El 22 de marzo del presente año, la Dra. Martha Fabiola Larrondo Montes, diputada morenista, presentó a la legislatura queretana una iniciativa de reforma a la “Ley para la inclusión al desarrollo social de las personas con discapacidad del Estado de Querétaro”. En los considerandos de la noble iniciativa queda en claro que ‘nacer con una discapacidad o adquirirla no debe convertirse en una limitante que impida el desarrollo y utilización de las potencialidades de la persona. Aunque parecería que son pocas las personas que la sufren, la realidad nos indica que son muchas: más del 2 por ciento de la población la padece y, en consecuencia, la discriminación. Eliminarla lo más posible es, pues, el propósito de tal reforma, de suerte que en el ámbito del sector público se garantice que al menos 5 por ciento garantice su inclusión en la plantilla burocrática. Asimismo, la reforma propone generar estímulos fiscales e impulsar el adiestramiento y capacitación. Se trata, pues, de implantar nuevas políticas públicas fundadas en un sentido humanista que haga posible la justicia social, más allá de la simple preservación del Estado de Derecho, hoy devastado por la impunidad o, al menos, por un débil si es que no simulado combate a la violencia y al crimen organizado.
Vale decir, que la diputada morenista también se ocupa con diligencia de la Comisión de asuntos indígenas en el seno del órgano legislativo. Discapacitados e indígenas son dos segmentos de la población altamente vulnerables. Y me congratulo, por la amistad que le profeso, que sea ella quien ponga atención en ellos.
Deseo fervientemente que, aunque con las observaciones pertinentes, autoridades y empleadores comprendan que la reforma propuesta es un asunto del ‘Bien común’, un anhelo que viene de muy lejos, quiero decir de Tomás de Aquino a quien la doctora Larrondo le ha dedicado largas horas de estudio y, hoy, en la acción. Pues para quien, como ella, participa en la vida pública, la reflexión académica no basta. Exige, por el contrario, compromisos actuantes.
Quien crea que la democracia se agota en el sufragio, la empobrece. Pues que es pluralidad, tolerancia, inclusión. La corriente filosófica del Personalismo, dentro de la cual destaca Emmanuel Mounier, centró su atención en la persona como ser libre, trascendente, con un valor propio. Eso son justamente los discapacitados.