Cuántas veces los queretanos hemos hecho a pie, en carro o en bicicleta “El Camino de Santiago” hasta llegar a la catedral Compostelana que alberga los restos del Apóstol Peregrino en una urna de plata queretana, bajo un altar del mismo material y origen, pero nunca nos ponemos a pensar –a pesar de que lo grita el Cronista de dicha Catedral- que gran parte de esa riqueza ornamental y espiritual se debe a un brillantísimo queretano, fray Antonio de Monroy e Híjar, sobrino tataranieto del mismísimo Hernán Cortés por línea paterna. Sabemos que en 1981, con motivo del 450 Aniversario de la fundación de Querétaro, el gobernador Rafael Camacho Guzmán y el presidente municipal capitalino, Álvaro Larrondo, en compañía del historiador Manuel Septién y del rector Mariano Palacios Alcocer fueron a Santiago de Compostela a hermanar las dos ciudades santiaguenses, jacobinas o santiaguiñas, pero al parecer, aparte de la nalgada a la aeromoza y una ceremonia no tan formal, no hubo actas ni sesiones de cabildo que así demostraran el hermanamiento. Es hasta el año de 1996 en que el Ayuntamiento de Querétaro presidido por Jesús Rodríguez Hernández logra formalizar esa hermandad con sesiones y actas aprovechando que el gobernador Burgos y el Constituyente Permanente Local habían aprobado el regresar al antiguo nombre de Santiago de Querétaro, proceso reformador de la Constitución Estatal que duró de mayo a noviembre de 1996. ¡Qué hermoso libro publicó Chucho Rodríguez denominado “De Santiago de Querétaro a Santiago de Compostela”! de la autoría del gran periodista Ramón Márquez Carbajal, hallado por el historiador José Manuel Escobedo, en Sevilla, y que es la mejor obra sobre nuestro ilustrísimo paisano Antonio de Monroy e Híjar. Lástima que la edición fue corta y la encuadernación modestísima; pero es comprensible por la crisis económica en tiempos del presidente Zedillo.
Qué bueno que el maestro Braulio Guerra Malo y su servidor (desde la presidencia municipal de Querétaro) hallamos apoyado la recuperación de ese bien nacional que es el convento dominico en Querétaro, con el excelente guardián Carlos Amado Luarca, en nuestros tiempos de alcaldes, además de que mandé esculpir una bella escultura de fray Antonio de Monroy de la autoría del exquisito cronista e historiador dominicano Jesús Solís de La Torre, cronista emérito del municipio de Colón.
El niño Antonio de Monroy nació en el pueblo de indios de Querétaro el 6 de julio de 1634, mismo que sería elevado a rango de ciudad en 1655-1656, misma que fue municipalidad a partir de 1578 e independiente en lo absoluto de la provincia de Hueychapan-Xilotepec desde 1613. Algunos ubican su nacimiento en la CDMX, pero en 1963 un fraile dominico, Secundino Martín, encontró su acta de bautismo en el archivo de la parroquia de Santiago sita en 1634 en el hoy templo y ex convento de San Francisco, que desde siempre ha estado dedicado al patronazgo del Apóstol Santiago.
Ese pueblecito queretano donde nació Monroy e Híjar llegaba solamente de La Cruz a Santa Clara y de la actual Hidalgo a Madero, siendo milpas para el sembradío los actuales templos y ex conventos de El Carmen, San Agustín y Santo Domingo. Sus padres fueron Antonio de Monroy y Figueroa y doña María de Híjar. ¡La suerte santiagueña estaba marcada para Antonio de Monroy e Híjar! Nació en la hoy Santiago de Querétaro, fue bautizado el día 25 de julio en la fiesta de Santiago Apóstol, estudió y se ordenó en la orden de Santo Domingo afiliándose a la provincia de Santiago México. Fue arzobispo de Santiago Compostela a partir de 1685 y hasta su muerte en 1715, muriendo en Santiago de Compostela y enterrado en la Catedral de Santiago, guardando sus restos la capilla de La Señora del Pilar, la que se le apareció al Apóstol Santiago en Zaragoza, España.
La infancia de Antonio de Monroy transcurrió de manera tranquila visitando los pocos templos queretanos, reliquias del siglo XVI que después serían demolidos casi en su totalidad por la prosperidad económica que alcanzó la después ciudad en el siglo XVIII. Eso sí, su devoción principal del pequeño Antonio era la Virgen de Guadalupe, a pesar de que no se había construido La Congregación sino hasta 1680 por un amigo y contemporáneo suyo y de su familia: Juan Caballero y Ocio, con quien compartía la misma devoción hacia La Morenita del Tepeyac.
