Aparentemente satisfecho por el panorama preelecotral (materia única de sus afanes actuales),el presidente de la República simula enfundadar la espada pero en verdad blande el acero, una vez más, pero ahora con la convocatoria a una virtud fundamental: la serenidad.
Asi zumbaba el alfage en el aire:
“…Entonces, eso hace la diferencia, pero en la mentalidad conservadora, reaccionaria, esto no se alcanza a entender, porque para ellos el pueblo no existe, la política es asunto de los políticos, de la clase política, de los intelectuales, de los periodistas, no del pueblo, y por eso su enojo, su coraje, su rabia de que no les funcionan sus estrategias.
“Por más lodo que tiran, por más que calumnien, por más que difamen, el pueblo sabe que son sus tiempos. No se le había tomado en cuenta al pueblo, se le entregaban migajas y eso cuando los de arriba necesitaban los votos.
“…Entonces, si Aguilar dice que estoy tonto o Krauze me inventa frases, en un acto de deshonestidad intelectual; o Zaid dice que yo no sé que no sé, no pasa nada; que la revista inglesa, que el New York Times… No pasa nada, eso puede ser polémico y calienta, pero no pasa a mayores, y eso es parte de la política y de la democracia, de la pluralidad, del que no todos pensemos igual y de las libertades, sobre todo.
“Entonces, también decirles que una vez que pasen las elecciones del domingo, ese es mi pronóstico, va a bajar todo, pero no es por el resultado, sino porque siempre es así en México y en cualquier país del mundo, en vísperas de las elecciones se encienden las pasiones, brota la ruda franqueza…”
Ese discurso choca abiertamente, en el fondo, con la prédica pacifista y –como San Francisco de Asís– y la oración de la serenidad.
–¿Por qué el presidente censura, califica, moteja y luego se desdice en una aparante conciliación educada y de alerta urbanidad? ¿Por qué le desea pronta recuperación al Comdanante Borolas?
¿Por qué en medio de las decalificaciones conmina a la serenidad, la tranquilidad, el buen corazón, el pacifismo, la paz al fin.
Pues porque su construcción intelectual aplicada al pensamiento y la estrategia políticos, siempre han sido la contradicción la confusiòn, el doble discurso.
Cuando un hombre –por ejemplo– nos compele a considerarlo muerto para contender por la presidencial e intenta el cargo tres veces a lo largo de vida, se le debe reconocer cómo salva los escollos de su propio discurso.
Sin embargo el mpresidentge no abandona sus obsesiones. Insisten en la actitud del giobierno de Estados Uniudos y el financiamiento a sus enmigos, vuelve a alimentar la idea del dispendio con un avión de cuyo futuro ya nadie tiene idea porque no lo puede vender, ni rentar, ni regalar.
Pero esta actitud pacifista y franciscana en pos de una serenidad incumplida, es el complemento de la pugnacidad cotidiana. Es el cambio de señales cuando ya se tiene un acuerdo definitivo con el lanzador, como se diría en el béisbol de todos sus encantos.
El presidente de la República sigue tolerando el financiamiento a los golpeadores de sus redes sociales con sus granjas de mensajes falsos y tendenciosos. Eso no es una prueba de serenidad.
Quizá esta aparente fase de conciliación sea el preludio de los conflictos post electorales.
Hoy por hoy Morena sigue el camino de la victoria. No ganará todos los gobiernos estatales pero mantendrá el control del Congreso como una dependencia del Ejecutivo. Y eso es lo más importante.
A los gobernadores se les controla con el presupuesto o la Guardia Nacional o la Unidad de Inteligencia Financiera. Y el Prsupuesto se controla con la mayoría en la Cámara de Diputados y esa la tiene en el bolsillo.
Así cualquiera anda sereno… Moreno. A pesar de todo.