La tragedia del Metro ha servido para confirmar, no para descubrir.
Para nada es necesario esperar el peritaje de la empresa noruega DNV cuya contratación súbita e instantánea se debe al oportunismo y el recurso a la mano y no a la especialización de dicha firma en asuntos de transporte metropolitano
Contrataron a un quiropráctico cuando necesitan un neurólogo.
DNV “es una empresa experta en administración de riesgos, análisis forense y análisis causa-raíz de fallas catastróficas en instalaciones estratégicas”, según dijo Myriam Urzúa, Secretaria de Protección Civil, cuyo trabajo –como suele ser en esta área— siempre se desarrolla después de las desgracias y jamás en la prevención.
“La empresa noruega encargada del peritaje a la L-12 –opina el ingeniero Juárez, espontáneo colaborador de esta columna–, tiene oficinas en México. DNV se especializa en gestión de riesgos en el sector energético; principalmente petróleo y gas, así como alimentos y salud, ductos y mantenimiento de plantas de almacenamiento de gas licuado.
“¡Ah!, Pero nada de riesgos en sistemas metropolitanos de transporte.
“Ha sido contratada por la Comisión Reguladora de Energía.
“En síntesis muy seguramente es proveedor de asesoría en Dos Bocas donde tiene mucha experiencia.
“Vaya con estos simuladores de la Sheinbaum y López.
“Otra farsa con montaje de improvisación y muy posible conflicto de interés al ser proveedora del estado.
“Cero imparcialidad.
“Lo anterior consta en el portal de la empresa que tiene oficinas en más 100 países incluyendo el nuestro.
“Por eso aparecieron como por arte de magia. En cuestión de horas.
“La corrupción al servicio de la tragedia.
“Es un fraude más”.
Si la secretaría de Protección Civil sirviera para algo; habría detectado la debilidad de las trabes metálicas (no ballenas) en la estación “El Olivo” (y las demás aún desconocidas), antes de la fractura mortal.
Pero Protección Civil trapa los pozos después de los ahogados, lo cual ni siquiera impide nuevos ahogamientos, porque no los ciega todos. La mayoría de las instalaciones de obra pública en la ciudad de México son bombas de tiempo.
Nada más –como un ejemplo cercano–, recordemos la epidemia de fuego en los mercados de la ciudad hace apenas un par de años. Se quemaron casi todos los grandes –La Merced, Jamaica, Juárez, San Cosme–, y nunca se supo nada, como tampoco se va a saber algo después de este accidente.
Cortocircuitos, dijeron en aquel tiempo. Y sólo falta repetir la causa ahora, como se dijo en el enorme incendio del puesto Central de Control del Metro técnicamente el mayor desastre en la historia de este sistema de transporte. Lo de ahora ha sido un cataclismo de ingeniería combinado con la pésima administración y el inexistente mantenimiento. Una acumulación de errores e ineptitud a la cual se opone un solo argumento: no somos culpables, no somos responsables.
La inútil directora del Metro, Florencia Serranía, sigue firme en su puesto cuando la colección de accidentes en su vitrina ya sería suficiente para haberla cesado hace tiempo; no hay nadie para señalar.
En el extrañísimo sentido de la responsabilidad de los actuales dirigentes nacionales, el poder no implica compromisos reales, todo se va en una incesante verborrea matutina cuyos dictados, como fervorines repetidos por los sacerdotes de la iglesia, repiten y repiten los falsos argumentos de la irrealidad.
Las cosas ocurren por generación espontánea. La epistemología
Nadie tuvo la culpa de nada, todos somos inocentes a pesar de haber visto a lo largo de tantos gobiernos con la misma cuna (Cárdenas, Robles, López Obrador, Encinas, Ebrard, Mancera, Sheinbaum) la progresiva degradación del sistema
En videoconferencia, la secretaria de Protección Civil, Myriam Urzúa Venegas, detalló que personal de una empresa internacional ya se encuentra desde el martes en el lugar del accidente para el levantamiento de muestras, así como la coordinación con las diversas autoridades.