Al cumplir Antonio los catorce años de edad, la familia Monroy e Híjar regresa a la hoy Ciudad de México, ya que su padre fue nombrado regidor a perpetuidad de dicha urbe, dejando en el convento de Santa Clara a tres hijas para que profesaran como monjas. Antonio aprovechó entonces la oportunidad de cumplir sus sueños inmediatos: inscribirse en la Real y Pontificia Universidad de México para estudiar Gramática, Retórica y Arte, donde rápido sobresalió como destacado estudiante. El jovencito quedó deslumbrado desde la Villa de Guadalupe a la Catedral Metropolitana con el recibimiento del nuevo virrey novohispano en 1648. Ese acto lo marcó.
A petición de su padre, Antonio estudió cuatro años más los Sagrados Cánones en la Real y Pontificia Universidad de México, pero eso no llenaba sus nuevas inquietudes y contra la voluntad de su progenitor decidió estudiar Teología. Ya se había graduado a los diecinueve años en la Facultad de Arte, Cánones y Teología cuando decide ser siervo de la Morenita del Tepeyac y ser sacerdote, nomás le faltaba decidir la orden religiosa, y es cuando platica recurrentemente afuera de su casa con dos novicios dominicos y en sueños se le aparece un su cuarto la figura brumosa de un dominico y lo tomó como señal para entrar a las filas de Santo Domingo de Guzmán en 1655, en la provincia de Santiago México, sin contárselo a sus padre, quienes lo veían administrando su inmenso patrimonio familiar. En ese año, Querétaro es elevado a ciudad por un pago de tres mil pesos en oro.
El 17 de marzo de 1670 Antonio de Monroy recibe el título de Maestro en Sagrada Teología y el 25 de julio de 1671, día de Santiago, es electo prior del convento de Santo Domingo por su inteligencia y humildad, además de Vicario Provincial. El 9 de noviembre de 1673 elegido Procurador de la Provincia de Santiago México, Consejero Provincial y Delegado para Asuntos fuera de México, saliendo a Madrid y a Roma dieciocho días después. En ese viaje conoce a un niño desvalido, flacucho, enfermizo, epiléptico, frágil y con doce años de edad, pero que a la postre se convertiría en el rey Carlos II de España. La amistad entre el solitario niño y Monroy se hacen largas cada tarde como los jardines de palacio, dijo el gran periodista y escritor Ramón Márquez Carbajal. El sábado 5 de junio de 1677 es electo por los delegados al Capítulo Dominicano en Roma como Maestro General de la orden, a los cuarenta y tres años de edad, sobre delegados y candidatos españoles, franceses e italianos. Monroy e Híjar renuncia a tal honor y es llevado casi a fuerzas ante el papa Inocencio XI quien lo convence de aceptar el nombramiento. ¡Un joven queretano como líder mundial de una de las órdenes religiosas más poderosas del planeta! El propio rey español, Carlos II, su amigo, lo felicita entusiastamente.
Cuando en 1678 vuelve a estallar la guerra entre Francia y España, Monroy e Híjar solicita al papa Inocencio XI y al monarca Carlos II lo dejen retirarse a una humilde celda a orar y meditar, cosa que le es negada y se le ofrece a cambio el Obispado de Michoacán, para que regrese a su tierra, a la que nunca volverá porque rechazó dicho cargo inexplicablemente. En 1684 corre fuertemente el rumor en Roma que Antonio de Monroy será nombrado cardenal, cosa que él niega e intenta salirse de la endemoniada e intrigosa corte romana. En 1685 a la oportunidad de escapar de Roma se la pintaron calva: quedó vacante el arzobispado de Santiago Compostela, recomendándolo entonces su antiguo pupilo Carlos II –rey de España- ante el papa, inclusive acompañándolo al Palacio Episcopal, hoy El Vaticano.
A propósito de la Estudiantina de la UAQ y el borrachín cronista oficial de la catedral de Santiago Compostela: ¿Quién creen que llega más crudo a la ceremonia del butafumeiro? ¿Los estudiantinos o el cronista compostelano? Les vendo un puerco tunante y compostelano. (continuará).