La consciencia es el controlador interno que llevamos y que nos hace actuar y pensar en la forma que cotidianamente actuamos. Es la causa de todas las cusas. Se supone que nos lleva a la perfección en lo individual y como colectividad humana. En esta colaboración ofrezco a mis cuatro lectores joyas citables de los grandes pensadores del mundo. Espero que llegue este esfuerzo a ya saben quién.
De la misma manera que toda causa provoca un efecto, cada efecto tiene una causa: no se explica el árbol sin una semilla que le dio origen. Lo similar se atrae y los opuestos se repelen.
En las elecciones presidenciales del 2018 la población quería un cambio a cualquier precio. La gente sentía que cualquier cosa sería mejor que la situación previa enlodada de corrupción. Pero también llegó la desilusión y la terca realidad nos demostró que necesitamos mucho más que un rayito de esperanza o un cambio de partido político en el poder. Ninguna persona ni ningún partido político por sí solo podrá hacerlo todo, ni siquiera lo suficiente para lograrlo. El cambio tendrá que venir de cada uno de nosotros en lo individual para después transformar nuestro mundo.
Después de todo, un líder es solamente el reflejo de la consciencia de su pueblo. No debemos esperar a que nuestros dirigentes sean perfectos porque no lo son. Si se hubieren saltado las leyes de la Física y la Biología y traspoláramos a nuestro tiempo al mejor de los líderes políticos que hemos tenido, como José María Morelos y Pavón, nuestro país seguiría teniendo los mismos problemas a los que nos enfrentamos hoy en día, mismos a los que nos seguiremos por los siglos de los siglos si no cambiamos nuestra consciencia individual y colectiva.
La clave del éxito de cualquier ideología o doctrina política o religiosa es poner las necesidades de los demás antes que la tuya propia. Lo que hemos hecho para nosotros mismos muere con nosotros, pero lo que hemos hecho para los demás y por el mundo permanece y es inmortal. La política es algo que debería unir a las personas y sin embargo tiende a crear el efecto opuesto: división, odio, rencor. De nada sirve extrapolarnos en izquierda y derecha, todos los extremos son malos, mientras que las soluciones se encuentran en el Camino Central o Columna Central del entendimiento. La mayoría de las políticas públicas fracasan porque se dedican más a enfatizar las diferencias con los oponentes que a incorporar los sueños y pretensiones de los otros.
No hay que ser esclavos de la opinión pública y menos de la opinión del público, casi siempre desinformada. Durante las elecciones todo gira alrededor del cambio y de cuidar al pueblo; pero una vez que estás en la silla del poder, todo gira en torno a permanecer en ella. La identidad y la posesión forman parte del dominio del ego. A través del ego nos apegamos a una ideología, a un partido político, a un candidato, a un gobernante y a nuestras opiniones fragmentadas y apasionadas. La política se ha vinculado en exceso al ego, esa voz dentro de nosotros que dispara el odio, el juicio, el control, el orgullo y la ira. Se ensalzan estos defectos de carácter en lugar de resaltar la tolerancia y los derechos de los demás.
No hay absolutos. Siempre que algo se mueve en esa dirección absolutista vigila: el ego está en funcionamiento. Solamente el ego quiere que las cosas blancas o negras, correctas o incorrectas, buenas o malas; quiere que afirmemos que lo somos todo o que no somos nada. El poder absoluto corrompe. La gente se define en función del bando que apoya en lugar de abordar las causas subyacentes y verdaderas del problema, verbigracia, la pobreza y la violencia en México. El ego encuentra mil formas de hacernos ir a la guerra, incluso contra nosotros mismos. Las palabras son claramente la droga más poderosa que utiliza la humanidad. El resultado del ego es que las personas que están en el poder empiezan a creer que pueden hacer lo que quieran.
Damos demasiado poder al individuo que promete el cambio porque queremos que esa persona arregle lo que está mal en nuestras vidas para no tener que hacerlo nosotros. La intención inicial del periodismo era DAR voz al pueblo en una democracia naciente. Hoy las noticias reales están en grave peligro de extinción.
Los verdaderos líderes son aquellos que conocen sus limitaciones y trabajan con ellas. Son fieles a sus palabras, predican con el ejemplo e inspiran a los demás a pasar del pensamiento a la acción por sí mismos. Un auténtico líder nos mostrará que hay dos caminos que podemos tomar: admitir nuestros errores y cambiar, u ocultarnos la verdad a nosotros mismos y culpar a los demás, como AMLO. La naturaleza del ego es agarrarse a lo que es temporal. Cuando elegimos soltar eso, entonces no sólo nos liberamos de una fuente importante de sufrimiento, sino que también nos abrimos a recibir el regalo de la siguiente etapa de nuestra vida.
Hay una gran diferencia entre ocuparnos de una persona y poseerla. La posesión aparece cuando ayudamos a los demás y de repente creemos que tenemos derecho a un pedazo de su éxito. El ego siente que tiene derecho a la gratificación.
Qué nefasta es la religión que deja de ser un don divino para convertirse en un veneno insidioso. Cualquier dogma mina nuestra tolerancia hacia los demás. Dios tiene muchos nombres distintos, pero odio, intolerancia, corrupción, acumulación de riqueza, asesinatos y dogma no están entre ellos. Dios es amor, aceptación y tolerancia por todo el mundo, por todo tipo de creencias, postulados de fe y formas de vida. La religión, en su forma más pura, fue creada para traernos felicidad más allá de toda comprensión; para traernos una conexión de luz con el Creador, con la fuente de todo lo bueno.
Han muerto más personas en el nombre de Dios que por causa de guerras, crímenes y desastres naturales. ¡Qué poca madre de esos líderes religiosos llenos de apegos materiales, como el de las cruzadas, que buscaban el control de las rutas mercantiles que recuperar el Santo Sepulcro de aquel inmenso Señor que nunca buscó la mísera gloria terrenal!