SABINO MEDINA
La historia es la unificadora y compendiadora final de todo el quehacer social y político del hombre; de la ciencia y la poesía; lo difícil, para cada quien, es encontrar esa conexión real y no pernos en la lírica y en la subjetividad de cada quién, sino en la de todos, dentro del tiempo y los espacios.
López Velarde es eso, lo hubiera sabido él, consciente o inconscientemente. Nadie podrá entender a cabalidad y Pushkin, a Gogol, Tolstoi, sino conoce a la Rusia feudal histórica en que les tocará vivir a cada uno de ellos. Y a la Europa con la ese pueblo estuvo en estrecho contacto histórico; ni modo de evitar esta realidad.
La poesía, como todo el arte, la música y la ´pintura, parecen ser una creación absolutamente espiritual y lo es y no lo es tanto; porque hasta cuando se dice esto, resulta una consecuencia histórica, un hecho real y subjetivo sin querer parodiar a Hegel, que expresara que todo lo racional es real y lo real racional.
>Los críticos, sólo críticos puros, montados en Rocinantes inexistentes, solemos extraviarnos y atribuirle al poeta tal y tal intenciones reducidas a su mera individualidad. No es así; Ramón López Velarde del proceso real y abstracto con que su sensibilidad se hizo y se iluminó en medio feudal hundido, frontera Chichimeca, cuyos pequeños propietarios de la tierra lindaban con las grandes haciendas limítrofes entre Jerez y Villanueva. Esto mismo constató Esquivel y Obregón, cuando contraste una realidad municipal y otra, pero bajo la cual yace el despoblamiento chichimeca que puso por frontera entre su realidad y la Colonia, a Jerez hoy conocido como de García Salinas, un precursor lejano de la Reforma, ante de Juárez y del general Jesús González Ortega.
Cuando Ramón López Velarde se ahonda históricamente, en aquello que escribe: Cuauhtémoc, “Joven abuelo, permíteme loarte, único héroe a la altura del arte”, se me ocurre preguntarme ¿quién, que realidad le dijo a ese pequeño burgués agrario, que evocara a una de las mayores y más grandes figuras de nuestra historia nacional?
¿Alguna vez, en su infancia, seguramente vio transitar por esos lares a los indígenas Huicholes que hacen año con años su peregrinación en busca de la biznaga sagrada, (peyote), camino que por siglos y hasta ahora siguen transitando esas etnias?
De que es intimista y subjetiva su poesía, ni dudarlo, pero por eso es profundamente real y concreta como la música de Candelario Huizar del que poco se acuerdan por allá, oriundo de la misma “Labor”, de los mismos lares de Jerez, Monte Escobedo y Tepetongo, hoy asolados por las bandas organizadas.
Cuando se encuentra con la poesía del inmenso peruano, también indígena, mestizo y provinciano, César Vallejo, uno no puede dejar de hermanarlo con Ramón López Velarde sin que los diferentes tiempos lo hagan mermar y desmerecer el uno frente al otro. Es lo mismo que la música popular y la clásica, las dos proceden de la realidad, de realidades distintas y se encajan en la subjetividad de quien las capta y las expone abstractamente, unos en la música, otros en la poesía y la literatura.
A propósito de la estadía de AMLO en Jerez, en recordatorio de cien años de la muerte del gran bardo jerezano, cabe recordar que a unos pasos, entre Jerez, La Quemada, Chicomostoc y lo que se conoce como “Mal Paso”, lugar donde cerca de ahí, se bifurca el camino a Guadalajara del que va a Jerez, fue ahí donde Benito Juárez, en su errar por el país, engañó a Miguel Miramón, dejando que el carruaje que lo llevara siguiera su camino con rumbo a Guadalajara y Villanueva, en tanto que el ilustra Oaxaqueño y Presidente perseguido y errante, montó a caballo, adentrándose en esos lomos por la inmensidad de los agostaderos de esas enormes hacienda, como la del “Maguey”, “Mal Paso”, cuyos grandes propietarios ausentes, ni siquiera lo pudieran advertir en su huida para escapar de las fauces de Miramón. Al que luego fusilaría Mariano Escobedo en El Cerro de “Las Campanas” en Querétaro.
El mismo Miramón fue derrotado en Calpulalpan, Querétaro, muy cerca de El Zarco y Aculco, por el general Jesús González Ortega, mismo que acuerpara al gobernador coronel Víctor Rosales, de Miguel Auza, material de elegía histórico poética que acaso tuvo un ligero presentimiento Ramón si hubiera transitado su vida más allá de 1921, 19 abril, cuando muriera añorando la tierra yerma de su Jerez querido al que nunca volvió. “Mejor sería no regresar al pueblo…” escribió alguna vez y se puso a caminar por la urbe donde a causa de la lluvia, contrajo una pulmonía.
“Fuensanta, ¿tú conoces el mar?, dicen que es menos grande y menos hondo que el pesar…. Hazme llorar hermana y la piedad cristiana de tu manto inconsútil, enjúgueme los llantos con que lloro el tiempo triste de mi vida inútil?
Igualmente, cuando uno se adentra en la poesía de Manuel Escorza, otro peruano, no deja de estremecerse con el modo universal de las palabras con que se hace toda la poesía del mundo y de Jerez, México, este, país de política superficial y trasnochada; como aquello de que: el Niño dios, te escrituró un establo y los veneros de petróleo, el diablo…. “Suave Patria, tu casa es todavía tan grande, que el tren va por la vía, como aguinaldo de juguetería…”