El paso del Ejército Trigarante por La Cañada
Tras salir victorioso de la acción de Arroyo Hondo el 7 de junio, Agustín de Iturbide se dirigió a San Juan del Río, que había capitulado un día antes en los mismos términos que Valladolid. Con aquella estratégica plaza bajo control del Ejército Trigarante, la ciudad de Querétaro quedó sin posibilidad de recibir refuerzos de la capital por parte del gobierno virreinal. En tanto, el coronel José Antonio de Echávarri llegó el día 10 a la hacienda de El Colorado rumbo a San Juan del Río.
El Primer Jefe preparó celosamente desde San Juan del Río el plan para sitiar y atacar Querétaro. Aunque la prioridad era tomar esta ciudad, los días que residió en aquel pueblo mantuvo estrecha comunicación con Echávarri, Herrera, Bravo, Bustamante y Filisola para que impidieran, en sus respectivas regiones, que las tropas fieles al rey conde del Venadito se reincorporaran a la capital para su defensa. Incluso, ordenó a Guadalupe Victoria, con quien se entrevistó el 16 de junio en San Juan del Río, dirigirse a Cuernavaca para impedir a Márquez Donallo que retornara a México.
El brigadier Domingo Luaces, comandante realista de Querétaro, creído que así sucedería y consciente de la crítica situación, envió al virrey una carta el 10 de junio donde le hizo ver lo reducido de las tropas de su guarnición: 350 infantes de Zaragoza y 300 caballos, que eran restos de Sierra Gorda, Príncipe y Frontera. “Esta fuerza es de ninguna consideración para defender esta ciudad contra las del enemigo […] por mucho tiempo”. Por lo que le pidió enviara a marchas forzadas una división no menos a 3 000 hombres.
Iturbide interceptó la carta y, al regresarla a Luaces, le dijo que se daba por enterado de los pocos medios que tenía para defender Querétaro. El virrey daba por hecho que esta plaza sería apoyada no sólo con el primer batallón de Zaragoza que esperaba Luaces, sino el resto de las divisiones que había en San Luis Potosí al mando de coronel Rafael Bracho y el teniente coronel Pedro Pérez de San Julián, procedentes de Durango y que debían seguir su marcha a Querétaro y pasar a México; ambas hacían un total de 800 hombres con dos piezas de artillería de a cuatro y traían un millón de pesos en barras de plata.
Después de verificar que estas fuerzas saldrían de San Luis Potosí el día 15 y marcharían hacia el sur con la intención de pasar por San Luis de la Paz, el Primer Jefe del Ejército Trigarante tomó las medidas convenientes para interceptarlo y puso en movimiento las numerosas tropas de que disponía para entonces, cuyo mando dio a Echávarri, oficial de toda su confianza. El día 10 le ordenó que con su división, “aumentada con 350 infantes muy buenos y 300 caballos sobresalientes que encontraría en la hacienda de Chichimequillas, se situase en el punto que tuviese por mejor para atacar al
convoy […]
Echávarri se encontraba, como ya vimos, en la hacienda de El Colorado cuando recibió el oficio de Iturbide; el día 11 inició la marcha por La Cañada y tomó alojamiento en la hacienda de Alvarado y al día siguiente mandó un correo a San Miguel el Grande para que se moviera la división del teniente coronel Gaspar López, para tener con él una entrevista al otro día. Echávarri durmió en la hacienda de Montenegro y el día 13 se separó de su división para reunirse con López en la hacienda de Buenavista; en tanto, su división se situó en la hacienda de Jofre hasta nuevo aviso.
Iturbide trasladó su cuartel general a la hacienda de El Colorado
Echávarri siguió su marcha hacia el pueblo de San José Casas Viejas, donde Iturbide le informó que desde Montenegro y San Miguel el Grande iban en camino otras tropas en su apoyo. Con el propósito de dirigir más de cerca las operaciones para detener el avance de las divisiones realistas de Bracho y San Julián, Iturbide trasladó su cuartel general de San Juan del Río a la hacienda de El Colorado, a corta distancia de Querétaro; tan seguro estaba del éxito de la batalla, que ordenó preparar alojamiento para los prisioneros en diversos lugares de la provincia de Guanajuato.
El 17 de junio, el Primer Jefe informó al Ayuntamiento de San Juan del Río, que se había constituido el 9 de junio, que debía separarse del pueblo. Ese mismo día, ordenó al coronel Anastasio Bustamante que apresurara la marcha de los batallones de San Domingo y Americano a Chichimequillas para reforzar a Echávarri; en San José Casas Viejas éste fue informado por Iturbide que el 16 de junio marcharían 280 hombres más al mando del teniente coronel José María Arlegui hacia Montenegro, donde esperarían sus instrucciones.
