Hacer obras públicas es el sueño dorado de los gobernantes, alguna magia han de tener que en cuanto tienen el poder de decidir, lo hacen por las más inútiles, pero más vistosas. Los chicos invariablemente llegan modificando los jardines; donde hay kiosco lo tiran y ponen una fuente, donde hay fuente la tiran y ponen una estatua malhecha de algún prócer, si hay árboles los derriban para poner cemento o donde hay cemento lo levantan para poner florecitas que de tan frágiles habrá que reponerlas cada mes. Los chicos también se van sobre el cambio de luminarias, de mobiliario en las oficinas municipales, de botes de basura o compra de vehículos, lo que sea que permita ver la luz al principio del túnel. Los grandes levantarán calles completas donde ya las hay, para construirlas de nuevo, a veces con los mismos materiales; levantan un empedrado, por ejemplo, para volverlo a poner, pero ahora “ahogado en mortero”; de anchas avenidas levantan el macizo adoquín queretano supliéndolo por otro raquítico, quebradizo, permeable, del barato pues.
Cuando los futuros votantes se quejan de que el candidato solo pasó por su calle o colonia pidiendo el voto y nunca más regresó, es totalmente cierto, en las ciudades y pueblos de Querétaro la generalidad es que las calles tengan baches y cráteres en donde los automovilistas sufren graves daños, los ciclistas y motociclistas caen, derrapan, sufren lesiones; las banquetas son inexistentes o diluidas entre postes y rampas, más bien trampas para el de a pie. A la menor lluvia los drenajes se desbordan por fuera y dentro de las casas, casas de pobres en su mayoría que pierden y pierden hasta el cansancio.
Las obras que se llegan a realizar en áreas urbanas o suburbanas van marcadas por el fenómeno de la desarticulación institucional. Quienes realizan la obra de levantar y rehacer el pavimento o empedrado no solo tardan literalmente años en hacerlo, basta ver a la hermana república de Hércules partida en dos desde hace años, cuando por fin se ve avance, llegan los de los tubos de agua o drenaje a abrir de nuevo; luego cuando ya han hecho las banquetas, llegan los de la Comisión de Agua Potable a abrir para poner nuevas tomas dejando grietas y desperfectos por todos lados, abren desagües de drenaje, cierran coladeras, cuando al fin, una vez reparados los destrozos, se aparecen paulatinamente, los del cable, de servicios telefónicos y todos los que quieran o se hayan olvidado de hacer una conexión, abriendo de nueva cuenta. En resumen, cualquier hijo de vecino puede abrir, romper calles y banquetas e irse tan campante sin repararlas. Las calles y banquetas bendecidas con las obras nunca dejaran de estar intransitables. Al fin ciudad gótica, mientras, en otro lado de la ciudad, las sobras, si sobras para impresionar, se enfocan en hacer o deshacer andadores, en bajar o subir jardineras, en cambiar las flores por pastizales y cuando llegue el momento por nochebuenas.
Los candidatos van encontrándose, algunos por primera vez con ciudades y pueblos desconocidos, apenas cruzando la calle ya son otros muy lejos de parecerse al de las estampas triunfalistas, las de escenografía, las del comercial; de pronto, se encuentran con paisajes desérticos, de tan feos, apocalípticos, sin árboles, con calles de tierra, aguas negras corriendo por ellas, algunas desembocando en el río Querétaro del que en estos días surgen enjambres de moscos; se van encontrando también con un pueblo incrédulo, hastiado de promesas y de no ver llegar ni las sobras, lo único que les queda a algunos es la lona de la propaganda electoral que servirá de techito AL TIEMPO.