La conferencia mañanera de ayer marca un momento importante en la evolución de la actitud presidencial en relación con su responsabilidad (o su irresponsabilidad) en el proceso electoral de los próximos meses.
La de Ayer ha sido la más notable de sus intervenciones, la más directa y la más evidente.
No importa si el Instituto Nacional Electoral y sus más legalistas consejeros ponen el grito en el cielo: nadie los escuchará. Y si hubiera alguna sanción –así fuera simbólica en la forma admonitoria– el Tribunal Electoral del Poder Judicial de la Federación, como ya lo ha hecho, estará presto a proteger al Presidente.
El tribunal se ha convertido en una oficialía de partes de la oficina de Julio Scherer Ibarra, el consejero jurídico del Palacio Nacional.
–¿Cómo se dio esta intervención directa del Presidente? Así, así se dio:
“…Lo que les importa, además, ellos mismos (los aliados) lo han expresado, es que no tengamos –quienes apoyan al gobierno, quienes están llevando a cabo la transformación– que no tengamos una representación mayoritaria en la Cámara de Diputados.
“¿Y cuál es la función principal de la Cámara de Diputados, la facultad exclusiva de la Cámara de Diputados?
“Aprobar el presupuesto. O sea, no aguantan, no soportan el que haya pensión a los adultos mayores, el que haya pensión para niñas, niños con discapacidad, no soportan el que los estudiantes pobres reciban becas; les molesta hasta el que se exprese -aunque no se lleve a la práctica porque significa todo un proceso y hay muchos obstáculos precisamente, porque son muchos los intereses creados-, les molesta que se hable de atención médica y de medicamentos gratuitos; les molesta muchísimo el que se siga fortaleciendo la educación pública… “
Lo anterior no es una respuesta a una pregunta reporteril; es un manifiesto en contra de los adversarios.
Es decirle a los electores, especialmente a los de su base, si votas por ellos pierdes tu pensión; te quitan dinero, te roban, te esquilman, te sisan y despojan.
Obviamente la potencia del discurso ejecutivo desbalancea la equidad en la contienda. Los partidos coaligados (coludidos, diría el lenguaje oficial), no tienen ni los recursos de propaganda ni la fuerza del Poder Ejecutivo cuya oferta de reparto económico y manipulación es insuperable.
Por otra parte la alianza anunciada ayer para cerca de 170 curules en la Cámara de Diputados resulta muy compleja.
Provenientes de una muy diferente estirpe ideológica y política, los aliados no tiene ninguna oferta en común excepto hacerle frente a un gobierno absolutista. O al menos absoluto.
Lo único en común entre todos ellos es el enemigo.
Por lo demás, son colores distintos.
Por eso la suma de todos los colores del espectro se convierte en una sombra blanca a la cual –no obstante su palidez–, se debe atacar desde la cima de un enorme poder amenazado.
Pero si entre todos ellos sólo hay un enemigo, bien les valdría comenzar a aprovechar las debilidades del contrario. Deberían llamar a otros dos partidos para ayudarse: el COVID y el PIB.
Y en este caso las flaquezas son muchas: las graves consecuencias humanas, sociales y económicas de la epidemia, con todo y la pantomima de festejar la llegada de un minúsculo muestrario de vacunas (tres mil ampolletas), como si con ello desaparecieran el Apocalipsis y sus jinetes.
Los adversarios deben aprovechar en su favor la pobreza en ascenso, la pérdida de los empleos, la violencia incontenible y en general el desaseo por todas partes.
EL PANEGÍRICO
Hasta hoy no he conocido caso de mayores elogios.
Ningún otro funcionario de este gobierno ha sido alabado por el propio gobierno en los tonos de exaltación justiciera de Ricardo Monreal hacia Delfina Gómez, la secretaría de Educación.
Si todos los atributos y calidades cuya mención repetiré son ciertos, ¿por qué no le habían nombrado desde el principio en esa importante posición?
Lea usted estos ditirambos zacatecanos:
“…tiene conocimiento, capacidad, experiencia y sensibilidad… mujer ecuánime, prudente, inteligente, con intuición y, sobre todo, con humildad y sencillez…honesta, leal a sus principios, de firmes convicciones a las que no renunciará nunca… que siempre busca conciliar y consensuar, pero que siempre se inclina por la mejor decisión para la gente… tiene preparación académica, conoce la dimensión burocrática de la Secretaría y el sector sindical y tiene experiencia en aula…”
Pues con todas esas prendas debería ser –de menos– secretaria general de la ONU