Una vez conseguida la capitulación de San Juan del Río y la rendición de los realistas en San Luis de la Paz, “fue fácil cosa emprender el sitio de Querétaro con buen suceso, porque el ejército independiente no tenía otro objeto que los distrajese”
Lauro Jiménez
El 18 de junio de 1821 comenzó el sitio de la ciudad de Querétaro
Agustín de Iturbide Iturbide se dirigió el 22 de junio a San José Casas Viejas para verificar la rendición en San Luis de la Paz de la división realista al mando del coronel Rafael Bracho y el teniente coronel Pedro Pérez de San Julián ante las tropas del Ejército Trigarante, dirigidas por el coronel José Antonio de Echávarri. Permaneció en San José hasta el día 25, en que regresó para estrechar el sitio de la ciudad de Querétaro.
Según Carlos María de Bustamante, una vez conseguida la capitulación de San Juan del Río y la rendición de los realistas en San Luis de la Paz, “fue fácil cosa emprender el sitio de Querétaro con buen suceso, porque el ejército independiente no tenía otro objeto que los distrajese”. Al mismo tiempo, desde su cuartel general ubicado en la hacienda de El Colorado, en los días previos el Primer Jefe echó a andar el plan para sitiar y lograr la capitulación de la ciudad de Querétaro.
El 18 de junio se empezaron a acercar a la ciudad la división trigarante del coronel Luis Quintanar, a quien se unieron varias compañías del cuerpo de Zaragoza que habían desertado; se instalaron en la hacienda de Casa Blanca, propiedad del coronel Pedro de Acevedo y Calderón, quien también era dueño de El Colorado y otras fincas ubicadas al sur de Querétaro, en el distrito de El Pueblito. De igual forma, se enviaron batallones al barrio de San Francisquito.
Con la deserción de soldados realistas, la guarnición se redujo a 350 infantes y 300 hombres de caballería, según el comunicado que el 10 de junio envió el brigadier Domingo Luaces al virrey Juan Ruiz de Apodaca. Pese a las continuas deserciones, el comandante realista hizo los arreglos necesarios para defender la plaza. El día 21 el Batallón de Zaragoza estrenó su vestuario de gala y se gratificó a toda la milicia. También ordenó Luaces que las tropas realistas ocuparan el Santuario de la Virgen del Pueblito, luego que al iniciar el mes fue traída a la ciudad para evitar su profanación.
Quintanar inició el ataque
La madrugada del 24, Luaces mandó retirar las guardias de la línea exterior a la interior y se abandonaron sus parapetos; además, en las esquinas de la ciudad se fijaron rótulos donde se advertía al público que desde la oración de la noche hasta la salida del sol no se aproximara a tiro de fusil a las cortaduras, ya que “de éstas se haría fuego a todo bulto”. Los vecinos fieles a la causa del rey vivían momentos de gran tensión, pues veían que la situación era crítica. Querétaro estaba a merced del ejército de Iturbide y en cualquier momento se estrecharía el cerco.
La noche de ese día, Quintanar ejecutó la orden enviada por Iturbide y con la fuerza del recién llegado Codallos penetró hasta la Fábrica de Cigarros, para lo cual derribó una muralla sin oposición alguna. A esas horas llegó un cañón, lo que permitió a los trigarantes adelantar una cuadra hasta la iglesia de San Felipe Neri. Más tarde, Quintanar recibió la respuesta del ayuntamiento sobre la intimación a rendirse, la cual remitió a Iturbide.
Mientras tanto, la comunidad religiosa del convento de la Santa Cruz pasó la tarde del día 26 al claustro del Carmen, para dejar libres las celdas a la tropa realista de Zaragoza; lo mismo hicieron los soldados de los regimientos del Príncipe y Sierra Gorda, que habían quedado en la segunda línea de fortificación. Al no poder defender el amplio recinto de la ciudad, Luaces concentró todas sus fuerzas en el convento de misioneros crucíferos, por ser un edificio fuerte que domina la población.
El mismo día, Luaces circuló por los cuarteles de la ciudad una enérgica manifestación, en la que hizo ver su resistencia y determinación para defender la ciudad, al tiempo que dejó abierta la posibilidad de la capitulación ante la “escandalosa deserción que se observa en las tropas de esta guarnición”. Dijo al resto de sus tropas que “un sagrado deber constituye a todo soldado en el de sacrificarse por el gobierno cuyas banderas ha jurado; pero este justo sacrificio de la vida tiene sus límites que fija el honor con arreglo a las circunstancias”.
A la carta que Luaces dirigió al virrey el 10 de junio, la cual interceptó Iturbide, quien se la remitió al comandante realista, éste le pidió al Primer Jefe el 27 de junio que en caso de no tener respuesta a la petición de auxilio que le hizo al conde del Venadito, se cubra su honor, el de sus oficiales y la tropa en caso de capitular, para evitar la efusión de sangre, sin batirse con el ejército de la independencia.