Al aumentar copiosamente sus fuerzas, Echávarri ordenó de inmediato hacer frente a los realistas. Seguro de que éstos habían tomado el camino de la hacienda de Villela, reunió sus tropas en el pueblo de San Luis de la Paz, por donde debían pasar Bracho y San Julián, quienes llegaron el 18 a la hacienda de La Sauceda sin la caballería que salió de San Luis Potosí, la cual desertó totalmente al llegar a Villela, por lo que ordenó salir a su encuentro. Desde temprano, Echávarri mandó formar su línea de batalla en el llano de San Rafael -a media legua de San Luis de la Paz- con toda la infantería, cuyo mando dio a Codallos y desplazó la caballería a las órdenes de Cortazar.
Echávarri buscó evitar la efusión de sangre, en caso de que los realistas intentaran atacar. Hacia el mediodía situó las tropas independientes en sus posiciones y recorrió la columna realista para observar si el convoy seguía su marcha o no. Al ver que los trigarantes estaban dispuestos a todo, tres oficiales realistas tiraron sus espadas y rogaron se les oyera, pues Bracho pidió también que no se derramara sangre. En el parte que rindió Echávarri a Iturbide el día 20, le dijo: “pasé a oír a este jefe y con mil súplicas me pidió no se rompiera el fuego hasta tanto se le consultara a V. lo que solicitaban”.
Trigarantes y realistas acamparon cerca de San Luis de la Paz. Por la noche, Echávarri fue con dos oficiales y el capellán fray Gaspar Tembleque a hablar con Bracho y San Julián. Tras algunos debates, acordaron informar a Iturbide los puntos tratados, mediante un oficial por cada parte; en tanto, las hostilidades cesaron. Los enviados fueron el capitán Juan Tovar, por parte de Echávarri y el teniente Cayetano Valenzuela, por Bracho; salieron el día 20 rumbo a la hacienda de El Colorado a cumplir su encomienda.
En atención a las notas que recibió, Iturbide contestó que no admitía otra rendición de los realistas que la de rendirse, entregar las armas y quedar sus hombres como prisioneros de guerra. En las cartas que escribió a Bracho desde El Colorado, se disculpó por el rigor que actuó dado al “procedimiento irregular del virrey que había vuelto a emplear en servicio de guerra las guarniciones que capitularon en Valladolid, San Juan del Río y Jalapa, lo que prolongaba con grave daño de la causa de la independencia, la oposición que aquel jefe estaba haciendo, aunque no contase con fuerzas para
sostenerla”.
Tras instalar su cuartel general en la hacienda de El Colorado, Iturbide ordenó el 19 de junio a Bustamante marchar con 500 caballos a Casas Viejas, para proteger a Echávarri en caso necesario; éste acordó con Bustamante lo necesario para el éxito de la empresa. Luego que los oficiales llegaron el día 22 con la decisión de Iturbide, Echávarri puso 200 caballos a las órdenes de Cortazar para que se situaran fuera de tiro de cañón por uno de los costados de la hacienda de La Sauceda y, por la retaguardia, el teniente coronel Juan Amador, con 300 de la misma arma; mientras que Echávarri, al frente de 1 000 hombres e igual número de caballos siguió por el camino de frente.
Consciente de la contestación de Iturbide, Bracho pidió se permitiera a la división realista salir con las armas hasta el pueblo de San Luis de la Paz, donde las entregaría, a lo que accedió Echávarri. Enseguida, los realistas comenzaron la entrega de cuatro piezas de artillería, un carro con el parque correspondiente, el vestuario de la tropa, sesenta fusiles sobrantes y 56 000 pesos en moneda provisional. Echávarri expuso a los soldados rendidos que tenían tres opciones para escoger la que les fuese más favorable: universo al Ejército Trigarante, quedar en calidad de prisioneros o dejar las armas para dedicarse al comercio, la agricultura o las artes.
Así ocurrió la rendición a discreción de la división realista de Bracho y San Julián, lo que impidió que la ciudad de Querétaro fuera socorrida y el Ejército Trigarante atacado por la retaguardia. Con este triunfo, Echávarri se cubrió de gloria; Iturbide lo felicitó sobremanera en una carta que escribió en la hacienda de El Colorado el 21 de junio. Al día siguiente. El Primer Jefe salió hacia San José Casas Viejas para dar fe de los hechos.