Desde un mes antes Arturo de la Isla Herrera y Felipe Muñoz Gutiérrez comenzaron a organizar una comida para rendir homenaje al Director Vitalicio de la Estudiantina de la U.A.Q., Maestro Aurelio Olvera Montaño, próximo a cumplir los 82 años en septiembre y a quien se le nota la alegría y fuerza por vivir, no requiriendo de andaderas ni de bastones para bajar y subir difíciles escalinatas como la de los coros de nuestros virreinales templos. Los organizadores pactaron la fecha de la reunión para el sábado 29 de mayo en la casa de “El Güero” sita en Bernal, en una sinuosa calle llamada “Epigmenio González”, cerca del centro bernalense pero colindante con el nuevo panteón, al pie del impresionante monolito, que no da lugar a referencias de geolocalización como muchos invitados hubieran querido: “entre qué calles”, dirían Chava García y La Gaver Herrera. Por cuestiones de logística de transporte y problemas de salud la alineación de cuarenta invitados tuvo más variantes y cambios que la Selección Nacional en tiempos de Osorio, así que “soberbios y protagonistas” como El Divo de Bernal, se colaron de última hora, al igual que el muy codo de Beto Herrera y su bella Chela Regalado y Adalberto Martínez “El Último Caifán” y su talentosa y elegante esposa María Luisa.
Como la gentil anfitriona Yolis Michelle de De la Isla se diera cuenta que nadie entraba con las bolsas de hielo prometidas hizo gala de su fortaleza de montañista y ella solita fue hasta el Oxxo más cercano ubicado más allá del final de la sinuosa calle, la que no tiene referencias “entre qué calles”.
La cita era a las 13:30 horas, con la final de Champions League incluida, siendo los primeros en llegar Adalberto, Toño Pacheco Aguillón, Memo Muñoz, Ángel Fernández Nieto y el soberbio Divo de Bernal. Yeyo llegó puntual y bajó las empinadas escaleras de cantera sin ayuda de nadie, en medio de aplausos, seguido de su hermano Samuel y su esposa Lulú Macedo. Los generosos reposteros Chucho Ontiveros y señora llegaron cargados con pasteles de hechura propia y dos de La Mariposa, agradeciendo este Armero la importante presencia de la guapa e inteligente Rossy Argáiz y su talentoso marido José Miguel Epardo Osorio, nuestro violinista de lujo. Fue increíble que Jorge Herrera Moreno no llegara tarde por primera vez en su vida, acompañado de su cónyuge Ana Irma Hernández, al igual que Alejandro Muñoz y Mónica González que siempre son puntuales. Los eternos estudiantinos fundadores como Carlos Campillo Sanabria y Santiago Servín Muñoz llegaron como ingleses acompañados de sus instrumentos al igual que de sus señoras, pero solamente botaneábamos un rico chicharrón con pico de gallo porque el anfitrión decidió no servir la suculenta comida hasta que no llegara el último de los invitados que fue “El Rabino” Chucho Garduño Mejía con su esposa.
Antes de los alimentos principales pasamos a la hermosa sala a escuchar al dúo “Calíope”, formado por una excelsa flautista transversal y el pianista Ricardo de la Isla Pérez, a quien el rostro delataba como Pérez Hermosillo e hijo de “El Güero” de la Isla.
El último en llegar fue el aplicado guitarrista y mejor neuro cirujano de la región, Víctor Hugo Malo Camacho, acompañado de su hijo Máximo, por lo que ahora sí guardé mi dieta con arroz, frijoles, chamorro de cerdo, cueritos y barbacoa con montalayo, riquísimos, provenientes del vecino “Corral Blanco”, alias Ezequiel Montes. Arturo dio la bienvenida a nombre de su esposa Yolanda y de él mismo, con ojos embargados por la emoción, pidiendo disculpas por su lenguaje llano y directo, que nos hizo evocar la ausencia de amigos entrañables como Salvador García Alcocer, Miguel Ángel Muñoz Gutiérrez, Jorge Meré Alcocer, Francisco Martínez Carrillo, Víctor Manuel Garrido del Toral y Felipe Muñoz que no llegó por compromisos notariales, al igual que el Maestro Librado Alexander Anderson que se quedó al cuidado de su esposa Crucita Huerta en casa.
El poeta y compositor Memo Muñoz Gutiérrez fue invitado a dar un mensaje en verso a Yeyo, en forma de epigrama, burlándose de la voz de El Divo en medio de su excelente intervención:
“Si alguien merece loor
Y Gloria imperecedera
Por su encomiable labor
Sin duda es Aurelio Olvera.”
El que esto escribe levantó la voz para que Carlos Campillo –con violín y Chelo Rubio- leyera un mensaje a favor de Yeyo hecho en 1988, rememorando los inicios de la fundación de la Estudiantina de la UAQ, desde los primeros ensayos en febrero de 1963, mucho antes de la presentación oficial del 4 de octubre de ese año, 1963, y en el que el quinceañero de Carlos se dio valor para ir a la selección de elementos fundacionales del prestigiado grupo y temió encontrarse con un director fundador “viejo y gruñón”. Pues no, se encontró con un Aurelio joven de 24 años recién cumplidos pero de que era y es gruñón pues sí: era y es gruñón.
Se acabaron las palabras y siguió la música, comenzando con “El Bachiller”, continuando con “Dulcinea” y ante la insistencia del anfitrión tuvimos que tocar la muy quemada “Viva el Amor”. No podíamos despedirnos sin que lucieran los violines de Epardo y Campillo con “Czardas” de Víctor Monti, Miguel al primer violín y Carlos al segundo.
No me dejaron atracarme de los suculentos postres porque era autoservicio y nos invitaron a pasar a la sala para gozar del virtuosismo del dúo “Calíope”, de Aurelio al piano, de Epardo al violín, de Víctor Hugo Malo y su “Ave María” a la guitarra así como del piano gourmet de Alejandro Muñoz Gutiérrez con su eterno Marlboro. A las 18:30 horas se proyectó un video con más de cincuenta años de historia de la Estudiantina y al acabar este bellísimo documental comenzaron las despedidas, quedándose en la barra de alimentos y bebidas más del setenta por ciento de la oferta generosamente ofrecida, diciéndome para mis adentros que cómo nos hemos hecho viejitos: en otro tiempo los amigos de Chepe Luis y nosotros hubiéramos arrasado con todo ello y los Pacheco Ríos todavía estuvieran platicando o cantando. La tarde pardeaba pero el sol todavía aún brillaba en lo alto de la nubosa villa, que en su centro estaba llena de chilangos y mexiquenses, pero que en la casa de Arturo de la Isla Herrera siempre brilló un sol, que no estaba a millones de años luz, sino muy cerca de sus amigos: Aurelio Olvera Montaño con sus muchachos de antes. De antaño y de hogaño enorme Maestro. Hermandad que ha durado casi 57 años. Se dice fácil.