Envuelta en el tradicional papel de azúcar de los comunicados diplomáticos, el telefonema sabatino entre el presidente de México y el próximo Ejecutivo de Estados Unidos, Joe Biden, –lograda al fin después del desencuentro inicial y tamizada con las suaves formas de una cortesía simulada– contiene a despecho de los buenos augurios, varios puntos de confrontación apenas insinuados.
Uno de ellos, quizá el principal, es el planteamiento de asumir el Estado de Derecho y el papel del sector privado y la sociedad civil en las actuaciones políticas bilaterales. Veamos.
Joe Biden autorizó tras la conferencia un comunicado, cuya extensión contrasta con el forzado tuit de lugares comunes del Señor Presidente desde Yucatán, y en ese amplio boletín pone contra la pared algunas de las principales características del actual ejercicio del poder: lo conmina (o invita) a incorporar en las acciones públicas de interés bilateral, a la sociedad civil y a los empresarios.
Dice así el comunicado:
“…Joe Biden se comprometió a que trabajará con México de manera estrecha, lo mismo que con otros socios regionales, incluida la sociedad civil, el sector privado, organizaciones internacionales y los gobiernos, para construir la infraestructura y las capacidades regionales y fronterizas necesarias, a fin de facilitar un nuevo enfoque ordenado y humano de la migración…”
Obviamente el gobierno americano entrante, no desconoce el desprecio del presidente mexicano por las organizaciones civiles de todo tipo, a las cuales no se ha cesado en llamar alcahuetas, cómplices del neoliberalismo y otras mucha lindezas de esa categoría.
Otro de los pilares en la praxis política de la Cuarta Información es el recurrente incumplimiento de la ley, también señalado como asunto por transformar.
Si lo actual satisficiera, Biden no propondría otra actitud. Veamos este espinoso tema:
“…construir una relación sólida con México sobre una base de respeto por el Estado de Derechoy la promoción de valores compartidos… que (también) respete las normas internacionales sobre el trato de las solicitudes de asilo…”
Si se convoca a una sólida construcción, es por lo endeble de la actual; si se habla del respeto al Derecho, es por el incumplimiento jurídico de tal condición en general y si se le pide respeto al trato del asilo; es decir a seguir como sala de espera de quienes buscan refugio allá, resulta evidente la insatisfacción por las cosas tal y como están.
Por otra parte Biden le ha regalado una carta triunfal al presidente de México. Ha compartido su visión de atacar las causas de la migración, para lograr el arraigo centroamericano de quienes ahora abandonan sus tierras de origen.
Esa es sin embargo y a pesar de todas las buenas intenciones de carta navideña, una hermosa fantasía. La miseria centroamericana, la violencia, el desgarramiento social, el subdesarrollo, la ignorancia– no son, algo superable (como tampoco aquí) ni siquiera en los próximos cien años.
Mucho menos si la ayuda consiste en mandar a esa zona párvulos arbolitos cuyo crecimiento y a aprovechamiento es cosa de veremos y 30 millones de dólares por país.
El nuevo enfoque migratorio suena bien como una idea de arranque para las nuevas relaciones. Es la necesaria actitud para contrastar al nuevo gobierno del anterior, aunque sólo sea en el discurso; pero no olvidemos la ferocidad expulsora del gobierno de Barack Obama hacia los migrantes y los abundantes volúmenes de la deportación de aquellos años. Incluso menor a las registradas durante la alharaca trumpista.
Si Trump proponían un muro y México lo edificaba con seis o siete mil soldados fronterizos mientras la ayuda al Salvador, Guatemala y Honduras goteaba insuficiente, Biden habla de las causas profundas. Suena bonito.
Pero México se beneficia de esas causas profundas. No de los centroamericanos sino de los mexicanos cuyo esfuerzo en Estados Unidos, inyecta milagrosos capitales cuyo monto excede, desde hace mucho, las exportaciones petroleras.
Muchos mexicanos sobreviven aquí, por las remesas de sus “·espaldas mojadas” o braceros. Como en Centroamérica.
Por eso ahora el negocio consiste en sisar esos envíos de dinero,. Ya hasta al Banco de México lo quieren volver casa de cambios.
Pero mientras el falso comedimiento de la diplomacia (la hipocresía es su elemento fundamental) nos envuelve y alboroza, el Señor Presidente nos anuncia una vez más cómo ya vamos saliendo de la pandemia.
–¿Saliendo a dónde? ¿A la luz al final del túnel, para usar una frase sin ingenio?
Mal momento para hablar de salida cuando el semáforo rojo nos encarcela otra vez.