De plano se ignora si la mermada hacienda de la austeridad republicana ha requerido préstamos bancarios propios o si el Banco Nacional de Comercio Exteriores ha financiado la peregrina labor del secretario de Relaciones Exteriores, Marcelo Ebrard en su anunciado periplo por el mundo para adquirir las inexistentes vacunas del programas sin embargo vigente de vacunación, porque ya sabemos, los mexicanos podemos hacer caldo de pollo antes de conseguir el ave y la cazuela, lo cual habla de nuestra capacidad de improvisación y nuestra mayúscula inventiva.
Pero sea como sea, y si algún dinero le hubiera quedado disponible al banco de asuntos foráneos después del fideicomiso con el cual le pagan su lambisconería a Epigmenio Ibarra; por ejemplo, ya sale nuestro Marco Polo en andanza por la moderna ruta de la seda para ver si en otras lejanas naciones halla los fármacos salvadores, imposibles de conseguir en México porque no ha habido cerebro nacional capaz de producir sueros protectores.
Y esto porque la cultura mexicana se expresa en su talento para preparar escamoles, pero no para sintetizar proteínas o hacer productos farmacéuticos de primera línea. Preferimos decir, ha sido un milagro, en lugar de reconocer cómo el subdesarrollo es parejo: lo abarca todo: la política, la democracia, el futbol, el Poder Legislativo y hasta el pavimento de las calles.
Los científicos mexicanos son pocos, mal pagados y peor tratados. Por eso hemos pasado de noche, en la escasez oscura del conocimiento. Si llegamos tarde al banquete de la civilización, ni siquiera hemos entrado al salón de las ciencias.
Todavía hacemos “limpias” y guardamos talismanes en el bolsillo trasero.
Nada de cuanto vemos a nuestro alrededor –ni el reloj, el automóvil, el avión, el bolígrafo, la televisión o la computadora; el teléfono o el zapato–, surgió del talento nacional. Con impotencia podemos comparar Silicon Valley con el Valle del Mezquital.
Pero ahí va nuestro canciller. Con el orgullo de quien no produce pero sabe comprar –o pedir prestado, como sucedió con Mr. Biden–, y sustituye sus carencias con proclamas justicieras: las naciones desarrolladas deben compartir sus vacunas con los países pobres e ignorantes, como nosotros, esa es la dignidad soberana de los necesitados.
Porque si el respeto al derecho ajeno es la paz; por el bien del mundo, primero los pobres.
Irá Don Marcelo a las tierras donde Alejandro Magno fundó Bucefalia. Recorrerá la China inmortal; acudirá a la Madre Rusia y en el camino, pues quien sabe si tropiece con algún entretenimiento, porque no todo debe ser rigor en la vida.
Pero el fulgurante recorrido planetario no está bien visto por todos. Ya el parlanchín merolico de la “Cuarta Vacunación” le ha mostrado los colmillos y ante la muy promisoria gira planetaria, al cabo de la cual repetirá Marcelo su frase favorita, “Misión cumplida; señor presidente”, como dijo Tibbits tras su aventura japonesa, expresa su escéptico comentario, porque “esta semana llegará al país en tres paquetes el embarque más grande de vacunas de Pfizer (487 mil 500 dosis el lunes, el jueves una dotación semejante y el viernes, 327 mil 600, para sumar un millón 302 mil 500).
“Además (refiere La Jornada), posiblemente durante la semana en curso se liberarán 432 mil 260 dosis de la CanSino envasada en México.
“Al corte del lunes en la noche, el país había recibido 15 millones 163 mil 420 dosis y se tenía el registro de 9 millones 366 mil 993 personas vacunadas, por lo cual, en estos días se superará el nivel de los 10 millones de ciudadanos protegidos”, como quien dice, ni para qué los viajes del Marco Polo 4-T.
Pero la incomprensión malintencionada es un hecho. No se dan cuenta de la magna labor y la enorme responsabilidad con las cuales el Señor gobierno hace esfuerzos por salvarnos la vida, aun a riesgo de la propia. No hay clemencia en la inquina, no hay pudor en el regateo de los méritos; hasta montan escenas donde una aguja sin nada más penetra en el brazo de un paciente. pura farsa, pura simulación.
