En más de cien ocasiones, según contabilidad de SPIN, divulgada por su creador, Luis Estrada, el presidente de la República se ha referido con una insistencia digna de curiosidad. -o de sospecha–, a la reelección, la no reelección; el espíritu y la inspiración maderistas, la biografía de Don Panchito, la conciencia constitucional, el respeto a los plazos establecidos y demás lugares comunes de un discurso vacío, con el soporífero disfraz del compromiso y la convicción.
–Si en verdad la no reelección es una verdad en su mente, mucho abonaría a su credibilidad suspender los ensayos con la prolongación del plazo, porque a fin de cuentas una cosa sustituye a la otra.
En ese interminable juego con el disimulo, sería posible invocar como principio histórico la no reelección, pero también reflexionar sobre la inexistencia de una prohibición clara para extender una responsabilidad pública por razones tan diversas como falsas.
¿Un estado de emergencia, por ejemplo? ¿Un inminente conflicto internacional? ¿Una epidemia recurrente?
La pregunta insistente en torno del fracasado intento de Bonilla y esta catapulta en favor del servicial presidente de la Corte (con la misma etimología de siervo), el señor Arturo Zaldívar, cuya obsecuencia nunca ha sido disimulada, es simple: ¿por qué estos dos ensayos de continuidad más allá del texto fundamental?
Obviamente me refiero al Poder Ejecutivo de Baja California con el abusivo gobernador Bonilla, quien ha hecho de la hipocresía su más notable capital político. Y eso por no hablar de su otro capital.
Quien crea en la espontaneidad de esas maniobras y no reconozca la huella del Palacio Nacional o es miope o está negado para advertir la realidad.
Cuando el propio presidente de la República determina la constitucionalidad del capricho para darle dos años más de presidencia a Zaldívar, en el nombre del combate a la corrupción, y su condición de indispensable para armonizar al Poder Judicial con su proyecto de gobierno, las cosas quedan muy claras.
Pero, ¿por qué los mexicanos nos oponemos a la reelección?
Gracias a ella tuvimos la “pax porfiriana”. Por su práctica el señor Santa Anna nos enseñó las ventajas de la globalización. Don Benito Juárez se sentó en la silla presidencial tantas veces como quiso, con carruaje y sin carruaje y si no es por la maldita angina de pecho, quizá ahí estaría vacunándose junto al demonio de San Jerónimo.
La reelección tiene muchas ventajas. No se necesita cambiar el retrato de alguien en las oficinas públicas. Los niños tienen años y años para memorizar el nombre del caudillo quien puede economizar troqueles en la casa de acuñación y poner su efigie augusta en las monedas y de paso hasta en los billetes.
No por vanidad, por mnemotecnia.
Además, eso de tener solamente héroes muertos es una especie de necrofilia cívica, y ahora, con los nuevos textos escolares de texto gratuito, único y obligatorio aprenderán nuestros hijos y nietos, a cantar las loas de la vitalidad de nuestro recientemente inoculado patricio quien recibió el piquete preventivo sin mover siquiera las pestañas.
La prolongación (sucedáneo de la reelección, pues acaba en lo mismo, pero con gotero), permite la continuidad de las obras. Posiblemente si se amplía el periodo por 18 años, más o menos, quienes vivan ese lapso, podrán ver terminados el Tren Maya, la Refinería de Dos Bocas (para entonces ya tendrá Tres Bocas) y el Sistema Aeroportuario del Valle de México, con todo y el mamut volador.
Y aquí una nota al calce: ¿No será un acto de generosidad ofrecerle a la NASA el logotipo del Mamut para su dron “Ingenuity” cuyas pequeñas aspas inauguraron el vuelo del hombre en otro planeta, así haya sido con un aparato no tripulado?
A ver si así entienden el progreso humanista y la maravilla de la ciencia no neoliberal, capitalista, egoísta, machista, clasista, racista de cuyos frutos ahora disfrutamos grandemente los mexicanos.
Así cuando lleguen a colonizar a Marte, ya podrá el sempiterno presidente mexicano (a quién le deberán el favor desde ahora) solicitar un lugar preferente en el primer viaje.
HUMO
La enorme fábrica de humo en la cual hemos convertido el país, no se debe sólo a la sequedad de la tierra y los bosques, también se debe a la imposibilidad de apagar el fuego. No hay personal, no hay presupuesto y no hay agua.
Pero queremos y a sembrar vida a Honduras, El Salvador y Guatemala, mientras aquí la vida se nos vuelve un llano en llamas.