Inmersos en el contexto político actual en el estado, muchos se preguntan ¿qué relación guarda la política con el medio ambiente?, y resulta que ambas son interdependientes, pues no se podría explicar la una sin la otra, en otras palabras, no hay política sin medio ambiente, ni éste sin la política.
Veamos el porque. Cuando abordamos los temas ambientales, sean cualesquiera de ellos, como la contaminación, la biodiversidad, los residuos, el cambio climático u otro, ellos pasan por el tamiz de la política, pues para poder desarrollar uno de estos, el Estado-Nación debe de poner en práctica un conjunto de medidas y acciones a fin de que el conjunto de una sociedad dada observe los lineamientos generales con el propósito de que tengan el impacto deseado. Se imaginan si los ciudadanos dejaran sus residuos, de cualquier tipo, donde fuera, a la hora que sea, sin duda sería un completo caos con consecuencias desastrosas en la salud y medio ambiente, lo mismo sucedería si no hubiera disposiciones sobre las emisiones de todo tipo de automotores o bien las descargas de aguas residuales. Y esto es así en tanto formemos parte de una sociedad, en la que en principio se parte de un conjunto de valores (éticos), que en consecuencia se transforman en marcos regulatorios con obligaciones y derechos para todo ciudadano.
Ahora veamos, que una política que no tenga sustento o consistencia en ejes torales ambientales, sería lamentable, y provocaría serios problemas sociopolíticos y carecería de criterios de justicia para todos, al convertirse en asuntos meramente discrecionales, inequitativos y asimétricos o vacíos. Nadie podría imaginar que un gobierno no contara con un plan de servicios públicos básicos como el agua-drenaje, electricidad o espacios públicos verdes. O imagínese también, que no se controlara las fuentes emisoras de ruido en las zonas habitacionales y dentro de un horario o el comercio de animales silvestres o la extracción de materiales y peor aún, que nadie estuviera sujeto a permisos, licencias o autorizaciones ambientales para realizar ciertas actividades de gran impacto ambiental negativo.
Mejor aún, pensemos tan solo en aquellos asuntos climáticos globales que no pueden resolverse de manera individual, ni tampoco por el gobierno únicamente.
Bajo todo este panorama, serían pocas las dudas acerca de la relación entre política y medio ambiente. Pero por si acaso, reflexionemos acerca de la calidad de vida tan sólo, y seguramente nos preguntaríamos ¿es posible tener o mantener una calidad de vida digna, sin la intervención política del gobierno?, la respuesta seguramente sería un rotundo no.
Los gobiernos y los ciudadanos se influyen mutuamente y más aún en temas socioambientales, que son una especie de fibras sensibles, más aún hoy en día, en que se presentan con mayor frecuencia y magnitud crisis ambientales que no pasan desapercibidas en la visión ciudadana.
Política y medio ambiente, ambas, son y representan, redes complejas de relaciones políticas, económicas, sociales, culturales, territoriales, de salud, alimentación y ambientales. Entonces, porque pensar que no hay una relación entre estos dos aspectos determinantes para la vida del ser humano en general y en particular del ciudadano de un lugar determinado.
Dicha relación es en sí misma un proceso continuo, permanente, de ida y vuelta, problematizado, de desconfianza, pero lleno de cooperación, comunicación y aprobación. Por ello, pensar en la política sin medio ambiente es un acto de ingenuidad, pero también, pensarlo a la inversa, constituye un acto de ceguera tremenda.
La guía orientadora para un político, son el conjunto de propuestas ciudadanas, sus peticiones y reclamos, pero así también, esa guía debe emprender el camino por el cual escuchar a los expertos, a los científicos y a sus intelectuales, pues son la voz razonada, que alumbra la oscuridad. De igual manera, los ciudadanos, deben prestar oídos y atención a los políticos, para conocer sus planes, programas y acciones que se proponen para dar respuesta a los retos ambientales que enfrentarán con la corresponsabilidad social.
En todo esto, hay una acción común importante, el acto de informarse, unos de otros, por los distintos canales y medios a su disposición, para lograr sentar un piso común, entendido, hablado, discutido, analizado, y aprobado. Romper el diálogo de sordos es una primera condición necesaria para dar paso al diálogo informado, abierto, franco y consistente.
Seguramente hay quién se preguntará ¿y a quienes hay que escuchar?, pero de cierto diré, que en temas ambientales, aplica la máxima que todos los caminos conducen a Roma, esto es, que la o las soluciones ambientales, son temas en principio comunes a todos, y que las soluciones más aptas en términos ambientales, por muy diversas que sean, confluirán en una sola, pues los efectos de unas y otras no sólo se verán, sino aún mejor, las viviremos, de donde se deduce, que la intervención en la naturaleza y medio ambiente, sólo acepta el camino correcto, lo demás provocará inmensos colapsos socioambientales negativos.
Lo que viene, es el futuro en los próximos 10 años, y no es cuestión menor, se trata de nuestro destino común e individual, como sociedad y como gobierno, y ahí hoy por hoy radica el reto central, en entenderlo, que lo que hagamos alterará dentro de esta década, el futuro inmediato en nuestra calidad de vida, en la salud, en el empleo y en la seguridad. En esta medida, hoy se requiere de un pacto socioambiental real, neto, viable, consistente, sostenible, corresponsable y seguro, pues de lo contrario, entraremos en un episodio de crisis y colapso desastroso.
Democracia ambiental significa un diálogo abierto con todos los actores y para el bien común.