La actitud de los partidos políticos de la alianza “Va por México”, estrictamente contraria a Morena, parcial y relativa continuidad de aquel inteligente “Pacto por México” de Enrique Peña Nieto –con todos sus defectos y algunos provechos–, me recuerda la batalla de Carneades y su pleito interminable contra Crisipo en la Atenas del año 300 antes de Cristo
Como se ve en materia de combate político, no hemos visto mucho de novedad bajo el sol. Carneades vivía nada más para denostar y criticar a los estoicos y en particular a quien ya hemos dicho.
Tanto lo hizo y tanto basó su vida política en este ataque, como para preguntarse un día irónico y quizá autocrítico, ¿qué sería de mi sin Crisipo? Nada.
Así les ocurrió durante la guerra fría a los “pensadores” del anticomunismo. Cuando se cayó él muro de Berlín y –no por el anticomunismo, sino por la explosión de Chernobyl, entre otras cosas–, la Unión Soviética se vino abajo para dar paso a otras formas de dominación política, ellos también desaparecieron.
La actitud de las oposiciones en México es un tanto similar. Su oposición electoral resulta en momentos absolutamente discursiva. Mientras lloran jeremiadas en contra de la militarización del país, por ejemplo, votan en favor de crear e imponer la Guardia Nacional en labores de seguridad pública.
No sabe la mano izquierda los afanes de la derecha.
Donde las oposiciones deberían expresarse, en el terreno parlamentario, es donde se pliegan, en ocasiones por el peso de las amenazas, directas o veladas en contra de los insumisos de negro pasado, cuyas colas pueden quedar prensadas en las puertas de la Unidad de Inteligencia Financiera, si los votos no favorecen a la corriente dominante. Las consecuencias de mantener la intransigencia, las puede explicar — como un caso a la mano–, el gobernador de Tamaulipas.
Por eso es notable el anuncio de una alianza legislativa.
Ayer aparecieron desplegados en torno de la inminente elección. Pensadores, intelectuales, periodistas, catedráticos y profesores; artistas, personas en convocatoria al voto útil, frente al dilema entre el autoritarismo o la tolerancia; autocracia o democracia.
Horas antes el presidente, maravillado por la novísima posibilidad de generar energía eléctrica a partir del agua derivada con sabiduría ingenieril, lanzó una más de sus ilegales arengas en tiempo electoral.
La transformación (con sus turbinas y sus malos pasos) dijo en Malpaso, no será detenida.
Los promotores del manifiesto son personas independientes, o al menos no abiertamente partidarias de ninguna corriente política. De ningún partido. Aun cuando militen o hayan militado.
Son voces con peso social cuya intención es incidir en la decisión política del voto. Frente a la urna dejamos de ser sólo ciudadanos y por un momento somos actores políticos activos. Ciudadanos en el ejercicio político de la democracia representativa. Escogemos a quienes nos conducirán o nos representarán ante la ley y su construcción.
En este ejercicio de pronunciamientos y manifiestos ciudadanos, uno destaca por su originalidad: el de Porfirio Muño Ledo, quien en el mundo de los ciegos se alza como el rey tuerto. Nadie, desde el privilegio de su inteligencia, se ha alzado como una voz solitaria –compartida con Ifigenia Martínez–, en contra de aquello cuyo empeño ayudó a edificar.
Una vez más Damasco al final del camino. Pero al revés.
De ese manifiesto destaco estas líneas:
“…Dado que Andrés Manuel López Obrador ya despreció el orden que juró cumplir, no tiene por qué gozar del beneficio de la duda. Menos aún. Cuando parece cautivo de personas incapaces y maquiavélicas. Vamos a requerir que el Congreso entrante, sea un factor de equilibrio; no de desenfreno…”
Y del manifiesto “ciudadano”, sobresale esto:
“…México se debate entre la democracia y el autoritarismo; entre las libertades y el abuso de poder; entre el conocimiento y la demagogia; entre la responsabilidad y el capricho…”
Nomás…