Con la molestia acumulada de los días recientes, especialmente por las interpretaciones sobre la derrota electoral en la ciudad de México y la irresponsabilidad de su equipo en la Línea 12, cuyo cataclismo le abolló la corona, el presidente anuncia una nueva atracción en su espectáculo “mañanero”: la exhibición de las noticias falsas.
Ahora, así como exhibe a las gasolinerías con variaciones diez o veinte centavos mayores en el precio del combustible, promete llevar a examen las “noticias falsas” (supongo) de los medios tradicionales.
Y ojalá nada más lo haga con esos medios –donde las cosas se publican con nombres y apellidos–, porque si se pone a buscar la falsedad en las redes sociales –incluyendo las de sus “cibersicarios”, “infoporros” y demás–, le costaría a su equipo demasiado tiempo escarmenar el piojero del ciberespacio.
Y esta muy bien la divulgación de las falsedades en los medios, sobre todo cuanto estos ya se han cansado (nos hemos dijo el otro), de exhbiir las mentiras del gobierno.
Vamos viendo cómo se empatan los cartones, o como dicen en el beisbol, como se juega con el “score”.
Porque en estos días las cosas van más o menos así: del inicial, diciembre del 2018 a mayo de este año (conste, todavía no se incluyen las “mañaneras” del periodo preelectoral, ni las más recientes), en las comparecencias matutinas se habían pronunciado 53 mil 773 falsedades, mentiras o dichos no comprobables.
El “score “ (obviamente obtenido del sitio “Spin” de Luis Estrada), va muy cuesta arriba para él.
Mas de cincuenta mil falsedades son muchas para alguien cuyo credo y compromiso es no mentir ni engañar. Quizá no mienta deliberadamemte y posiblemente no engañe a todos, porque ya sabemos aquella hermosa frase de Abraham Lincoln cuyo texto debería estar inscrito en el dintel de todas las oficinas del poder:
“‘You can fool some of the people all of the time, and all of the people some of the time, but you cannot fool all of the people all of the time”. Y eso, en castilla explica la posibilidad de engañar a algunos o a muchos durante un tiempo, pero no de engañarlos a todos todo el tiempo.
Así pues vamos a ver cómo resulta este experimento de la divulgación de las noticias falsas de este lado. Del otro, ya sabemos
A fin de cuentas quien no se haya enterado de la falsedad se va a enterar de la réplica, la muestra, la denuncia o cómo se le quiera llamar a este “balconeo”, y entonces la ponzoña durará más tiempo.
Si se quieren desmentir las noticias falsas, hay otras formas menos favorables hasta para ellas, pero cada quien su estrategia defensiva.
Con todo el aparato (y el dinero) de divulgación y propaganda en sus manos, el presidente se muestra ofendido por la capacidad y penetración de los medios tradicionales, tan chiquitos, tan poco circulantes, tan magros, tan débiles como para hacerles tanto caso.
–¿A poco los pasquines como el NYT, “The Economist”; o los locales Reforma, El Universal, Crónica y otros somos tan poderosos, persuasivos, insidiosos y capaces? ¿Por fin?
Y como un documento para el análisis posterior, para contrastar las intenciones con los resultados, registremos estas palabras:
“…vamos a estar aquí dando a conocer todas las noticias falsas y también aclarando, informando, aunque hay gente conservadora que no quiere ver la mañanera, o sea, ni vernos; entonces, pues por eso también los manipulan; porque si vieran la mañanera, pues aquí tendrían información de lo que está sucediendo, pero se quedan sólo con la información que les dan sus medios…”
Como decía un merolico en San Juan de Letrán: que no le digan, que no le cuenten…porque a lo mejor le mienten.
Aquí hay una clave: manipular.
¿Y la mañanera no es un constante ejercicio de ventajosa manipulación desde el poder?