Claudia Sheinbaum no sólo es la jefa de Gobierno de la Ciudad de México, sino algo mucho más, si se ubica en el contexto del proyecto de nación transformador del presidente Andrés Manuel López Obrador. Es familia. El presidente la placea, la presume, la va tallando como su sucesora en las elecciones presidenciales de 2024. Por esto, la derrota que sufrió este domingo en las elecciones locales, que produjo la mayor pérdida de la izquierda en la Ciudad de México desde que llegó al poder en 1997, mide su impacto en kilotones.
Sheinbaum había logrado establecer un contraste con López Obrador en varias acciones de gobierno, como el manejo de la pandemia del coronavirus, o a nivel personal, al transmitir una seriedad que su jefe superior, que la ve como hija, no mostraba. Tiene muy buena imagen en los medios de comunicación, donde frecuentemente se le elogia por su gestión y acción. Todo esto, sin embargo, no fue suficiente para impedir la gran derrota electoral.
En este domingo de perros para ella, perdió en la mitad de las 16 alcaldías de la capital federal, que dividieron a la ciudad en dos mundos, en el oriente de los grupos de menor ingreso, y en el poniente de los grupos de mayor ingreso. En la Asamblea Legislativa experimentó una importante disminución de diputados, que de 30 durante la primera parte del mandato sexenal, pasará a 18 en la segunda, lo que representa una caída de más de 40%, construyendo un muro en Donceles, que harán más difícil su gestión de fin de gobierno.
Sheinbaum perdió Tlalpan, la alcaldía que gobernó, donde también fracasó Alfonso Ramírez Cuéllar, para reelegirse como diputado. Se le fue de las manos la alcaldía Cuauhtémoc, en donde se asienta Palacio Nacional, que se la entregó a Dolores Padierna, quien junto con su esposo René Bejarano son los caciques de esa demarcación, y con quienes se había repartido posiciones en la capital. La apalearon en Álvaro Obregón y Miguel Hidalgo, donde competían un bejaranista y un lópezobradorista, y se le fue Azcapotzalco, incondicional del presidente de Morena, Mario Delgado. En Coyoacán vio la derrota de Pablo Gómez, uno de los líderes históricos de la izquierda.
Fue un duro nocaut electoral contra Sheinbaum, resultado del repudio de las clases medias y altas, aunque la pregunta es si efectivamente el voto de castigo fue contra ella o contra el presidente. López Obrador no lo ve de esta manera y lo dejó muy claro en la mañanera de este lunes, cuando dijo que se tenía que trabajar más con la gente en la Ciudad de México, lanzando un mensaje claro a Sheinbaum de que tenía que atender más a los pobres, porque en ellos, como sucedió con él en 2000, cuando contendió por el mismo cargo, está la fuente de su poder.
La crítica intangible es que Sheinbaum abandonó a los pobres, aunque las alcaldías con los grupos más marginados en la capital votaron por Morena. Ni una sola de las alcaldías con menor ingreso per cápita, votó por la alianza PAN-PRI-PRD. Quienes la castigaron con su voto fueron los grupos de mayor ingreso y escolaridad.
El voto contra Morena en la capital federal estuvo cargado de agravios, de los cuales solamente una parte fueron consecuencia de las acciones de Sheinbaum, como el freno que puso a la industria de la construcción en 2019, que provocó miles de despidos y que un número importante de inversiones en bienes raíces se fueran a otros países. La otra parte, quizás lo más importante por el impacto que causó, fueron decisiones atribuibles solamente al presidente.
Comenzó desde el mismo día de su victoria electoral, donde en sus dos discursos la noche del triunfo la clase media fue el único segmento de la población ignorado en su mensaje. No fue un grupo social que le importara, aunque es el componente más amplio en la pirámide poblacional. Después vino la cancelación del aeropuerto de Texcoco. Más adelante fueron los salvajes recortes a la burocracia, o la disminución salarial. Entonces llegó el desabasto de medicinas para niños con cáncer y enfermos con sida. Y la cancelación de estancias infantiles y del Seguro Popular.
López Obrador justificó la reacción a sus decisiones desde un punto de vista ideológico, que este lunes extrapoló a la derrota en la Ciudad de México como la forma como los sectores más conservadores que perdieron privilegios -la idea fuerza que no abandona jamás-, respondieron, y en donde él no tiene culpa o responsabilidad, sino los que denomina como sus adversarios. De esta forma, se podría argumentar que el voto de castigo a Sheinbaum fue sobre todo, una expresión de rechazo a las políticas del presidente.
Sheinbaum, a quien López Obrador responsabilizó implícitamente de la derrota por su abandono de las clases pobres, encontró también su propia justificación. Fue resultado de una campaña de desprestigio contra el movimiento, dijo, al respaldar lo que horas antes había deslizado el presidente, acusando a los medios de comunicación de una guerra sucia. La dependencia patológica del presidente, y su incapacidad para pensar y actuar sin ataduras a López Obrador, la llevaron a pagar costos que no eran de ella, pero por los cuales, en defensa del presidente, está dispuesta asumir y a inmolarse.
El cálculo, no obstante, puede resultar catastrófico para 2024. Si Sheinbaum acata lo que le ordenó ayer el presidente, antagonizará aún más con las clases medias y altas, reduciendo sus posibilidades para lograr la candidatura presidencial. Fueron ellas, olvida, las que en 2018 dieron el impulso definitivo a López Obrador para llegar a la Presidencia. La ola de inconformidad que experimentó el domingo va a crecer a menos que encuentre solución a sus agravios. López Obrador no lo hará, pero ella está en la disyuntiva si ante el nocaut reacciona inteligentemente o si, como hasta ahora, se mimetiza y espera que el presidente la saque del hoyo.