El pasado 28 de abril se festejó el Día Internacional de la Concienciación sobre el Ruido,
Cuestión a la que no se le ha prestado demasiada atención, pero resulta que la vida urbana actual se encuentra sumergida entre diversos tipos y volúmenes de ruidos conjugados entre sí a consecuencia del tránsito vehicular, su uso residencial, comercial y turístico principalmente; resultando un contexto mixto en donde diversas dinámicas se combinan en medio de una cotidianidad ruidosa en la que los ciudadanos han tenido que habituarse repercutiendo en su calidad de vida, en la afectación de sitios y monumentos históricos, en el uso del suelo, en tanto unos favorecen más que otros la emisión de ruido, la saturada circulación de automóviles por encima de priorizar corredores para el peatón u otros medios más amigables de transporte y el déficit de espacios naturales o servidumbres acústicas que atenúen la contaminación sonora. Por lo tanto, es pertinente indagar el ruido desde aspectos geográficos, espaciales, de incidencia, así como de niveles que permitan abordar las categorías de análisis como la contaminación sonora, ruido comunitario, ruido por tránsito, energía, conciencia sonora y servidumbre acústica, para coadyuvar a la toma de decisiones encaminadas a un diseño y planeación urbana orientada en la mitigación del ruido y los impactos ambientales negativos acumulativos, sinérgicos y residuales; al mismo tiempo que se mejora la salud física y mental de quienes habitan y transitan el espacio cotidiano.
Por otro lado, es recomendable la creación de un mapa estrategico sonoro que señale los ruidos que degradan el paisaje, paralelamente podrá desarrollarse una conciencia sonora encaminada a la implementación de acciones que optimicen la situación presente y futura, acatando lo estipulado en el artículo 4° párrafo quinto de la Constitución Política de los Estados Unidos Mexicanos, el cual instituye que “toda persona tiene derecho a un medio ambiente sano para su desarrollo y bienestar. El Estado garantizará el respeto a este derecho. El daño y deterioro ambiental generará responsabilidad para quien lo provoque en términos de lo dispuesto por la ley”.
Así, al concebir el ruido como fenómeno urbano, es posible visualizar los elementos sonoros contenidos en actividades antropogénicas, generadoras de potentes volúmenes y con ellos problemáticas que implican una constante adaptación de quienes viven y/o padecen el ruido. No obstante, el ruido puede considerarse como un acto agresivo o un hecho subjetivo en tanto que está contenido por datos específicos por parte del grupo que lo genera. Además, consigue ser abordado como un símbolo que refleja las maneras organizativas, adaptativas, culturales y los aspectos tecnológicos considerados como necesarios para el desarrollo de la vida urbana.
Asimismo, puede relacionarse con patrones poco evidentes en los que el ruido impide ver el patrimonio sonoro de una comunidad, ya sean antropofonías de sonidos provenientes de la actividad humana, biofonías de animales o insectos y/o geofonías, como parte de elementos naturales, los cuales, interrelacionados conforman el paisaje sonoro.
Para tratar de paliar el problema de la contaminación acústica, se necesita la elaboración y puesta en práctica de una nueva política de ordenamiento urbano basado en el paisaje acústico urbano, su zonificación y la generación de los mapas estratégicos de ruido urbano, cuya responsabilidad es compartida entre el estado, municipios y las autoridades federales.
En sí, de que lo que se trata es, de producir un proceso de planificación estratégica territorial, acorde con la Agenda 2030 en un territorio de escala local, bajo la variable ambiental del ruido. Todo ello, con el fin de prever, vigilar y reducir la contaminación acústica proveniente de todos los emisores acústicos urbanos, a efecto de contar con los criterios para la delimitación de los distintos tipos de zonas acústicas; definir los objetivos de calidad acústica aplicables a los distintos tipos de zonas y áreas acústicas, referidos tanto a situaciones existentes como nuevas; y establecer los criterios técnicos para la delimitación de las zonas de servidumbre acústica mediante los mapas de ruido estratégicos, con el objetivo de la creación de un modelo de ciudad digital, donde cada trayecto como elemento individual y datos sonoros relacionados de la ciudad, integren dichos aspectos o “capas” a través de una herramienta digital de planificación urbana