Las campanadas del templo del Carmen marcan el comienzo del nuevo día, el frío de violáceos destellos hace de la mañana un espectáculo digno de cualquier teatro, el sol apenas da presencia y la ciudad es ya un hervidero de gente.
¡Todos se dirigen a misa de siete!
Se ha corrido la voz de que un hermano carmelita cuenta con “dones de sanación”, sí como lo escucha, puede curar enfermos, hacer que los ciegos vean, que los cojos caminen y me han dicho que hasta logra salvar los matrimonios ¡por supuesto que voy a verlo! ya mi Chon tiene días que no me habla, no me toca y menos, que me diga cosas bonitas.
Los frailes franciscanos encargados de investigar lo que ocurría con un cuadro del templo del Carmen —cuya fama de que había desaparecido la imagen de María Santísima y en su lugar había solo rosas les tenía con un suspiro en el corazón, después de investigar que todo concordara entre los archivos de los carmelitas y el cuadro, descubren que los folios de la obra coinciden
¡El cuadro de las rosas y de la imagen de María Santísima son el mismo!
Los frailes Juan de Guevara y fray Diego de Vargas, aún se rascan la cabeza tratando de indagar ¿qué está sucediendo? ¿prodigioso milagro? o es una mala broma de alguien que haya suplantado una obra por la otra.
¡Cabe la posibilidad!
Delante del fraile que hace los milagros —o que al menos la gente dice que así pasa— aquel carmelita de fina mirada y barbado rostro, ambos franciscanos tanto uno como el otro estan nerviosos…
—Pero hermano carmelita ¿cómo podemos atestiguar o informar esto? ¡estamos perturbados!
El joven carmelita de fina garganta les tomó de los hombros y les dijo:
—Vamos hermanos ¿qué os puedo decir yo? ¡no entiendo cuál es su confusión! por una parte el cuadro lleva años con nosotros en este mismo lugar y espacio, por otro ustedes me dicen que vieron el cuadro sin la imagen de nuestra Santa Madre ¡yo le observo como siempre! andad id a vuestra casa, ya regresáis en rato para estar tranquilos.
Los dos frailes partieron y dejaron sus dudas en el camino, dentro de sus propios pensamientos ¡como un sueño en despierto! pero el fraile Juan de Guevara le preguntó al carmelita en el camino de salir del templo.
—Hermano, perdona la cuestión ¿es verdad que tienes el don del espíritu santo de la sanación?
—Eso es un regalo que vendría del Padre en todo caso ¿así lo crees?
—Sí, pero la gente se arremolina para verte y ellos indican que tú los has curado, les permites continuar con sus vidas, ya sin el cargo de un pesar de su salud.
—No tengas tu corazón lleno de preguntas hermano, en ocasiones solo hay que tener confianza.
—Pero hermano ¿la confianza sana?
—¡Sí hermano! se llama Fe.
La pequeña ciudad rodeada de bosques fríos y suave neblina por las mañanas es ya un verdadero festín, por un lado, la espera de la llegada de más visitantes por aquellos milagros de tan santo carmelita y por otra, las fiestas que desencadenan en una romería por la celebración de las natividades, aquellos ejercicios religiosos de oficio serio y que con el tiempo se han arraigado en tan pintoresca visión.
La culminación de la construcción del pequeño anexo a la capilla de La Tercera Orden ha quedado, por lo que la ciudad celebra una majestuosa romería entre los cuatro cuerpos anexos al camposanto franciscano, la Santa Casa de Loreto —aquella que visitó Octavio con la madre del joven carmelita— San José de los Naturales y la capilla pequeña de Los Hermanos del Cordón, faltando los que saben, de una más , apenas en el pensamiento de los frailes.
Los cuatro espacios —monumentales— que acompañan el conjunto franciscano tienen sus devotos —diferentes entre sí— máxime que ahora la capilla de la Santa Casa de Loreto tenía una imagen hermosamente adornada con esmeraldas y joyas preciosas —donadas por la familia — la cual reluce de manera especial.
