Partimos del hecho, que la principal amenaza hoy en día es el cambio climático, pero sus efectos diferenciados dentro y fuera de la ciudad son distintos, ya sea por su magnitud, tipo de impacto, y medidas a tomar.
Así que tenemos, en lo general, como consecuencia del cambio climático el incremento en la temperatura, como uno de los grandes retos, pero al interior de la ciudad, observamos, que las acciones, construcciones y actividades humanas pueden llevar a magnificar aún más el aumento de la temperatura, como sucede en las llamadas “Islas de Calor”, que no son otra cosa más que zonas urbanas que registran mayor temperatura que en sus alrededores, debido por la superficie asfaltada, la cantidad de edificaciones, el tráfico, y las actividades comerciales principalmente que generan calor entre otras cosas. Y entonces, surge la pregunta obligada ¿debemos buscar medidas adaptativas o medidas de mitigación?
En principio ninguna de las dos se excluye, pero quizá una de ellas es más factible, menos costosa y con impactos positivos en el corto plazo. Así de esta manera, empezamos por ir diseñando medidas adaptativas, lo cual implica, empezar con lo que tenemos sin cambiar radicalmente lo existente, es decir, adaptar, como, por ejemplo, la pintura de las fachadas, a colores menos oscuros que atrapan mas calor, y preferir entonces colores mas claros reflejantes. En este ejemplo, no se trata de derribar la construcción y optar por diseños bioclimáticos, sino tan sólo adaptar la construcción en alguno de sus elementos.
En ese sentido, la disminución del tráfico vehicular en el centro de la ciudad seguramente contribuye a reducir calor, por ende, hay que considerar el cambio de un patrón de tráfico vehicular a peatonal o de uso de la bicicleta, y eso tiene un conjunto de variantes, pues puede pensarse en días u horarios o la combinación de ellos y sólo para algunas calles.
También puede considerarse la elección de giros de actividades comerciales más favorables a la reducción de calor. Para contar con una matriz de actividades o giros adaptativos climáticos.
Así mismo, la presencia de vegetación es una gran medida para la climatización de una “Isla de Calor” sobre todo en la zona céntrica. Pero muchos apelarán a que no hay espacio en las vías públicas, lo cual resulta hasta cierto punto cierto, pero estamos hablando de adaptación, por lo que es necesarios analizar con detenimiento que si podemos adaptar y que no es posible. En este caso, debería considerarse obligatorio que cada construcción edificada contara al menos con una cantidad mínima de árboles o arbustos a su interior, ya sea en sus patios o en las propias azoteas o bien, asumir la responsabilidad de regar y mantener la vegetación colocada en macetas por el municipio en la calle.
El reto es reducir esos 2 grados que normalmente hay de diferencia en la temperatura en la “Isla de Calor” del centro con respecto a la periferia.
Por otra parte, podemos considerar que esas zonas céntricas deben mantener su habitabilidad, o sea, que debe haber una regla de proporción entre usos habitacionales y usos comerciales.
En esta lista de acciones de adaptación podemos hallar la iluminación pública y escoger aquella que mejore la reducción de calor y por supuesto, en casas y comercios adoptar estos criterios, que además redundará en una eficiencia energética y ahorro económico. Ya no se diga, de la instalación de paneles solares en las azoteas de casas y comercios que sería una medida excelente.
Como podemos ver, son medidas adaptativas al alcance y que depende no sólo del gobierno municipal, sino de todos, partiendo del hecho que cada quien hará lo que le corresponde.
Adaptarse o morir pudiera ser el lema, y yo diría que antes de ponerlo en términos de libre albedrio contrapuesto, es mejor imprimir una direccionalidad en el sentido de “Adaptarse y Mejorar”.