FEDERICO ARREOLA
Presidente López Obrador:
Empecemos con unas definiciones:
* Realismo: “Forma de ver las cosas sin idealizarlas”.
* Realismo mágico: “Introducir elementos fantásticos en una narración realista”.
* Ejemplo de realismo mágico en la política: Llegaron 3 mil vacunas de Pfizer/BioNTech a México y, con insuperable cartomancia, el canciller Ebrard dijo que eso era “el principio del fin de la pandemia”.
*Ejemplo de realismo científico: Con realismo a secas, digno de un hombre de ciencia de dimensiones históricas, alguien que seguramente recibirá el Nobel por haber sido uno de los creadores de la vacuna de Pfizer/BioNTech, Uur ahin —el otro es Ozlem Tureci—, dijo a The Guardian que el coronavirus “permanecerá con nosotros durante los próximos diez años”.
*Ejemplo de que, aunque pocos, existen funcionarios realistas: No debemos “dejarnos llevar por exceso de optimismo ni caer en la creencia ingenua de que la lucha ha terminado”; estas fueron las prudentes palabras con las que el secretario de Salud, Jorge Alcocer Varela, recibió a las primeras vacunas.
Moraleja
¿A quién le creemos, presidente López Obrador? ¿Qué tesis debe guiarnos, la ingenua de Marcelo Ebrard o las informadas del reumatólogo Alcocer y del desarrollador de la vacuna que tanto trabajo le ha costado al canciller comprar? Creo que en este caso no podemos tomar en serio al acelerado secretario de Relaciones Exteriores. En política, el futurismo lleva inclusive a los más inteligentes a expresar barbaridades.
Desde luego, Hugo López-Gatell a veces es realista y dice verdades en sus conferencias de prensa, como aquella de que la pandemia de covid va para largo y que no acabará con la vacuna. Tiene toda la razón, se nota que es un experto. Pero otras veces, en plan de rockstar de la epidemiología, el doctor Gatell cae en insensateces. ¿Recuerdas Andrés Manuel cuando el estratega en jefe para combatir la pandemia dijo que el coronavirus “se comporta como una enfermedad respiratoria de moderada a baja gravedad, más leve que la influenza estacional”. Enseguida, para que no se me acuse de mentir, el fallido diagnostico en la propia voz de nuestro principal especialista en epidemias:
Los defensores de López-Gatell dirán que eso lo dijo cuando la pandemia empezaba —sí, cuando los científicos en Europa y Asia ya sabían que se trataba de una crisis terrible—; y esa es la verdad: son palabras viejas del subsecretario de Salud, pero expresadas lamentablemente en el momento en que él preparaba la estrategia para combatir al coronavirus. Con un diagnóstico tan inadecuado —merecería que le quitaran el título de doctor de la Universidad Johns Hopkins— se entiende que su plan haya sido contradictorio, por decir lo menos, y que como sociedad estemos en la triste situación de que nuestro país sea uno de los más afectados por la nueva enfermedad.
Maltratar al epidemiólogo
¿Significa maltratar a Gatell recordar sus numerosas equivocaciones, como la de negar tantas veces la utilidad, universalmente aceptada, del cubrebocas? Pienso que no. Son simples y muy necesarias críticas a un funcionario que ha fallado.
Pero a ti, admirado presidente López Obrador, te da coraje —así lo dijiste— que cuestionemos a Gatell en los medios. Y por esa razón respondes con fuerza a los más famosos críticos del subsecretario…, aunque, la verdad de las cosas, no sé si fue por algo que Joaquín López-Dóriga dijo contra Gatell que difundiste en tu mañanera una noqueadora caricatura de Hernández en la que queda muy mal parado el columnista de Milenio y conductor de un noticiero en Radio Fórmula.
Andrés Manuel, no te reprocho que contestes con tanta pasión a los periodistas que cuestionan a tu gobierno. Estás en todo tu derecho al hacerlo. Mismo derecho que tienen los periodistas y los medios para insistir en los errores y hasta mentiras tan evidentes de Gatell. Vivimos tiempos de gran libertad; sin duda es uno de los grandes logros de la 4T, tal como lo dijo Epigmenio Ibarra en Milenio. Entonces, deberías celebrar —y no enojarte— por el hecho de que la TV hoy sea muy crítica del gobierno, lo que no ocurrió en el pasado. Señor presidente, bien vistas las cosas es una medalla para ti contar con un espejo adicional en el que se refleje lo que no ha hecho adecuadamente tu gobierno, que en mi opinión es muy bueno, pero no perfecto. Eres el presidente más criticado de la historia, inclusive al que más se ha insultado en los medios. ¡Maravilloso!”. Es una prueba irrefutable de que, a diferencia de tus antecesores, la represión no es lo tuyo.