En una muestra más de colonización subconsciente –o una maña más–, con la cual el gobierno pretende apantallar a los ciudadanos con la imaginaria infalibilidad de lo extranjero. Por muy noruegos como hayan sido los fundadores de DNV, su presencia no garantiza nada, como jamás sirvieron para nada los peritajes aeronáuticos en los muchos accidentes del panismo.
A los gobiernos panistas se les caían aviones y helicópteros y se les morían los integrantes de sus gabinetes presidenciales. A Morena se le vienen abajo los trenes urbanos. Vamos de gane, dijo aquel.
Pero en esta maniobra dilatoria, de distracción mientras los muertos se enfrían, los días de luto se consumen y los familiares se resignan, la señora Urzúa informó que la contratación se hará de inmediato “y resaltó que uno de los motivos por los que se decidió que esta empresa lleve a cabo dicho análisis, es porque ha estado en operaciones desde 1864, tiene más de 150 años de experiencia y cuenta con presencia en más de 100 países”. ¿Y?
La pregunta es si van a encontrar algo más allá de los dictámenes ya existentes, si van a recuperar los renglones torcidos del financiamiento, si van a darse cuanta de los errores de la compañía de Carlos Slim y actuarán con cual consecuencia.
La consultora no va a hallar algo ajeno a las investigaciones sucesivas y abundantes de la Auditoría Superior de la Federación (antes CMH) y hasta la inane Asamblea Legislativa:
Todos sabemos los motivos de lo ocurrido y quienes son los responsables. Pero cuando el juicio no es ante un jurado, sino para el espejo y la autocomplacencia, las cosas terminan con dinero bueno tirado sobre el malo.
–¿Cuánto van a cobrar los noruegos por salir con una gansada en el tiempo del ganso?
Cualquier cifra es cara. De nada sirve un diagnóstico profesional, si no se siguen sus recetas.
Y el tiempo va a confirmar estas palabras. O las va a desmentir. A ver.
Pero mientras los muertos sepultaban a sus muertos, se nos cruzaron los ecos del día tres de mayo y su conmemoración.
Y esto ocurrió:
El lunes de esta semana la Organización de las Naciones Unidas, cuyas aportaciones al simbolismo internacional son su mayor capital, porque se trata de propuestas decorativas, románticas y casi nunca atendidas por nadie, nos recordó el tres de mayo como el “Día Mundial de la
Libertad de Expresión”.
El ejercicio de este derecho humano –extensión de la libertad de pensamiento, de creencia, de opiniones, de publicación, de divulgación, propagación y hasta comercialización de las ideas–, ha encontrado en México muchos obstáculos a lo largo del tiempo pero nunca había sido –casualmente en la semana de esta efemérides planetaria de la celebrada ONU–, materia de tan furiosas embestidas por parte de la presidencia de la República como ahora; especialmente cuando –en pleno desconocimiento de las realidades geopolíticas de entonces–, el jefe del Estado acusa a los herederos de la prensa porfiriana de haber sido los causantes del cuartelazo de Victoriano Guerra y con frecuencia compara la virulencia de entonces con la crítica de hoy.
Por más y como hayan atracado, zaherido y vituperado los periodistas de entonces (incluido el cuadrilátero legislativo de los oradores en el parlamento), no fueron los culpables de la traición de los militares a quienes el propio Madero les entregó el mando del incipiente y ejército federal.
La comparación es injusta. Ni los medios actuales conspiran con la embajada estadunidense, ni este es el gobierno pre revolucionario, ni alguno de sus integrantes ha conocido la cárcel por combatir la reelección presidencial, las prolongaciones del mandato ejecutivo o la perpetuidad del poder. Madero tenía muchos defectos, pero no mentía por sistema.
Y este es un pequeño obsequio rimado para mi amigo y compañero Riva Palacio con toda mi solidaridad:
Las columnas de Raymundo
Son precisas y rotundas
Como sabe todo el mundo,
Pero dice el presidente
Que son periodismo inmundo,
Que provocan barahúndas
O como en fecha reciente
De furia sin precedente
En conferencias formales,
Dan tumores cerebrales,
O inflamaciones renales.
Conferencias mañaneras
Son homilías furibundas
Para farsas tempraneras;
De sílabas tremebundas
En verbos presidenciales
Que todo dicen de lado
Y son nada aconsejables,
Porque crean en el Estado
Condiciones deplorables.