Aunque uno quisiera salirse del tema, el tema es ubicuo y n os persigue. Y lo es por elección personal y por estrategia política. Por eso –aunque hasta aburre– uno se ve forzado a hablar y escribir sobre el presidente de la República cuya colección de dislates ya adquiere volúmenes enciclopédicos.
Su más reciente error, según la modesta opinión de este “aspiracionista”, es haber emitido un decreto moral en favor del conformismo y la mediocridad.
Lo hizo como explicación única ante los descalabros electorales de su partido en la ciudad de México, lejos de reconocer –su soberbia no se lo permite–, errores en el trabajo político.
Le duele mucho ese pequeño, pero importante pedazo de la República, cuyo dominio era un axioma eterno quizá derivado de una creencia errónea: su paso como gobernante aquí, en este pequeñísimo trozo de la República (la entidad más pequeña), le aseguraba la fidelidad eterna.
Y eso es falso. La fidelidad, cuando mucho, es una promesa el día de la boda. Nada más. Y en política, no existe porque nadie se casa con nadie.
Permítaseme aquí el recuerdo de Carlos Hank quien decía del DF y se escasez territorial: es como vivir en la punta de una aguja y concentrar en ella el 30 por ciento de las cosas importantes del país.
Pero el presidente tiene una errónea percepción de esta capital, aunque le ande inventando fechas fundacionales a Tenochtitlán, lo cual nos queda tan lejos y es tan inútil como ponerle un mamut al escudo del aeropuerto.
No tiene importancia.
Ha dicho el presidente en su más reciente ritornelo:
“…Sí, sí, sí, hay un sector de la clase media que siempre ha sido así, muy individualista, que le da la espalda al prójimo, aspiracionista, que lo que quiere es ser como los de arriba y encaramarse lo más que se pueda, sin escrúpulos morales de ninguna índole; son partidarios de que ‘el que no transa, no avanza’. Es increíble cómo apoyan a gobiernos corruptos, increíble.
“Yo lo atribuyo a que son muy susceptibles a la manipulación, que leen el “Reforma…
–¿Las clases medias?
–Sí, un sector, tampoco todas, porque ni modo que todas las clases medias lean el Reforma, no.
“El “Reforma” lo leen aquí en la Ciudad de México, no sé… el tiraje del “Reforma debe de ser 30 mil periódicos, ni siquiera es pero para nada lo que era “El Imparcial” en la época de Porfirio Díaz, el periódico del régimen, llegaron (¿?) a tirar 120 mil ejemplares diarios…No, este es un sector.
“Lo que sucede es que sí tienen influencia, sí alcanzan a manipular porque están dedicados a eso. Es la política fascistoide de Hitler que aplicaba a través de Goebbels, según la cual una mentira que se repite muchas veces puede convertirse en verdad…”
“…hay que sacar a millones de mexicanos de la pobreza y que se coloquen en la clase media, pero sin la mentalidad egoísta, con la doctrina del humanismo, una clase media fraterna, no individualizada, que eso es lo que hizo la política neoliberal…”
En verdad todo este papasal y sus antecedentes de clasismo, racismo y demás lugares comunes de la diayriba social; la condena a quienes desean superarse académica y socialmente; a quienes quieren ganar dinero porque no recibieron de herencia un rancho en Palenque, demuestra grave confusión axiológica.
El humanismo del presidente tiene la solidez de quien hubiera estudiado filosofía en la Universidad de la Ciudad de México. Y de su seriedade en el análisis de los medios y la conformación de la opinión en cuanto a las políticas públicas, mejor no hablar. Parece cosa de normal rural.
Su condena choca contra la historia de quien quiso por doce años lograr una carrera universitaria y tres veces intentó encabezar el rebaño– (como decía Lech Walesa), y llegar a la presidencia.