En la administración pública se entiende por opacidad todo aquello que se realiza ‘por lo bajo’, discrecionalmente, sin concurso, sin licitaciones, sin garantías de transparencia. Opaca ha sido la gestión del actual gobierno federal. Por angas o mangas. Por supuestas emergencias, o simplemente porque el pueblo ‘bueno y sabio’ confía en el tabasqueño, impoluto él, dado que es distinto, no como los otros, neoliberales corruptos. Compra pipas, medicamentos, en fin todo, confiado en que no deberá rendir cuentas a nadie, dado que es el dueño y señor de México.
Incluso en lo relativo a su salud. Cuánto ha pasado desde que prometió informar sobre la certificación de su estado, salvo lo que afirmó en una ‘conferencia de prensa’, que era hipertenso. Y ahora que dio ‘positivo’ del Covid-19 y estaba contagiado, solo vaguedades: que son leves los síntomas. Y para probarlo reaparece, apenas cinco días después del anuncio, en un video diciendo que está bien, que la crisis ya pasó. La razón: para que no haya rumores ni malos entendidos. ¿Cuáles? Vaya usted a saber. Pero, ¿quién puede creerle si quienes lo vimos, pudimos observar su desplazamiento torpe, casi arrastrando los pies, con las manos en los bolsillos del abrigo, apoyado por momentos en una silla y además sin cubrebocas? Necio y deprimente. ¿Miente como es habitual en él? ¿No tenemos los mexicanos, derecho a saber con detalle el diagnóstico? ¿Lo ampara la privacidad? No. Es presidente de la República, no cualquier ciudadano. Y su salud es un asunto de interés público.
¿Reaparecerá prontamente en sus tediosas mañaneras como si nada? ¿Continuará con sus giras de fin de semana para mantener o elevar su popularidad? ¿Viajará en avión comercial como solía hacerlo? Lo dudo. Contagiados o no, la pandemia nos ha cambiado la vida a todos. Sin excepción. ¿Por qué al señor no, más aun si ya ha sido tocado por el virus? La humildad se impone como una virtud emanada de nuestra vulnerabilidad. El hacha de luz que lo protegía perdió su filo. La pandemia nos redefine emocional y socialmente. El Covid-19 es el Covid-19, valga la tautología. Y después de su ataque nada será igual. Las secuelas y las recaídas son muy probables. El señor de Macuspana, como todos, tendremos que luchar por la mera sobrevivencia, las circunstancias no dan para más. Gobernar como lo hacía el tabasqueño voraz ha llegado a su término. La opacidad tiene un costo. El mismo de la arrogancia. La realidad siempre impone su sentencia inapelable.