“No me digan que las cosas no pueden cambiar”, señaló Biden.
La semana pasada presenciamos la transición pacífica del poder en EUA. Joe Biden, 46.o presidente del vecino del norte, emitió una convocatoria a trabajar en unidad, aceptando que el disenso es natural y que no debe ser razón de ruptura.
Y en esa línea, en su primer día firmó 17 órdenes ejecutivas y memorandos que revierten muchas de las políticas de la administración previa; una materialización del disenso. Estas disposiciones abordan de manera comprensiva tres de los ámbitos más apremiantes para la administración entrante: cambio climático, crisis sanitaria y desigualdad.
Algunas de estas políticas encarnan el regreso de Estados Unidos al mundo y la puesta en marcha de un principio que va delineando la forma de hacer política exterior de Biden: “vamos a liderar no meramente por el ejemplo de nuestro poder, sino por el poder de nuestro ejemplo”.
En materia de cambio climático, ha sido celebrada globalmente la reincorporación de la Unión Americana al Acuerdo de París, aunque también puso en marcha el principio del “ejemplo”, al rescindir el permiso para la construcción del oleoducto Keystone XL, decisión nada fácil, considerando que marcaría el inicio de la relación de esta administración con la del primer ministro canadiense Justin Trudeau.
Un segundo paquete de órdenes ejecutivas y memorandos son resultado del reconocimiento de la realidad social que existe en Estados Unidos y de la decisión de cambiarla. Con ello, Biden lanza un esfuerzo transversal en el gobierno para eliminar de raíz el racismo sistémico, que pasa por revisar el estado de equidad en las instituciones gubernamentales y las barreras para acceder a oportunidades en planes y programas; revierte ordenes ejecutivas en contra del enfoque de diversidad e inclusión en agencias federales, y prohíbe la discriminación laboral en el gobierno federal, por orientación sexual o género.
Enfrentar los retos de desigualdad y racismo no sería cabal sin atender la situación de la población migrante. Biden refuerza el programa de Acción Diferida para los Llegados en la Infancia (DACA en inglés), detiene la construcción del muro en la frontera con México, revierte la orden que impulsaba la deportación a migrantes y revoca el veto a la entrada de viajantes de países de mayoría musulmana. Asimismo, llama al Congreso a aprobar legislación que otorgue un estatus permanente y un camino a la ciudadanía a inmigrantes.
En tercer lugar, está el paquete de medidas para enfrentar la pandemia en tres niveles: en el institucional, ajusta la estructura de coordinación de la respuesta ante la COVID-19 y restaura la dirección de seguridad sanitaria global y biodefensa en el Consejo de Seguridad Nacional. A nivel político, instaura un mandato nacional para el uso de cubrebocas en propiedad y para personal federales, da el banderazo de inicio del reto “100 días con cubrebocas”, extiende la moratoria federal en desalojos y ejecuciones hipotecarias y detiene el pago de deuda estudiantil hasta fines de septiembre. A nivel internacional, la cereza en el pastel, detiene la salida del país de la Organización Mundial de la Salud.
Así fue el primer día de la administración Biden-Harris. Una jornada en que el discurso no sólo fue retórico, sino político. “No me digan que las cosas no pueden cambiar”, señaló el presidente estadounidense en su discurso inaugural.
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