Mañana el calendario, forma sencilla de comprender el paso del tiempo, además de las arrugas, las molestias físicas y la muerte, nos mostrará una nueva puerta abierta al futuro. A esa dimensión inexacta, invisible, incomprensible a la cual llamamos sencillamente, mañana.
Mañana será otro día. Como también lo fue ayer. Cada día es otro día.
La triste realidad de difuntos y encerrados, enfermos y desempleados a la cual nos hemos enfrentado y de alguna manera acostumbrado, me llevó a un hallazgo maravilloso en el libro memorioso de Luis Buñuel, “Mi último suspiro”.
Su perspicacia, su forma de entender una realidad sin los dobleces de los convencionalismos, su enorme capacidad de llamar vino al vino y pan al pan y saber la utilidad de cada uno, tiene páginas cuya lectura me parece oportuno reproducir.
Es una anticipación de los hechos actuales, es un lamento, un quejido o simplemente una más de sus revelaciones. Como sea, en cualquier terreno, Buñuel es un genio.
Este es su retrato –o su escenario—de los tiempos actuales, como si los hubiera adivinado en un libro escrito hace más de 40 años.
“…Las trompetas el Apocalipsis suenan a nuestras puertas desde hace unos años y nosotros nos tapamos los oídos (él no lo necesitaba; estaba sordo).
“Esta nueva Apocalipsis, como la antigua, corre al galope de cuatro jinetes: la superpoblación (el primero de todos, el jefe que enarbola el estandarte negro), la ciencia, la tecnología y la información. Todos los demás males que nos asaltan no son sino consecuencia de los anteriores.
“Y no vacilo en situar a la información entre los funestos jinetes. El último guión sobre el que he trabajado, pero que nunca podre realizar, descansaba sobre una triple complicidad: ciencia, terrorismo, información.
“Esta última presentada como una conquista, como un beneficio, a veces incluso como un “derecho”, quizá sea el más pernicioso de nuestros jinetes, pues sigue de cerca de los tres y solo se alimenta de sus ruinas.
“Me impresiona tan intensamente la explosión demográfica, que con frecuencia he dicho –incluso en este libro–, que sueño a menudo con una catástrofe planetaria que eliminase a dos mil millones de habitantes, aunque estuviera yo entre ellos.
“Y añado que esa catástrofe no tendría sentido ni valor, a mis ojos, más que si procediera de una fuerza natural, terremoto, epidemia desconocida, virus devastador e invencible…”
Si Gabriel García Márquez situaba el fin de la humanidad como consecuencia del múltiple estallido, Luis Buñuel lo imagina y justifica (lo anhela, se diría), en las causas profundas de la naturaleza.
“…Un virus devastador e invencible…”
–¿En estas circunstancias, por qué le daríamos crédito a
Buñuel sobre los poderes apocalípticos de la ciencia?
“…Una cosa es ya cierta, la ciencia es la enemiga del hombre,. Halaga en nosotros el instinto de omnipotencia que conduce a nuestra destrucción. Una encuesta reciente lo demostraba: de 700 mil científicos altamente calificados, que en la actualidad trabajan en el mundo, 520 mil se esfuerzan por mejorar los medios de muerte, por destruir a la humanidad. Sólo 180 mil tratan de hallar métodos para nuestra protección…”
En esas condiciones y con el auxilio de los 180 mil científicos “buenos” en el mundo, el año por llegar podría ser el año de la cura; como el moribundo 2020 pasará a la historia como el año de la pandemia.
No matará este virus devastador a dos mil millones de personas en el mundo y tampoco parece tan invencible como el de la profecía buñueliana. Los descubridores de la fórmula genética para enseñarle a nuestro organismo a defenderse del invasor mutante, cambiante, elusivo y tenaz, podrían, sin embargo, detener su victoria final, porque no se ha inventado el remedio contra la estupidez burocrática y la perversidad política.
La ciencia se enfrenta a un obstáculo cuya firmeza puede echar abajo todos sus descubrimientos: la demagogia, la propaganda (hermana gemela de la apocalíptica información condenada por Don Luis), las cuales tratarán de convertir un remedio en un mérito; un recurso de salud en una herramienta electoral y (al menos en México), torcer su uso en favor solamente de los partidarios de una idea.
Otros jinetes hay en las llanuras de nuestro provenir. El populismo es uno de ellos. La mentira como forma de control social. El engaño, el aprovechamiento de cualquier circunstancia para elevar un centímetro más el pedestal del líder.
Ahora la epidemia entra en una nueva fase.
Ya no se trata nada más de semáforos preventivos, restrictivos o paralizantes. Ahora viene el tiempo de la burocracia entrampada en sus propias ineficacias y su deliberada distorsión aprovechada en la distribución de las vacunas, cuyo efecto –a pesar de todo–, aun es muy temprano para predecir.
Los potros del Apocalipsis han aumentado su cantidad. Cada vez son más, cada vez más destructores, cada vez más horrendos.