debiendo entrar en cuenta la multitud de 400 cuerdas de tres tripas y groso de mano, 2 498 mecates y 231 poleas para subir los materiales, 600 garruchas, 400 maromas, 2341 lazos, 300 reatas pequeñas, 110 lías de cuero, 5 000 cubos, 4 000 cajones y demás instrumentos.
—Con los materiales y las costas nos resultaría… ¡132 mil monedas de oro.
—¡Con esa cantidad podemos construir otra catedral en la propia ciudad de Puerta de Tierra Adentro!
—¡No es menester!
—Requeriremos de madera, en propio de cantidades completas para las cimbras y los canales de real cimiento ¡Una selva completa! ¿Llevará recubrimiento la obra?
—¡No se ha estimado! seguro que en futuro cercano le podremos recubrir, pero temo del peso de tan colosal estructura podría colapsar o hundirse, la tierra es de cultivo y de ojos de agua.
—Si se cimienta bien para el recubrimiento de cantera blanca, pesará en cuerpo tres partes más y los pilares serían de anchos como de largos, observo propio que se quede sin recubrimiento y sean tan altos como las varas necesarias para el declive, el tiro largo es de 984 varas, de alto por 18 varas o 20, según la fuerza del declive.
Ciudad de Puerta de Tierra Adentro, visita de la Marquesa a las hermanas Capuchinas en merced de tener un tiempo de atención, por las obras de su señor esposo. 1720, carta de información a su Excmmo. Marqués de la Villa de Villar el Águila.
Cuando las Madres Capuchinas pasaron a fundar a Querétaro, le propongo a Usted Señor Esposo que la Marquesa habíamos de acompañarlas, yo lo procuré excusar, por lo que se vahó de las mismas madres y especialmente de nuestra abadesa que fue de fundadora y de la que acá lo era, Sor Bernardina, quienes me llamaron y pidieron que las acompañáramos, volvime a mi casa sin quedar en nada, díjele a la Marquesa después de otras razones, que mirase que las consecuencias que habían de seguir habían de ser muchas y de grandes gastos, por lo que el acompañar a las Madres era constituimos padres y amparadores suyos.
Volvió con su natural compasivo y gana, que por entonces tuvo de ir, a pedirme fuésemos a dejarlas y qué si la Marquesa de Altamira salía de aquí con dichas Madres, nos adelantaríamos a la Goleta para recibirlas allí y proseguir en su compañía, a que hube por darle gusto de condescender empezando ya desde esta Ciudad las consecuencias que había yo prevenido que fueron las siguientes.
Luego me pidieron las madres, habíamos de llevar en nuestra compañía a una niña que se dijo era pariente del Dr. Torres, que iba a tomar el hábito, a que se siguió haber de apadrinarla, en cuya entrada y celebridad de su profesión se gastó lo que se dirá.
Habíamos de apadrinar a la pariente que hoy es, Sor Micaela, que se hizo, aunque no fue en nuestra compañía, y la llevó don Manuel de Triarte, tomó el hábito en un mismo día y profesó con la niña expresada arriba y en su entrada y profesión se gastaron más de 1500 pesos, independiente de nuestro gasto y el de dicho recibimiento en la Goleta, que éste fue como que pasaron de 200 personas y se agregaron otras costas que por mi espero me respondéis.
Con el amor que la Marquesa profesaba a nuestra tía sor Marcela y a la parienta sor Micaela, me asentó por cierto, que todos los años había de ir a Querétaro, a que le dije que si así había de ser, no podía incomodar a ninguno pidiendo casa en que parar, porque aunque manifestasen gusto en dárnosla, se les haría mala obra y sería poca consideración nuestra y que de ir todos los años, compraría yo casa, a que asintió y compré su sitio para labrar la que poseemos en dicha ciudad y costó su fábrica 27,000 pesos y más de 700 pesos que importan los cuadros, sillas, bufetes, escritorios, cajas y otras cosas de su adorno.
Cónstale a la Marquesa que cuando las madres fueron no hallaron en el convento, ni un petate para sentarse y que un todo de mesas, bancos, tinajeros y cuando fue menester lo costeé y di, y hasta hoy lo estoy costeando y costearé, pues es punto acabar lo que em pieza y más siendo a tan buen fin; y habiéndose maltratado lo más del convento y bóvedas de la iglesia, tengo compuesto parte y lo demás se hará pasadas las aguas, lo que costará 1 500 pesos.
Todo el daño empezó desde los principios, he costeado el agua para el convento y otras muchas cosas precisas que sabe la Marquesa y en el discurso de los 13 años casi que ha fueren dichas señoras religiosas, no baja de 10 000 pesos el gasto que llevo reportado.
A tu permiso y oración de tu leal esposa la Marquesa, a quien te profesa amor y obediencia, a tu tenor de tus nobles quehaceres por el bien de mis hermanas capuchinas, sirvas a entregar lo requerido en prontitud y apego a mi corazón y de mi amada hermana tía Marcela y Micaela.
Tuya en altitud y esmero:
La Marquesa.
Continuará…