Se me pasaba mencionar que nunca he cuestionado al secretario de Salud, Jorge Alcocer, un hombre al que admiro y respeto por sabio en su especialidad y por su calidad humana. Así que, presidente López Obrador, no has hecho ningún coraje por nada indebido que yo haya dicho del eminente reumatólogo. Mis opiniones sobre la personalidad y el trabajo de López-Gatell son otra historia.
Realidades, no promesas
El mejor presidente del neoliberalismo fue Ernesto Zedillo. No digo que se le deba calificar como un gran gobernante, sino simplemente que lo hizo mejor que Miguel de la Madrid, Carlos Salinas, Vicente Fox, Felipe Calderón y Enrique Peña Nieto.
¿Sabes por qué Zedillo gobernó razonablemente bien? Por realista, Andrés Manuel. Los políticos nos habían acostumbrado a las promesas que jamás se hacían realidad. Zedillo enfrenó la terrible crisis de 1995 diciendo siempre la verdad: que estábamos mal y que podíamos estar peor.
Antes del gobierno del presidente Zedillo, a los gobernantes les suplicábamos que dijeran “realidades, y no promesas”. Pero los durísimos diagnósticos de Zedillo nos obligaron a suplicarle: “no más realismo, queremos promesas”.
Recibimos ayer 3 mil vacunas de Pfizer/BioNTech. ¿Era necesario anunciarlo en un evento fastuoso, muy al estilo de la vieja política, con la presencia de cinco secretarios de Estado y dos subsecretarios? ¿Valía la pena que Ebrard soltara de su ronco pecho la enorme falsedad de que ha iniciado el principio del fin de la pandemia?
Entiendo que una de las obligaciones de quienes gobiernan es la de sembrar optimismo. Pero en una crisis brutal como la que sufrimos quizá sería mejor el realismo. Porque, ya se sabe, la vacuna en el mejor de los casos tardará un año en aplicarse a un número tan grande de personas que nos lleve a pensar que se domó verdaderamente a la pandemia. Entonces, mientras eso ocurre, la mejor defensa contra el coronavirus es tenerle respeto y hasta miedo, de tal forma de insistir en la sana distancia, en quedarnos en casa, en la necesidad de usar en todo momento el cubrebocas.
Si nos confiamos —y palabras como las de Ebrard invitan al exceso de confianza— se perderán muchas más vidas antes de que la campaña de vacunación cumpla sus primeras metas.
Las empresas quieren apoyar
Por lo demás, me gustaría preguntarte, querido presidente López Obrador, por qué no se permite que muchas empresas mexicanas aporten recursos para vacunar a sus trabajadores.
La clase empresarial está decidida a hacerlo, al costo que sea necesario. Las vacunas más caras son la de Pfizer/BioNTech y la de Moderna. Según he leído, la primera tiene un costo de 20 dólares y la segunda de 25 dólares.
Ha dicho el secretario de Hacienda, Arturo Herrera, que el gobierno cuenta con 1 mil 659 millones de dólares para comprar vacunas. A esos precios, estamos hablando de 66 millones de dosis —pero en el caso de Pfizer/BioNTech deben aplicarse dos vacunas para que funcione. Es decir, cuando mucho, con ese dinero se vacunará a unos 40 millones de mexicanos, probablemente en un plazo muy largo. Estoy suponiendo que nadie en el gobierno hará la locura de comprar vacunas mucho más baratas, pero desacreditadas, como la británica de AztraZenaca/Oxford, la china o la rusa. Ojalá no se olvide que lo barato sale caro y, en esta historia, el precio excedente a pagar sería en vidas humanas.
Hay que destacar que los 1 mil 659 millones de dólares alcanzan solo para las vacunas. Esto es, se necesitarán más recursos para almacenarlas, distribuirlas y aplicarlas.