El conjunto en general cuenta con una barda perimetral que los une, rodea, haciendo de la traza original una muralla que amuralla todo el espacio, por ello la romería lograba ingresar por el acceso principal, darle la vuelta a cada uno de los cuerpos de las capillas y salir por la parte de frente del templo principal de San Francisco ¡dentro de esa romería van Octavio y el joven carmelita de fino rostro —aquél de dones de sanación—.
Obras hermosas de ángeles custodios, San Francisco, San Antonio, María Santísima y expresiones de la pasión de nuestro Señor Jesucristo, la conformación arquitectónica le da al lugar la majestuosidad, el aroma y nubes blancas de los incensarios —a pesar de que las normas de la tercera orden franciscana, realizada por el propio hermano Seráfico, excluían de festividades y convites a los religiosos— en estas fechas eran los más entusiastas para la ocasión.
¡Toda la ciudad hervía en un total de visitantes y lugareños!
La peregrinación nace desde el sencillo cuerpo del templo del Carmen y avanza por la calle principal hacia la capilla de la Tercera Orden, dando vuelta hacia la de Santa Casa de Loreto, los niños serían quienes llevaran en hombros las imágenes de los carmelitas para dar ocasión a que cada casa mostrara sus imágenes —mismas de talla hermosa con capelo en fino cristal que a bien por toda la pequeña ciudad llena está de altares familiares— así que todo comenzó con cantos, cohetes y fuertes aplausos para los participantes.
Las autoridades civiles en todo momento han hecho de saberse sus cualidades y apegos a la religiosidad, inclusive son benefactores de obras arquitectónicas y permisos de anexos religiosos en la infinidad de casa de novicios y formandos, tanto para los varones como las mujeres.
La pequeña población amurallada por los fríos bosques y altas copas de pinos y cedros —en vez de cuando algunos eucaliptos— es considerada la tercera ciudad más importante del anterior reino, ahora llena de órdenes religiosas, cada calle se observa un edificio de ellas.
Octavio —nuestro chico que habita el llamado Teatro Iturbide que nadie sabe como llegó ahí— carga en hombros junto a sus ocho amigos —aquellos traviesos de las calles polvosas— la imagen de María Santísima de los carmelitas que tanto revuelo ha causado en la pequeña ciudad ¡por supuesto dirigidos por el hermano “milagroso” al frente! que causa alegría a los observadores y participantes de la peregrinación, porque seguro hay quien dice:
«¡a mí me salvó!» otros que alzan la voz «¡sanó a mi hijo!…» ¡una alegría casi desenfrenada! pero ¿quién no lo haría de tener a salud buena de un hijo, hermano o madre después de noches de sufrimiento por tan incomprensible mal?
¡De sobra se entiende!
Así sin más, la romería entró a los patios del cuerpo de las capillas anexas de San Francisco, con vítores ¡cohetes que destellan en miles de centellas la noche ya llegada! el humo blanco de los inciensos, veladores cantos, alabanzas hacen de esa especial concurrencia algo para pasar en las anécdotas y tradiciones ¡la pequeña ciudad retumba de festín! al entrar Octavio y sus amigos —quienes son los últimos de la romería cargando su imagen— ¡el total de la plaza completa quedó en silencio!
Los mismos cargadores se asombraron, debido a que no sabían el motivo de tal sorpresa.
Del cuadro que comenzó la peregrinación desde el templo Del Carmen con María Santísima ¡ahora solo se miraban las hermosas rosas! con un aroma especial, profundo, que llena todos los espacios, como si se obtuviera el elíxir de las propias flores.
¡El hermano carmelita tampoco aparecía cerca!
Octavio tomó camino a la Casa de Loreto —una de las capillas— entre tanta gente logró observar a la madre del carmelita que se dirigía hacia la entrada… corriendo, dando tumbos con los asistentes a tal ocasión logró colarse.