La mañana de ese día entró a la ciudad Agustín de Iturbide, procedente de San José Casas Viejas; lo salió a recibir su oficialidad y multitud de pueblo; se alojó en la Real Fábrica de Tabaco. En el asalto a la trinchera de la factoría participó un antiguo insurgente queretano: Luis Mendoza, de oficio peluquero, uno de los agentes más activos de Epigmenio González, quien fuera detenido el 14 de septiembre de 1810 al ser descubierta la Conspiración que se gestó en Querétaro, dirigida por el capitán Ignacio Allende y el cura Miguel Hidalgo.
La víspera de su arribo a la ciudad, Iturbide ordenó a las tropas que se hallaban en el cuartel de la hacienda de El Colorado avanzar sobre Querétaro. Antes del mediodía del 27, aparecieron por la Cuesta China; al llegar a la hacienda de Carretas tomaron por el camino de Callejas y entraron a la ciudad por las calles del Rastro -hoy Juárez Sur, entre Zaragoza y Reforma- y Jaime. Igual hicieron las que desde el día 18 se instalaron en la hacienda de Casa Blanca al mando de Quintanar. Para entonces, el Ejército Trigarante sumaba una fuerza de 10 000 hombres, conforme a la estimación de Lucas Alamán.
Al mediodía inició el tiroteo de fusiles desde la cortadura de la Alameda por parte de los independientes contra la guardia de Zaragoza, que estaba en la esquina de la Academia, hoy Juárez e Independencia. Los realistas habían hecho unos parapetos sobre el edificio y al acercarse los trigarantes hicieron una descarga vitoreando al rey; éstos contestaron de inmediato al grito de ¡Viva la independencia! El pueblo, que vitoreaba a los independientes desde su entrada, se enfureció y gritando mueras a los gachupines, arrojó piedras al edificio acompañadas de vivas a Iturbide y al Ejército Trigarante. Los realistas huyeron por las azoteas y los trigarantes siguieron su marcha hacia el centro.
Los independientes entraron a la Plaza Mayor por la calle del Hospital Real -hoy 5 de Mayo- seguidas por una muchedumbre de esta ciudad y varios lugares del Bajío; la poca tropa realista se replegó al convento de La Cruz. Ante esta circunstancia, el ayuntamiento se vio obligado a parlamentar con Iturbide, a nombre del pueblo; mientras, en lo militar se trató lo relativo a la capitulación con el brigadier Domingo Luaces. Se suspendió el fuego por una y otra parte. A las cinco de la mañana del día siguiente, los realistas colocaron la bandera blanca en la trinchera del fuerte de La Cruz; mientras Quintanar ordenó que se hiciera lo propio en la trinchera independiente.
Una vez que la guarnición realista se redujo al convento de La Cruz, Luaces propuso capitular. Para ello, ambas partes nombraron los respectivos comisionados; por parte de Iturbide fueron el coronel Anastasio Bustamante y el teniente coronel Joaquín Parres, y por los realistas los coronel Gregorio Arana y Froilán Bocinos. De esta manera, luego de casi tres siglos se puso fin al periodo virreinal en la ciudad de Querétaro, antiguo bastión realista.
Agustín de Iturbide continuó dos semanas en esta ciudad, donde dictó diversas disposiciones tendientes a organizar el movimiento trigarante y construir el nuevo gobierno. En ese lapso, hizo patente su fervor religioso mediante una manifestación pública de gratitud a la Virgen del Pueblito, al asistir el 3 de julio al templo de San Francisco, acompañado por gran parte de sus oficiales, a una misa solemne y Te Deum en honor a la patrona de los queretanos, para celebrar la entrada de la independencia a Querétaro y la rendición de nuestra ciudad a las armas del Ejército Trigarante sin derramamiento de sangre.
Con este motivo, la víspera repicaron las campanas en todas las torres y la iglesia se adornó hermosamente; asistieron los miembros del ayuntamiento, los prelados del clero secular y los religiosos de las diversas órdenes. Cantó la misa el doctor Félix Osores Sotomayor, a quien acompañaron como diáconos el licenciado Francisco María de Berazaluce y el cura Felipe Ochoa; predicó el doctor Joaquín de Oteyza y Vértiz. Durante la ceremonia se escucharon tres descargas por parte de uno de los regimientos instalado afuera del templo.
La solemnidad de la celebración religiosa fue memorable, razón por la cual las autoridades civiles y eclesiásticas, así como el vecindario de la ciudad, la recordaron con emoción por mucho tiempo. Los cronistas de la época y, en particular, el historiador Valentín Frías dejó para la posteridad una amena crónica sobre el suceso. Incluso, todas las provincias novohispanas pudieron conocerlo a través de la publicación que hizo el periódico Ejército Imperial Mejicano de las Tres Garantías, en su edición del 5 de julio de 1821 fechado en esta ciudad.