Es cierto que se suspendieron las licitaciones para almacenaje de gas en 2019, que podría haber mitigado la crisis de electricidad actual de haberse aumentado la capacidad. Es cierto que el gobierno no tiene vocación por las energías limpias, aunque aún en caso de tenerla, no habría evitado el problema de la falta de electricidad esta semana en el norte del país. Pero también es cierto, muy cierto, que hay una enorme dependencia de gas de Texas, cuyas variables están fuera del control del gobierno mexicano, como sucedió esta semana, donde la soberbia texana -su sistema de electricidad no está conectado al federal- y su falta de previsión -minimizaron la onda gélida del Ártico-, arrastró a México.
No caigamos en las subjetividades creadas por la polarización reinante. La enorme animadversión que hay contra el gobierno y la indignación por la impunidad de Manuel Bartlett, director de la Comisión Federal de Electricidad, no significa que el planteamiento del presidente Andrés Manuel López Obrador sobre la dependencia energética de los texanos, sea falsa o esté equivocada. Por diseño institucional así se consumó en el gobierno de Enrique Peña Nieto, sin que la voz de los expertos, convocados a un foro nacional de parlamento abierto en mayo de 2019 para discutir la contrarreforma energética, fuera escuchada.
Una de las opiniones altamente calificadas que hubo en aquel debate fue la de Rogelio Montemayor, presidente del Clúster de Energía Coahuila. Montemayor pertenece a la generación tecnocrática que controló el poder durante los últimos 15 años del siglo pasado, miembro de lo que López Obrador define como los “neoliberales”, a los que acusa de todos los males nacionales. También fue director de Pemex y se vio involucrado en el llamado Pemexgate. O sea, este experto que introdujo al mítico Luis Donaldo Colosio a la política, se encuentra en las antípodas de lo que dice ser y representar el presidente. Pero lo que apuntó en la Cámara de Diputados cuando se analizó el Plan Nacional de Desarrollo 2019-2024, coincide, de manera informada, con lo que plantea López Obrador.
Leamos y escuchemos nuevamente lo que dijo Montemayor:
“La dependencia energética es excesiva: importamos del orden de 80% o más de nuestras necesidades de petrolíferos (gasolinas y diésel) y de gas. Ambas dependencias deben preocuparnos, sin embargo, la relacionada al gas no solo debe preocuparnos sino ocuparnos y con urgencia. Depender del exterior para satisfacer nuestras necesidades de petrolíferos es preocupante, sin embargo, como vimos en 2017 cuando se interrumpió por muchos días el suministro de las refinerías de Estados Unidos en la costa del Golfo, afectadas por el huracán Harvey, fue posible sustituir rápidamente dichas importaciones con combustibles de otros países, con impacto ligero en los costos, asociados a la logística, sin consecuencias de gravedad.
“El caso del gas es diferente, la dependencia que tenemos es realmente seria, representa un grave problema de seguridad nacional. Ello es así por varias razones:
*México importa de un solo país 94% del total de sus importaciones de gas. La mayor parte de las importaciones se realizan a través de dos únicos puntos ubicados en Tamaulipas.
*Tenemos poca capacidad de almacenamiento, mientras que otros países que importan gas tienen capacidad para almacenar gas equivalente a 60, 100 o más días de consumo. En México la capacidad es para dos días, prácticamente el que está en los ductos.
*No es posible sustituir ni rápida ni económicamente las fuentes de abastecimiento del gas importado, pues para ello se requiere tener capacidad suficiente para importarlo en forma líquida. Actualmente esta capacidad es limitada, llevaría años aumentarla y tendría un costo significativamente más alto que el gas transportado por ductos.
*En consecuencia, si por causas naturales o políticas se suspende el suministro de gas por más de dos días, el país se paralizaría.
*Para agravar la situación, el gas que importamos es gas seco, es decir sin etano, uno de los precursores esenciales de la petroquímica. Su escasez explica muchas de las dificultades que enfrenta dicha industria actualmente en el país.
*La gravedad de la dependencia respecto del gas de Estados Unidos se acentuará aún más, pues existe un lucha comercial y geopolítica entre Estados Unidos y Rusia por el mercado de Gran Bretaña y parte de Europa, países que ven disminuir la producción de gas del Mar de Norte y temen los riesgos de depender del gas de Rusia. Ello encarecerá el gas importado para México.
Montemayor advirtió que esas vulnerabilidades y riesgos configuraban un muy grave problema de seguridad nacional, que debía ser atendido de inmediato, con urgencia. “No tenemos por qué depender de las decisiones de agentes políticos o económicos externos, de fenómenos naturales, de la fragilidad de la infraestructura, de errores humanos, o de tantos otros factores que pueden suceder y que están fuera de nuestro control”, agregó. “Nuestra seguridad energética pasa necesariamente por el desarrollo de los recursos de gas de yacimientos no convencionales”.
Si se desarrollaran esas reservas no convencionales, planteó, sería posible reducir significativamente la dependencia energética y disminuir los riesgos de seguridad nacional. “Se pueden explotar en forma competitiva, con estándares comparables a los Texas, de donde importamos el mayor volumen de gas actualmente”, dijo. “Además, las nuevas tecnologías han permitido reducir en cerca de 35% el costo de extracción del gas no convencional, en los últimos diez años. No hay razón para no lograrlo en México”.
Desarrollar esos recursos, explicó, podría hacerse con respeto a las comunidades y al medio ambiente, cuyos riesgos podrìan evitarse o mitigarse con una buena regulación y ttecnología, como lo hicieron en otros lados, como Texas, donde perforaron más de 20 mil posos en una década. ¿Qué sucedió hace casi dos años? Lo oyeron pero no lo escucharon. Se lo advirtió al Congreso y lo ignoraron. Son las consecuencias de tener un cuerpo legislativo mediocre, incompetente y que sólo escucha al amo. La dependencia energética es inaceptable, como inaceptable la negligencia legislativa.
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