Tres partidos han decidido ir en coalición parcial, PAN, PRI, PRD para disputar 158 distritos electorales con el propósito evidente de evitar que MORENA obtenga una mayoría determinante en la Cámara de Diputados en 2021. Señalamos en colaboración anterior, que esta es una alianza simplista porque se basa en aritmética pura e intereses cupulares guiados hasta este momento por apreciaciones subjetivas sobre la presencia que creen tener en esas demarcaciones distritales.
Han declarado que no postularán personas impresentables, lo cual es electoralmente una propuesta insuficiente, ingenua y hasta insultante para el electorado.
Dos años no han sido suficientes para que reconozcan, que la votación tumultuaria que tuvo López Obrador se originó en el rechazo a estos mismos que hoy se alían, y que en ese tiempo no han sido capaces de articular tan siquiera una disculpa a sus otrora seguidores por haberles fallado. Por eso es una alianza simplista y superficial y porque a falta de contenido y ausencia de propuesta, apuestan a los errores del adversario como base para su plataforma electoral.
Es cierto que la administración de la auto denominada cuarta transformación ha dividido al país y que muchas de las determinaciones de este gobierno no resuelven los grandes problemas nacionales y han causado que amplios sectores de la población los rechacen, sin embargo, apostar a que la inconformidad y el temor vayan a orientar el voto en favor de los coaligados es una apuesta estratégicamente mal planteada pues no recapacitan en que, durante dos años han estado criticando las acciones de gobierno y sin embargo, la aprobación al Presidente rebasa en casi 17 puntos a la desaprobación, por lo tanto, al convertir la elección en una arena para evitar que el gobierno siga actuando de esa manera ya tienen una desventaja de ese tamaño.
La alianza es frágil porque no nace de sus fortalezas, sino que están juntando sus debilidades y lo que da mayor fragilidad es que el ámbito local se ha menospreciado, y en ese entorno los acuerdos cupulares tendrán un respaldo relativo de las fuerzas locales, en principio por la carga ideológica de la militancia en sus partidos de origen y la falta de trabajo político de las dirigencias nacionales con sus propias bases.
En ese entorno, la transferencia de votos o la suma de los mismos no está garantizada. Sin embargo, la decisión está tomada y en su implementación tendrán que tomar en consideración, que no basta el que se conviertan en un cauce único en el que la población, inconforme con el actual gobierno, vuelque su descontento. Tendrán que generar en campaña lo que no han hecho en dos años como oposición, una propuesta que indique que pueden ser merecedores de que el pueblo les devuelva la confianza.
Actualmente, el desprestigio de los partidos es alto y las figuras de peso en la política nacional les escasean a todos por igual y si a eso se suma que desde el gobierno se han encargado de perseguir y amedrentar a todo aquel que les pueda significar un riesgo, es evidente que necesitan algo más que la convocatoria a unir inconformidades.
Recientes estudios muestran que la alianza está cerrando los márgenes de competencia, particularmente donde los aspirantes locales han empezado a perfilarse, en especial en los estados donde la gubernatura es la elección principal, más no es el caso en los distritos electorales en los cuales no aparecen aún estudios ni hay candidatos o aspirantes definidos.
Las dirigencias nacionales han hecho de la batalla por la Cámara de Diputados su objetivo primario y con ello polarizan la elección pues son ellos contra la cuarta transformación. Será un error si las campañas a diputados federales se concentran en esa plataforma contraria a la 4T. El rechazo a lo establecido fue crucial para la victoria de Morena en 2018 y el mensaje de que todo estaba podrido en el sistema calo hondo, al grado de que hoy prefieren aún un mal gobierno que la vuelta a lo que había, como se demuestra con las preferencias electorales hasta hoy conocidas.
La fragilidad y debilidad de esta alianza cupular opositora es que no ofrece nada nuevo, o cuando menos diferente al pasado reciente. La oportunidad insisto, está en las plataformas regionales y los buenos candidatos y sus campañas, en especial en los estados donde se elige gobernador.
Donde no es así, que son estados con amplia presencia en la Cámara de Diputados, como Veracruz, Puebla, Jalisco, Estado de México, Ciudad de México, que por sí solos suman 135 diputaciones de mayoría, tendrán que ofrecer algo distinto para reconquistar un electorado sumamente decepcionado y en los cuales las elecciones locales pueden o no arrastrar a los candidatos federales. Como se ve, las alianzas no pueden ser tan simples ni basarse en operaciones aritméticas. Necesitan ganar 158 diputaciones de mayoría y ya se decidieron a hacerlo, les falta el cómo, y ahí son frágiles y débiles.