Así nos lo ha dicho el señor presidente:
“…Hemos hablado con las farmacéuticas, me ha tocado hablar con el gerente mundial de Pfizer en conferencia, desde luego hablé con el presidente de Rusia, he hablado con el presidente de China, con el embajador de China en México, que nos ha ayudado mucho, con el embajador de la India en México, varias veces con el presidente de Argentina.
“…Con el presidente Biden, como dos veces sobre este tema. La primera vez le planteé que necesitaban apoyarnos. Se filtró la llamada porque hay todavía muchas golondrinas en el alambre y hasta se burlaron de que le había yo pedido vacunas y que había dicho: ‘Lo que diga mi dedito’. Se burlaron los conservadores de aquí.
“Y seguimos insistiendo. A la segunda llamada no fue poner condiciones, sino antes de llevar a cabo la llamada le dije al secretario de Relaciones: ¿Cuál es la agenda? Pues seguridad, migración, medio ambiente.
“Y le dije al secretario: Quiero yo en la agenda COVID y vacunas, de modo que el presidente Biden sabía que íbamos a tratar el asunto. Antes de nada, me dijo: ‘
“”Le tengo buenas noticias, nada más que vamos a esperarnos’. Se portó muy bien.
“Entonces, todo esto ha llevado tiempo de política diplomática para tener las vacunas, también disponibilidad de recursos”.
En esta declaración presidencial hay un elemento perturbador: ¿Cómo está eso de las golondrinas y los alambres? ¿Quién está “pinchando” las comunicaciones telefónicas entre dos jefes de Estado? ¿Los gringos, los conservadores ( ya ve cómo son), o alguna otra potencia extranjera?
–¿Quién observó clandestinamente el sabio dedito presidencial?
Esos son enigmas de la política, no pequeñeces.
Pero mientras ese misterio se resuelve, nosotros deberíamos darle reconocimiento al método mexicano para la inmunización, en lugar de andar por el mundo saltando de aduana en puerto para conseguir ampolletas.
El hallazgo se debe al talento de nuestro Louis Pasteur, el siempre dinámico y jovial secretario de Salud, Jorge Alcocer quien nos ha revelado el secreto del señor presidente y su fortaleza física. Veamos:
“…Sí la tuvo (la Covid-19), y si no hubiera sido por su formación individual, su capacidad de respuesta inmunológica positiva, rápida y buena, que no fue gratuita, no la compró: se la regaló la población cuando los visitó.
“Durante no sé cuántas veces ha recorrido el país y ahí ha tenido contacto con la gente, con los alimentos, y reforzó su inmunidad, producto del desarrollo que le dieron sus padres. Eso es así de sencillo”.
¡Nos lo hubieran dicho antes! la respuesta inmunológica se adquiere por obsequio del pueblo si se recorre el país buscando votos.
Pero entonces, ¿por qué el pueblo se enferma?
–Pues porque le regala su capacidad inmunológica al líder. No se puede tener pueblo enfermo con presidente sano, ¿o cómo era eso?, por tal justicia el señor presidente se enfermó, pero poquito, para no hacer sentir mal al dadivoso pueblo inmunizador, posicionador, como cualquier descubrimiento del doctor Chun Ga.
Ante tan notable demostración científica de nuestro secretario de Salud, cuya sabiduría complementa aquella frase inmortal de “Gatinflas” cuando descubrió –como Fleming la penicilina– la lucha entre el bien y el mal a través de la fuerza moral contra la fuerza de contagio de nuestro jefe de Estado, esta columna propone, modestamente, la candidatura de ambos para el Premio Nobel de medicina, por lo menos.
Y si no les dan el prestigioso galardón en la rama médica, se podrían abrir una nueva categoría: premio Nobel de “mamacallismo”.
En estas condiciones parecemos estar en medio de dos aguas. Por una parte la farsa constante de los médicos de la Secretaría de Salud, quienes todo lo hacen impulsados por los mágicos poderes de la transfigurada capacidad moral y populista del Señor, y quienes creen en el mundo real, el del conocimiento científico y buscan por todas partes los medios para inmunizar a la población mediante la medicina moderna.
El país de la magia contra el país de la ciencia.