A veces no se sabe cómo llamar a las cosas. ¿Descaro? ¿Sinceridad? ¿Inmunidad?
Quien sabe.
Pero las palabras de ayer del ciudadano presidente de la República no dejan lugar a dudas: el proceso electoral de este año pasa por el Palacio Nacional y ahí recibe bendiciones, anatemas, apoyo o denuncia.
Todo en el nombre de la ley y la democracia. La revolución Francesa, por ejemplo, se bañó en sangre en el nombre de la libertad. Ella afilaba la cuchilla de la guillotina, como dijo Madame Rolland: ¡Cuántos crímenes se cometen en tu nombre!
Presidente, le dijo Sara Pablo; como usted presentó hace unos días las tarjetas rosas de Adrián de la Garza, hay algunos partidos que lo acusan ahora de que usted tuvo que ver en esta denuncia.
Y él respondió con orgullosa vehemencia:
“–Pero ¿cómo no voy a tener que ver?
–Y que usted está metiendo la mano en las elecciones.
–Claro que sí, claro que sí, si aquí lo di a conocer, si es de dominio público, lo estoy diciendo, no podemos ser cómplices del fraude.
Es más, ¿no tienes ahí la tarjeta? o ponla. Fueron dos días, el primero, pensé porque lo vi…
–Tres días.
–Tres días. Lo vi en las redes sociales y pensé que podía ser una noticia falsa, y luego ya se comprobó de que es real y hasta me enviaron una tarjeta.
“Si el Reforma no dice nada, pues eso es otro asunto; si El Norte no dice nada, si se quedan callados, ellos cumplen con la máxima del vasallo, que es la de obedecer y callar, porque están alineados a Salinas, pero yo siempre digo lo que pienso.
Y esto lo tenemos que hacer todos los ciudadanos en los municipios, en las regiones, en los estados.
“Ahora vamos a confirmar, porque me dijeron que, en un acto en Sinaloa de un candidato, dos secretarios del gobierno en la tarima, en el templete. ¿Qué es eso…?
–Por eso, Sara, cuando me dices: ‘Usted dijo aquí…’ Claro, y lo voy a seguir diciendo.
“Es más, convoqué a los gobernadores a firmar una carta para cuidar que se garantizara la democracia, que las elecciones fuesen limpias y libres, porque eso va a ser algo excepcional, inédito”.
El resto de la respuesta carece de interés. Es una vez más el rollo de la historia, la repetición de la lección parvularia del desarrollo político de México desde la colonia. Ya chole.
La principal acusación contra el candidato De la Garza en Nuevo León, dirigida por la FEPADE (en manos de uno de los mejores amigos del Señor Presidente), es por la compra o coacción del voto por medio de una promesa de beneficio económico a través de una tarjeta.
–¿Eso es ilegal?
Sí y no, porque todos los programas sociales, todos (los ninis, los arbolitos, los siervos, los sembradores, los constructores, las madres solteras, los ancianos, las vacunas, etc), son utilizados para lograr adhesiones. Son compras anticipadas de voto.
–Si voto, me das.
Si voto en contra, me quitas. Esa es la lógica del miserable, del rehén de la necesidad, del desheredado social.
Si no fuera así no se desgañitaría Mario Delgado en los anuncios de orena diciendo cómo los enemigos del gobierno quieren utilizar el poder para robarse el dinero de las dádivas del munificente papá gobierno, quien sólo pide como muestra de buena conducta, sin decirlo, sólo diciendo la peligrosa intención de los otros, el voto y la urna.
Y por cuanto hace a Samuel García, un fenómeno inexplicable, una especie de yupi con redoba, el origen de su dinero en la campaña es tan turbio como si se lo hubieran ido a pedir a Carlos Ahumada y lo grabaran cuando lo recibe. Mejor se lo hubiera ido a jugar a Las Vegas con el señor Ponce.
Como gracias a las modificaciones legales recientes los delitos electorales son graves de toda gravedad, García podría enfrentar consecuencias jurídicas a pesar de ser senador con licencia.
Si perdiera por lo menos la candidatura; como le pasó a Félix “El toro”, su partido podría meter de candidata emergente a su esposa, la señora “influencer”, quien además de ser guapa habla de corridito.
Así como en las boletas la hija de Salgado aparece como “La torita”, esta señora podría aparecer como “Samuelita”.
Total, ya metidos en este desmadre todo se vale, hasta defender la democracia violando la ley.