El pragmatismo elemental, guiado por una lógica aritmética simple, ha hecho posible que enemigos recalcitrantes se unan para librar la más grande batalla electoral. PAN, PRI y PRD han conformado una coalición parcial en 158 distritos electorales federales, de los cuales, 61 encabezará el blanquiazul, 53 el tricolor y 44 el partido del sol azteca.
El objetivo expresado es, evitar que Morena, el partido de Andrés Manuel López Obrador, obtenga la mayoría absoluta en la Cámara de Diputados y evitar con ello que avance la transformación anunciada, misma que a su juicio y de otros muy amplios sectores de la sociedad, está llevando al país a una catástrofe económica y al retroceso en los avances democráticos.
El propósito es entonces igual de simplista que la intención de competir en coalición, pensando que la suma de los votos comunes desplazará a la, según las encuestas, avasallante presencia de Morena en este proceso electoral intermedio. A mi juicio, la sola manifestación de las alianzas tiene una falla estratégica que puede descarrilar la intención.
En la ecuación hay más elementos que solo sumas y restas. Si bien la renovación de la Cámara de Diputados es una elección federal, en esa misma jornada se elegirán 15 gobernadores, se renovarán 30 congresos estatales y se votará para elegir 1926 ayuntamientos, en total serán más de 20 mil cargos a definir en las boletas electorales y en la alianza partidaria solo se expresan sobre los 300 distritos de mayoría relativa. Simplemente una alianza de visión corta y conceptualmente errada.
La reacción de los partidos, tanto a la inercia de la elección de 2018 como a la conformación de un nuevo panorama político con dominio territorial, hasta ahora no consolidado del partido emergente, es cortoplacista y carente de una estrategia de recuperación de sus propias fortalezas o virtudes. Exhiben miseria intelectual, ideológica y orgánica al recurrir a una alianza circunstancial solo para oponerse a los dictados de un solo hombre, que exhibiendo los vicios y deformaciones del sistema por ellos construido, conquistó el poder y destrozó sus estructuras.
La alianza construida, circunstancialmente y de permanencia limitada, es para conformar un frente electoral para intentar derrotar un símbolo y ese es el error estratégico de fondo que arrastra. Al hacerlo, están convirtiendo la elección de los diputados federales en un referendo a las políticas del Presidente sin reparar en que el personaje mantiene una aprobación del 60 por ciento a su forma de gobierno y que esa es precisamente su estrategia, estar él en la boleta electoral sin estarlo materialmente. Los partidos aliados están eligiendo mal el campo de batalla, es el mismo en el que fueron vergonzosamente derrotados y las condiciones no han cambiado tanto como lo muestra la alta aprobación que presume el Presidente.
Bien por construir una alianza opositora, pero mal que quieran resolver el futuro de la nación en una batalla por la Cámara de Diputados Federal sin reparar en que no es una o 300, sino 20 mil batallas las que tienen que vencer para ganar la guerra. Mal también que elijan como enemigo a un hombre que hoy los supera en recursos mediáticos y de otro cariz, cuando los verdaderos adversarios a vencer están en el campo local.
En eso se han equivocado los partidos y las organizaciones como FREnaa y Sí por México. En esta ocasión el adversario debe ser el candidato local y evitar que AMLO haga de esta elección un referéndum a su forma de gobierno. Es evidente que requiere el Presidente controlar las estructuras institucionales y los órganos de gobierno locales para redondear su proyecto, por eso el verdadero triunfo de las oposiciones no está en el equilibrio posible en la Cámara de Diputados, sino en evitar además que ese proyecto se fortalezca con las estructuras locales
Sin negar la importancia de la elección de los diputados federales, debe reconocerse que, en elecciones locales concurrentes el elemento local arrastra al federal y no a la inversa y que se deben fortalecer las estructuras locales para evitar que controle el gobierno las 15 gubernaturas, 30 legislaturas en juego y los casi dos mil ayuntamientos. Ignoro si los asesores o consultores a los que pagan generosamente les habrán advertido esto, pero es elemental que es mejor enfrentar localmente a un partido sin estructuras consolidadas como Morena, que a un adversario empoderado y con una aprobación popular arriba de los 60 puntos.
Por lo pronto, con esta peculiar alianza están logrando polarizar la elección, como lo quiere el gobierno y lo planea López Obrador para que sea una elección de todos contra él y seguir victimizándose él y su proyecto, acechado y amenazado por los “conservadores que quieren recuperar sus privilegios”. Mal señores, mala elección del campo de batalla y mal diagnóstico de las debilidades del adversario, batallarán más, les costará más y sus resultados estarán sujetos al azar, salvo que recuperen la esencia de la política y sean inteligentes. ¿Podrán?