Si damos por sentado que hay una perdida de biodiversidad y segundo, que en la ciudad es donde se produce dicho proceso de forma más acelerada y cuantiosa, entonces cabe preguntarse ¿qué hacer en las ciudades para detener y conservar la biodiversidad?
La ciudad es un proceso dinámico, que no se detiene y que alberga una gran cantidad de humanos que requieren de condiciones de habitabilidad, pues la ciudad, no es sólo un artefacto constructivo, es mucho más que edificios, tuberías, vialidades, viviendas y todo lo demás que ya sabemos que existe. Es también un cúmulo de interacciones humanas que pasan por el tamiz político, económico, social, cultural y moral, es el cómo se vive, es el habitar en su esencia humana.
La ecología urbana, trata sobre varios aspectos, pero uno de ellos es la estructura urbana, que no ha sido la misma desde la creación de las ciudades, y que viene cambiando en razón de su economía, el crecimiento demográfico, las costumbres y también de las corrientes urbanísticas y arquitectónicas que se han plasmado. Y hay quienes señalan que es más barato y sencillo construir una ciudad nueva, que rehacer una existente. No obstante, hay que decir, que, si la ciudad se encuentra en un estado constante de cambios, en consecuencia, resulta trascendente focalizar aquellos pequeños cambios a veces imperceptibles pero contundentes, como lo es el cambio de un terreno a otro ya urbanizado sin importar el uso del suelo (habitacional, vialidades, infraestructura, comercios, etc.), entonces, visto así, cada espacio por pequeño que sea es significativo para diseñar y conservar la biodiversidad. Esto es, que si nos detenemos a pensar en que deberían existir zonas protegidas, grandes jardines o parques urbanos, quizá debamos esperar largos tiempos y voluntades políticas y económicas o en el peor de los escenarios, un colapso dramático de enormes consecuencias, pero de manera paralela, lo que si encontraremos en lo inmediato, son pequeños espacios llamados fragmentos o parches urbanos susceptibles de intervenir y cuyo valor, no esta en si mismo, es decir como una minúscula parte, sino en el conjunto de ellos, como sistema, que pueden crear un organismo superior al interior de la ciudad. Justo ahí, es donde la comunidad social puede apropiarse, intervenir y mantener, y si a ello, los gobiernos locales que son los más cercanos a los ciudadanos, mas que los nacionales o estatales, apoyan, planean y protegen, es factible, por un lado, contener la perdida de biodiversidad, pero además, incrementarla y conservarla.
Ahora bien, no sólo se trata de esos fragmentos, sino también, de la selección de las especies a colocar, pues las ciudades son espacios en donde el ser humano ha venido introduciendo plantas y animales exóticos y, en muchos de los casos, se trata de especies invasoras que van desplazando a las especies nativas, por ello, el primer criterio es seleccionar plantas nativas. Y dentro de ese listado de especies a considerar, hay que perfilar aquellas especies clave, en razón de la funcionalidad de cada una de ellas con respecto al hábitat a crear. De esta forma, cada fragmento, en un tiempo, espacio y sentido sociocultural determinado, puede tener distintas funcionalidades.
En la creación de estos fragmentos urbanos de biodiversidad, hay otro aspecto importante a considerar, y se trata de la conectividad dentro del gran mosaico urbano (compuesto de fragmentos), pero aquí debe haber una implicación de los agentes institucionales, que aporten desde la planeación, un plan municipal y también metropolitano. En este sentido, cobra mayor vigencia la visión de los ejes estructurantes verdes a manera de un sistema red, que se articule con otros nodos secundarios y terciarios para provocar una matriz urbana más sólida y que contribuya a sostener los servicios ecosistémicos que todos requerimos.
No hay una única fórmula, hay diversas pistas que nos conducen a diseñar la biodiversidad en la ciudad. El enfoque debe ser abierto y no cerrado y considerar la experiencia ciudadana en el cuidado, mantenimiento y necesidades.
En cada obra pública o privada, hay que considerar estos fragmentos de biodiversidad, y aunque resulte polémico, también en los lotes baldíos en donde por la falta de intervención humana, aún se reproducen especies nativas no nocivas.
El camino es un empedrado de complejidad, pero basado en la articulación de los distintos actores sociales, puede cobrar un sentido y dirección hacia un bien común como lo es la conservación de la biodiversidad urbana, bajo un cierto orden.
Por último, hay que considerar los instrumentos y mecanismos económicos financieros, para apuntalar las iniciativas, que serán muchas, pero pequeñas. Y en principio señalaré que la creación de un fondo ambiental municipal es requerido como instrumento, pero además, se debe iniciar con la colocación de bonos de la biodiversidad que bien pueden adquirir los ciudadanos a un costo reducido y a su alcance (desde $100 pesos), y finalmente, del presupuesto gubernamental, considerar el pago de servicios ambientales para esos fragmentos urbanos de biodiversidad. Y finalmente, considerar una plataforma digital municipal de datos abiertos para, a) difundir todo ejercicio de creación de fragmentos urbanos, b) propiciar la transferencia de conocimientos y c) contar con un sistema de seguimiento y evaluación.