—¡Señora! por favor escuche…
Una de las casonas de mayor tamaño que ha renegado constantemente acerca de festividades y convites, es la que pega de contrapunta a lo que se llama el Teatro Iturbide, señorial mansión de una planta, profundos patios, altos techos, grandes rejas que coronan un portón hermoso de maderas finas y cristales traslúcidos. Es la casa del Conde José de Escandón y Helguera, hombre duro de mano reacia, es uno de los comerciantes de mayor importancia en la pequeña ciudad, su fama de venta de esclavos le da por mucho la de cruel y despiadado, de dobles nupcias —fama de haber asesinado a su primera esposa— que a revueltas y odios, desprecia las festividades ¡cómo nadie!
Así asoma de pronto su rostro por entre las cortinas de fina seda para observar el bullicio, que ahora se desprende de la romería mencionada.
—¡Que de sobras y confitones se les va la vida a esta terrible ciudad! — le explicaba a su hijo que de visitas tocaba la ciudad, antes de retirarse de brigadier de guardas, en verdad es que iba a entrar al seminario, pero el terror de ser capturado por su propio padre y enviado a las áfricas a conseguir esclavos, para evitar a todas lides su ingreso a los estudios religiosos, le había tenido a infamia inventar tal historia —.
—No crea que las personas lo hacen solo por perder sus tiempos padre mío, hay en verdad fervor en sus rostros y corazones, se les observa entusiasmados.
—¡Son un atajo de pueblerinos que solo piensan en rezar y comer! si todos trabajaran demasiado, como hacen el tiempo a las mercedes de sus santurronas acciones ¡esta ciudad prosperaría!
—Le saludo en eso padre.
—Ahora dime hijo —tomando un cristalino envase de aligerado vino servido en una elegante copa de brillo— ¡a que me saludáis por el favor de vida al capitán de brigadieres! Jajajajaja… tremendos porrones nos pasamos por las vías de ultramarinos ¡mujeres y vinos hijo! esas es la combinación de todo un brigadier y quien sabe… ¡hasta mariscal o capitán podrás algún día llegar a ser!… dile a ese bribón que me debe más de tres cabezas de bienes a mi favor, ande llévale estas cartas que le dan de recomendación para ti, en unos cuantos días llegarán tus baúles repletos de monedas de oro ¡anda que de mucho te harán falta en esas escuelas de navieros! llenas de mujerzuelas y buenos vicios ¡porque de vicios vive el hombre!… jajajajajaja.
El joven José de Escandón no quedaba del todo atento a tan salvajes recomendaciones, tomó las cartas y se dispuso a lograr evitar a toda costa a su padre —por el olor a ebrio y tabacos— pero fue pescado por el propio y logró empinarle la copa de vino en su boca con la rudeza de todo un callejero comparsa.
—¡Anda toma hijo! que por los mares lograrás hacerte de esta valentía, serás llenado de tumbos y porrazos por estas acciones de tan delicada manufactura… ¡anda bebe! — nuevamente le encaramó la copa llenado sus ropas del vino suave —.
—¡Dejadme, padre! por piedad.
El joven —de solo trece años— ansiaba llegar hasta la romería, para lograr hacerse de alguna imagen y ayudar a cargarlas, cosa que a escondidas de su padre lograba dejarle una plena satisfacción, de igual manera sentirse cercano de todas aquellas hermosas historias de hombres santos y perfectos que habían dedicado su vida a seguir las enseñanzas de Jesús, le movía profundamente su corazón.
Como en ocasiones pasa, el padre desea hacer de su hijo un bribón como tal, pensando que tendrá una vida llena de sobradas alegrías y desencantos viriles, pero el joven José sabe a bien lo que desea:
¡Vestirse de igual que ese joven sacerdote de fina garganta! aquel de prodigiosa mano de sanar a los que menos tienen, porque menos pueden… ¡ser uno de ellos!
¡A eso aspiraba!
Continuara…