Pasado el calor de las campañas políticas, sigue el conteo de los votos, semanas de incertidumbre tras las cuales, habrá nuevos actores en el escenario político y tal vez, se haya logrado establecer un equilibrio racional en la Cámara de Diputados.
Se trata pues de una renovación formal que no necesariamente implicará una modificación en la realidad nacional, pues habrá un partido dominante, un presidente omnipresente y un gabinete gris, servil e incompetente. Cualquiera que sea el resultado, el presidente seguirá en campaña, alentando la polarización social y presumiendo logros pírricos, de cara al proceso de revocación o confirmación de mandato que habrá de llevarse a cabo en marzo de 2022.
En el balance del proceso derivado de la votación de este domingo, es de esperarse que el partido del gobierno no alcance la mayoría calificada, suficiente para modificar la Constitución, pero si para conservar una suficiente mayoría junto a sus aliados para aprobar el presupuesto, modificar legislación secundaria y gobernar a decretazos. No es una buena noticia para la alianza oportunista que formaron sus adversarios, ni para la salud del sistema democrático institucional, pues habrá de seguir el discurso maniqueo y la polarización en que se funda la llamada cuarta transformación y la afirmación de la imagen presidencial como mesías redentor, con la que aspira a pasar a la historia el presidente.
El escenario para que sea él el gran triunfador de ambas jornadas, la pasada elección y el plebiscito, está que ni pintado. Si el proceso de vacunación general concluye satisfactoriamente es de esperar que el ánimo ciudadano mejore, cuando menos hasta diciembre de 2021 y los dos primeros meses de 2022. La economía tendrá un rebote, que no crecimiento, después de la caída que venía sufriendo desde 2018, agravada por los efectos de la pandemia. El consumo interno aumentará, debido principalmente al incremento de las remesas favorecido por la política económica estadounidense, y que pese a la emergencia sanitaria el salario no ha sufrido merma, no así el desempleo que seguirá en márgenes altos. El inconveniente que se puede presentar es que la inflación siga subiendo y que esta alza no sea transitoria en corto plazo. La moneda seguirá relativamente estable y si se actúa con prudencia eso bastará para que la revocación de mandato confirme el respaldo ciudadano al gobernante.
Las cuestiones sustanciales, importantes, seguirán estando en el traspatio de la gestión gubernamental pues lo importante es librar la primera mitad del sexenio con aprobación positiva y para ello, es necesario mantener la basura bajo la alfombra. Por ello, las becas y apoyos a jóvenes demandantes de empleos, ante la incapacidad para generar oportunidades de ocupación bien remunerada; por ello la presencia cada vez mayor de las fuerzas armadas a cargo de instituciones y labores civiles por naturaleza, para no reconocer la incapacidad para desterrar la corrupción con mecanismos legales e institucionales; por ello la falta de transparencia en los programas sociales y en los proyectos emblema, para no exhibir el despilfarro de recursos, el dispendio oneroso en proyectos de dudosa rentabilidad económica y beneficio social; y por ello el no publicitar las evaluaciones negativas que hacen el CONEVAL y la Auditoría Superior de la Federación sobre el nulo e insuficiente impacto de los programas sociales; y ya no digamos del silencio que merecen las muertes excedentes registradas, la negligente e incapaz gestión de la compra y distribución de medicamentos y la falta de resultados de una cara e ineficiente Guardia Nacional para reducir los índices de inseguridad y la creciente presencia criminal en ya muchas regiones del país.
La enumeración de temas sustraídos del discurso gubernamental, porque son considerados perjudiciales para la imagen presidencial es extensa, pero sin duda, bastan unos pocos para hacer evidente que la acumulación de poder político será la sustancia de esta cacareada transformación y que esto no habrá de traer crecimiento ni reducirá la brecha de la desigualdad. Incluso las aspiraciones nacionalistas como la autosuficiencia en el abasto de combustibles es un despropósito económico por el sacrificio que impondrá a las finanzas, pero de alta rentabilidad electoral.
Las condiciones están dadas para que México y su gobierno sigan persiguiendo un espejismo. Es imposible que Pemex y la CFE sean los impulsores del desarrollo como lo esbozó el presidente en su programa de gobierno. El primero, pese a la transferencia de más de 200 mil millones de recursos fiscales y otros estímulos, ha perdido en dos años 980 mil millones y no logra aumentar la producción de petróleo, mientras la CFE ha perdido valor y dejado de aportar a las arcas nacionales más de 50 mil millones anuales, según se desprende de un análisis hecho para El Financiero por Macario Schettino. No hay viabilidad en términos reales para el proyecto económico de la 4T, pero esos temas se tratan en el trasfondo de Palacio Nacional, no son tema en las conferencias mañaneras.