Recuerdo que cuando era niño, me gustaba platicar con personas mayores y aprender cosas nuevas de ellos. Uno de ellos era Leonardo el jardinero. Mientras él cortaba el césped, conversábamos de su vida personal, de su trabajo, y de su opinión de lo que fuera. El hecho de que él le iba al América, nunca fue impedimento para esas largas pláticas.
Leonardo era muy trabajador y tenía grandes sueños que, debido a su reciente matrimonio, compartía con su esposa. Estos sueños eran tres: que sus hijos estudiaran en una universidad privada del mejor nivel, casa propia en una buena colonia y conocer junto con su esposa otros países.
Para empezar a construir su meta, Leonardo empezó a echarle más ganas. Estaba decidido y comprometido con su éxito así que no habia barrera que le impidiera avanzar. Ahora trabajaba desde más temprano y terminaba más tarde; así que en lugar de 3 jardines al día, ya podía completar 4. Las matemáticas no mentían, sus ingresos pudieron crecer un 33% (espero no hayan considerado 25% como respuesta). Conforme se fueron estabilizado sus ingresos, su satisfacción subió pero, ¿Con esto fue suficiente para cumplir sus sueños? Lamentablemente no, tal vez ni uno de los tres manifestados.
Entonces Leonardo pudo haber pensado que echarle ganas no servía para nada, y que la vida era injusta. Afortunadamente además de trabajador era positivo, así que en lugar de darse por vencido pensó: “¿Que más tengo que hacer para cumplir mis metas?” Bajo una lógica impecable concluyó: “Si la intensidad no es suficiente, tal vez deba aprender cosas nuevas para ser un mejor jardinero y ofrecerle más servicios a mis clientes.” Con esto lograría cobrar más a cada uno.
Leonardo comenzó a estudiar jardinería, floristería y paisajismo así que pudo ofrecer a sus clientes más valor. Además de cortar el jardín, ahora ofrecía un servicio completo donde convertía el jardín de sus clientes en paisajes profesionales, no solamente jardines normales bien cortados. Su objetivo se logró, ahora podía cobrar 30% más a cada cliente. Sus ingresos ya eran 73% superiores a como había iniciado. ¿Eso era suficiente para cumplir sus metas? Tampoco.
Ahora debes pensar: “Pues ya me perdí”, Alberto va a salir con que Leonardo no puede ganar ya que su sueño era imposible y hay que ponerse retos alcanzables. Pues no, sus metas NO eran demasiado altas, Leonardo quería una buena vida que cualquiera puede aspirar a tener. Claro, si está dispuesto a pagar el precio con sacrificio.
En este momento, Leonardo ya no podía trabajar más horas ya que el día seguía teniendo nomás 24. Había aprendido lo suficiente como para dar clases pero su ingreso ya no podía crecer más. Se preguntaba: ¿Debo renunciar a mis sueños y a los de mi familia?
La alta intensidad y el respetable conocimiento en jardinería que Leonardo estaba generando, tenía que dirigirlo hacia mayores oportunidades. Lo que hacía y lo que aprendía no lo llevaban a conseguir su meta: ser jardinero no era suficiente.
En ese momento entendió que tenía que aspirar a tener su propia empresa con muchos jardineros, y que el conocimiento que había adquirido le permitia también tener su propio invernadero. Su intensidad y su conocimiento debían ser redirigidos. Leonardo tuvo que aprender liderazgo, a cómo abrir empresas, modelos de negocios, cómo manejar un invernadero, etc.; así como dedicar su intensidad en reclutar jardineros, incrementar sus ventas, etc. En esta etapa dejé de platicar con él y nunca más le he visto, pero estoy convencido que ha logrado conocer Europa y tener su empresa de jardinería, la cual seguramente ahora es manejada por alguno de sus estudiados hijos.
El aprendizaje que nos deja Leonardo con su historia es:
Echarle ganas no te asegura el éxito, pero si no le echas ganas sí te asegura el fracaso.
Aprender continuamente siempre te abrirá nuevas oportunidades, no aprender, te condena a la mediocridad.
Analiza tus opciones estratégicas, asegúrate que tu esfuerzo y tu conocimiento esté dirigido hacia donde sea más fértil…muchas veces más fértil.