El sector privado tuvo una primera reunión con López-Gatell para ofrecerle adquirir vacunas para unos 2 millones de trabajadores de las empresas afiliadas al Consejo Coordinador Empresarial. Muchas otras empresas de menor tamaño o que no pertenecen al CCE también lo harían.
¿Es maltratar a Gatell mencionar que, muy irresponsablemente, no peló a los empresarios y que no ha querido volver a hablar con ellos? No, no es maltrato. Y lo que ha hecho el subsecretario simplemente no es serio, señor presidente.
¿Cuál es el problema de que las empresas paguen las vacunas para sus trabajadores? Por cierto, valdría la pena que los hospitales privados, que son muy buenos —a ti te consta, Andrés Manuel, en Médica Sur te salvaron la vida—, adquirieran sus propias vacunas y las vendieran (en un rango de precios razonable bajo estándares internacionales) a quien quiera pagarlas. No es nada difícil vacunar a la gente. Los centros de salud particulares sabrán hacerlo con excelencia. El doctor López-Gatell, que evidentemente no viene de mero abajo, muy probablemente nació en una maternidad privada y ahí le aplicaron las vacunas que todo bebé necesita, como apostaría es también el caso de Marcelo Ebrard. Y míralos, Andrés, tan sanos que hasta se sienten capaces de ser las estrellas más brillantes del 2024.
Me parece absurdo no convocar a los hospitales privados y a todas las empresas para que se sumen al esfuerzo de vacunación. Le ahorrarían al gobierno millones de vacunas, esto es, millones de dólares.
Turismo vacunacional
Mientras la sensatez se impone, las personas con recursos en México no esperarán su turno para vacunarse y, por solidaridad con quienes menos tienen, decidirán no costarle dinero al gobierno. Así, se irán a Houston, Miami o San Diego cualquier fin de semana a pagar en la primer farmacia que encuentren 25 dólares para vacunarse.
Una pena promover el turismo vacunacional para el beneficio de Estados Unidos.
La historia, Andrés Manuel, la historia
López-Gatell ha perdido el piso, no hay duda. Se ha mareado por tanto que lo defiendes. Andrés, esa es la verdad. Hasta se ve pesidencial en 2024 y por eso se pelea con Ebrard. Ni hablar, presidente López Obrador, tu gobierno no iba a ser perfecto: nada humano alcanza la perfección. Pero, más allá de las fallas de un subsecretario, lo que ya has hecho, y sin duda lo que harás durante todo lo que dure tu mandato, te han dado un lugar de privilegio en la historia. Es decir, un mal estratega contra la pandemia no arruinará tu imagen. Claro que no.
En la 4T han sobrado personas que han tratado de que la pandemia no sea tan dañina. Resalta el trabajo de Claudia Sheinbaum. Todo lo realizado por la jefa de gobierno se ha basado en la ciencia y el sentido común. No ha jugado a la politiquería con la tragedia humana y ha incrementado sus niveles de aceptación, quizá porque la gente ha notado un hecho: es una artista de la cuerda floja. Sin romper con la 4T, Andrés Manuel, que es el el proyecto político que encabezas y que ella ha apoyado siempre —jamás trabajó con Felipe Calderón, por ejemplo, tentación que Gatell no resistió; tampoco en el gobierno de Carlos Salinas, en el que Ebrard fue uno de los chicos maravilla— ,ha sabido la jefa de gobierno, en la práctica, tomar distancia de lo inaceptable, como el rechazo durante meses al uso de las mascarillas.
Otro que merece un reconocimiento es el todavía secretario de Educación Pública, Esteban Moctezuma, quien insistió en que los niños solo fueran a la escuela si el semáforo de sus entidades estaba en verde. No ha sido el caso en la mayor parte de las regiones de México, y los estudiantes han cursado sus clases por internet o en la TV. No hay duda de que si algo falló en Europa durante el segundo confinamiento —causado por el crecimiento de los casos de covid al finalizar el verano— fue que los gobiernos no se atrevieron a dejar a los pequeños en casa; a pesar de que cuentan con mejores condiciones para ello que en México, no tomaron la decisión correcta. Es que si bien los niños contagiados normalmente no presentan síntomas ni van al hospital, el hecho es que sí contagian a otros niños, a sus maestros, a sus padres, a sus abuelos. En este tema México le dio una lección al mundo, Andrés Manuel, y hay que decirlo con orgullo.